Maniobras Navarras

EL CORREO 17/02/14
TONIA ETXARRI

· Tan sólo la coincidencia de intereses con la izquierda abertzale sitúa al PSN en un escenario incierto y comprometido

Le tenía tantas ganas la oposición a la presidenta del Gobierno navarro, Yolanda Barcina, desde hace tanto tiempo que las graves acusaciones que pesan sobre la vicepresidenta relacionadas con una presunta corrupción e injerencia les ha venido de perlas para barajar una nueva moción de censura y propiciar el adelanto de las elecciones autonómicas. En cuestión de quince días sabremos los resultados de la investigación de la comisión parlamentaria que, seguramente, dejarán en una situación muy delicada y comprometida a la mandataria Navarra.

Toda la oposición ya maneja su veredicto condenatorio. Parece lógico, en principio, que todos los grupos coincidan en dar más crédito a la versión de quien acusa, porque la acusada es, nada menos, que la vicepresidenta de un Gobierno que todos quieren derribar. Como lógico debería ser que las acusaciones tan graves se puedan probar sin ningún género de dudas. Yolanda Barcina sigue diciendo que son falsas. Hasta aquí, las actitudes son de manual. Pero de esta tormenta que se fraguó hace años y que se ha desencadenado de una forma tan abrupta que llegó a provocar el desconcierto en la dirección del PSOE, en Ferraz, planea la duda de si los socialistas navarros no están utilizando las acusaciones de corrupción como palanca para derribar a un Gobierno y poder utilizar estos dos meses provisionales como una plataforma de campaña hasta el próximo 25 de mayo.

Porque si la lucha contra la corrupción debería ser el motor de cualquier maniobra política para desbancar al Gobierno acusado, ¿por qué en Andalucía, con 145 imputados por el fraude de los ERE que obligó a la Junta de Andalucía a hacer un cambio de presidentes «a dedo», no se han convocado todavía las elecciones pertinentes?. Probablemente, la oposición en Andalucía, el PP (el partido ganador de la última consulta), habrá valorado que no reúne los apoyos suficientes para presentar la correspondiente alternativa.

Pero en Navarra los socialistas sí han hecho cálculos. Y las cuentas, por cierto, no salen. Pueden presentar la moción de censura anunciada contra Barcina con un sólo voto más de Na-Bai o de la izquierda, si quieren. Cierto. Pero, para que esa moción salga adelante, necesitarán una mayoría absoluta en la Cámara que, hoy por hoy, no tienen. Salvo que les apoye la izquierda abertzale.

Una operación de alto riesgo que han decidido asumir los socialistas, conscientes de que el primer fantasma que tienen que combatir es la sospecha de que hayan llegado a algún tipo de acuerdo con EH Bildu, con sus golosos 7 escaños que, sumados a los 6 de Na-Bai y los 3 de Izquierda Unida, engrosarían una mayoría con la que jamás pudieron soñar. No ha habido pacto, de momento. Por mucho que Bildu reconozca que han mantenido contactos. Pero tan sólo la coincidencia de intereses con la izquierda abertzale les sitúa a los socialistas navarros en un escenario tan incierto que, lógicamente, está siendo utilizado por sus adversarios. No sólo UPN y el PP. También UPyD que, después de las denuncias de Kontuz contra los directivos de Caja Navarra, presentó su petición de pruebas de las irregularidades denunciadas, y ahora insiste en que «echar a unos presuntos corruptos aliandose con unos corruptos sangrientos no es una táctica de la que los socialistas se puedan sentir orgullosos».

Gruesas palabras a las que tendrán que hacer frente los socialistas navarros. Están viendo en cuestión de horas cómo se les está abriendo, también, una brecha de incomprensión en sus propias filas. Entre quienes califican el movimiento de Roberto Jiménez como «una repetición suicida de las alianzas catalanas en el nefasto tripartito con ERC» y quienes saben que se van a tener que emplear a fondo en transmitir la idea de que las coincidencias en las votaciones no tienen por qué implicar pactos vergonzantes.

El caso es que la sombra de la duda se proyectó sobre el PSN de tal manera que el cruce de mensajes contradictorios en un mismo día –«con EH Bildu ni a la vuelta de la esquina» (Valenciano), «el Partido Socialista de Navarra soy yo» (Jiménez), «estamos en los nuevos tiempos» (Madina)– no tranquilizaron a quienes piensan que la delicada situación que viene atravesando el socialismo navarro desde hace años no se arregla dejándose querer por la izquierda abertzale. Que no es lo mismo coincidir en la petición de una comisión de investigación, o incluso en la aprobación de los Presupuestos (como ocurrió en Gipuzkoa) que en la presentación de una moción de censura para formar gobierno alternativo.

La corrupción ha afectado tan de lleno a la mayoría de partidos que han ostentado el poder que nadie más apropiado que el PSN, que tiene en el archivo de su memoria los estragos provocados por los gobiernos de Urralburu y Otano, por ejemplo, para plantear una batalla con todas sus consecuencias. Pero en la coincidencia de intereses con los herederos de Batasuna tienen su principal escollo. El líder del PSOE, Rubalcaba, ha evitado en algunas ocasiones suscribir pactos en el Congreso por no coincidir con Amaiur, aunque en este espinoso asunto, de momento, guarda silencio. Ahora los socialistas navarros vuelven a depender, como le ocurrió a Fernando Puras en 2007, de una izquierda abertzale que lleva en su ADN forzar la anexión de Navarra al País Vasco. Si ésa es la campaña con la que se quieren presentar ante los navarros, sólo ellos (con el visto bueno del PSOE, mal que le pese a Roberto Jiménez) tendrán que asumir los riesgos. Y los errores.