Tonia Etxarri-El Correo

Populistas y nacionalistas ayudan a Sánchez en su campaña contra «las derechas»

Los cálculos políticos han propiciado que la precampaña electoral esté coincidiendo con los carnavales. Tiempo de transmutación. Época de máscaras. Disfraces para ocupar el centro. Los independentistas catalanes, con sus compañeros presos como moneda de cambio para el mercadeo de las alianzas. Los nacionalistas vascos apoyando a quien, desde el poder, sea más receptivo a sus exigencias (ayer a Rajoy, hoy a Sánchez, mañana seguramente repetirán la apuesta). Ciudadanos, despejada la duda sobre su no disposición a pactar con Sánchez si los números dieran, calculando su distancia de la derecha. Arrimadas hablará mucho estos días de su feminismo liberal para diferenciarse del PP y Vox.

Están los nervios a flor de piel y en las situaciones tensas se producen tropezones. La ministra Isabel Celaá al querer insistir en que Sánchez no ha pactado nada con EH Bildu, no estuvo afortunada. Seguramente solo quería referirse a Ciudadanos pero como la consigna electoral de los socialistas es meter a los tres partidos de centro derecha en el mismo contenedor, se le fue la mano. Quienes sostienen que Sánchez ha gobernado con el apoyo de la izquierda abertzale «no saben lo que fue la kale borroka y no saben todo lo que ha sido ETA». ¿Seguro que el PP no lo sabe, que padeció en sus propias carnes, como el PSE, la persecución de los terroristas?

Pero es la máscara de Frankenstein la que tiene entretenidos a los candidatos de esta campaña. Esa fórmula, acuñada por Alfredo Pérez Rubalcaba hace ya tres años como un peligro del que debía huir el Partido Socialista, vuelve al centro de la escena. De hecho, no se ha ido nunca desde que Sánchez juega con sus cálculos. Todos menos uno de los que pujan por ganar La Moncloa niegan credibilidad a los sondeos del CIS de Tezanos. Ven a Sánchez como posible ganador. Pero tan necesitado como ha estado estos ocho meses. Si PP, Ciudadanos y Vox no obtienen la mayoría absoluta, se volvería a repetir una combinación de siglas para formar gobierno muy similar a la que ya hemos experimentado.

El centro derecha está enfocando su campaña hacia los recelos que suscita un gobierno débil con las exigencias nacionalistas. ¿Qué precio estaría dispuesto Sánchez a pagar si volviese a necesitar a la Generalitat para mantenerse él en La Moncloa? Ahí lo dejan. Mientras, el dirigente socialista ha desplegado ya su estrategia de la polarización. «Los ‘ultras’ o yo». O yo o el caos. Aunque el caos también lo represente él para sus adversarios. Por sus bandazos. Por sus compañías. Podemos y los nacionalistas de todo cuño le echan una mano hablando de las derechas. Como un solo partido. Desde Euskadi el PNV quiere aportar su granito de arena. Aitor Esteban se refiere a PP, Ciudadanos y Vox como «los tiburones». Y sube el nivel.

Pero ésta ha sido una legislatura convulsa y trufada de enfrentamientos. Y la campaña no va a ser distinta.

Nunca hasta ahora se había desenterrado el ‘guerra civilismo’ desde la izquierda con tanta saña. Ni en época de Zapatero con su ley de Memoria Histórica. Dirigentes como Felipe González o Alfonso Guerra se escandalizan. Esa vuelta atrás. Promoviendo los bandos. Izquierdas, derechas. Rojos y azules. Como si necesitaran avivar el enfrentamiento. Pero Sánchez necesita movilizar el voto. Que los suyos no se queden en casa, como le ocurrió en Andalucía. Su gobierno nos dará ‘Viernes de Gloria’. Hasta que vayamos a votar. Superando el ‘Guinness’ de los ‘decretazos’. Aunque las Cortes estén disueltas. No importa. A través de la Diputación Permanente irá anunciado nuevas leyes. El artículo 50 de la Ley Orgánica del Régimen Electoral General prohíbe cualquier acto organizado o financiado por los poderes públicos que aluda a los logros obtenidos. Desde la convocatoria de las elecciones a la celebración. Se trata de impedir ventajismo electoral. Pero los viernes de Moncloa se utilizarán para la campaña del PSOE. El PP de Casado lo denunciará ante la Junta Electoral Central «por instrumentación de las instituciones públicas».

Faltan dos meses para que vayamos a las urnas. El mensaje de la adjunta del gabinete de Iván Redondo pidiendo a todos los ministerios «argumentos de ataque frente a otros partidos, sobre todo al PP» marca la salida. El consejo del parlamentario socialista José Zaragoza a Ciudadanos para que, después de Celestino Corbacho (exministro socialista) no se olvide de fichar a José Luis Corcuera (exministro socialista) y a Joaquín Leguina denota la falta de respeto y el sectarismo. Esto acaba de empezar.