Monedero desencadenado

JORGE BUSTOS, EL MUNDO – 15/05/15

· Siempre pensé de aquella cursi confesión de Juan Ramón Jiménez («Soy un mártir del perenne proyecto fujitivo») que se ajustaba como un guante al gomoso delirio identitario de Artur Mas; pero tras leer la entrevista en El País a Juan Carlos Monedero, un hombre tan poético que compara las tertulias de la tele de Pablo Iglesias con el tren de Lenin, creo haber encontrado al jinete idóneo para el buen Platero.

El ex pope de Podemos vive montado sobre el perenne proyecto fujitivo de la utopía revolucionaria como Juan Ramón sobre el pollino algodonoso de la poesía pura. Y ha preferido bajarse de la cúpula orgánica antes que apearse del burro doctrinario. Esta fidelidad a la ficción, esta ineptitud para adaptarse a lo posible en que consiste la política adulta nos vuelve irresistible a un personaje como no hay en esa centralidad del tablero que repite el astuto Pablo, este sí un prodigio adaptativo que interpreta la música de camaleones de Capote con partitura dúctil, batuta enérgica y oído fino. Entendemos bien la fascinación de Lomana, cuya vida marcada por el prosaico dinero la predisponía inmejorablemente al turismo del ideal. A falta de Chiapas, valga Malasaña.

Don Juan Carlos se queja de que llevaba a los maitines podemitas su librillo de Mao de bolsillo y se lo devolvían muy purgado de páginas. Y eso, para un profe de letras de la Complu, que suele ser autor de un mismo libro a lo largo de toda su vida, es muy duro. ¿Cómo pedirle a un politólogo complutense, de cuya ranciedad ya recelaría Rosa Luxemburgo, que recicle sus ideas al contacto con la vida en el siglo XXI?

La respuesta la daba en estas páginas el filósofo coreano (del Sur, claro) Byung-Chul Han, tan poco original como juicioso, quien desmontaba esa «añoranza del enemigo» que padece aún el posmarxismo encarnado por Žižek, un Sartre para el gafapasta contemporáneo. Žižek –al que habrá leído Monedero– sueña la revolución contra el régimen neoliberal, pero ignora que el actual estadio del capitalismo no encaja en las formas de explotación descritas por Marx: ya no hay patrón y obrero sino un individuo que se explota a sí mismo a cambio de gozar los bienes de la sociedad de consumo, y que a esta auto-alienación que rompe la dialéctica de clases la llama realización personal. Así que el enemigo no es ya el terrateniente ni tampoco la multinacional, que crece porque todos compramos libremente sus productos; el enemigo, entonces, es la libertad. Como mucho, al único tirano que hay que derribar es al egoísta que cada occidental lleva dentro, pues también el consumismo nos esclaviza. La revolución ya solo puede ser interior, apunta Han, que no en vano estudió teología.

La entrevista no discurre por cauces tan teóricos, pero depara fogonazos como cuando Monedero, a sus 52, se acusa de ingenuidad por creer que «como persona metida en la política tenía los mismos derechos que como ciudadano». De ser sincero –¿qué creía que era Montoro, otro plasma?–, el campus-reserva de Somosaguas se revelaría aún más hermético frente al mundo real de lo que sospechábamos. Una jungla na’vi de politólogos azulados ajena al desarrollo de la sociedad de la información.

Celebramos que Juanqui se sienta «desencadenado», pues regalará aún muchas perlas de pureza guevariana. Que su lugar no es la realidad lo prueba finalmente el hecho de que firme la entrevista Juan Cruz, encargado habitual del negociado literario. La pieza, coherencia póstuma, concluye con la oda de Neruda a las cosas rotas.

JORGE BUSTOS, EL MUNDO – 15/05/15