Mordazas

ISABEL SAN SEBASTIÁN, ABC – 21/07/14

· Nunca resultó sencillo, ni mucho menos barato, servir únicamente al derecho a la información que pertenece a los ciudadanos.

Viernes, media mañana, apuro un café con hielo en una terraza madrileña, cuando se acerca a la mesa una mujer joven, desconocida, con aspecto de ejecutiva, y me lanza:

—He sabido de la demanda interpuesta por Gonzalo Boye contra sus compañeros Isabel Durán y Alfonso Rojo. Soy abogada, le conozco, no se dejen amordazar, por favor.

Respondo con el compromiso de no hacerlo y se despide, sonriendo, mientras yo empiezo a preguntarme si estaremos en condiciones de honrar esa promesa y, en caso afirmativo, hasta cuándo. Hasta cuándo resistirá en España el periodismo independiente la brutal presión cruzada de la que es víctima. Hasta cuándo y, sobre todo, cómo.

Gonzalo Boye estudió la carrera de Derecho en la cárcel, mientras cumplía una pena de catorce años por colaborar con ETA en el secuestro de Emiliano Revilla. Hoy día forma parte de un próspero bufete, dirige una revista y defiende al juez Elpidio Silva, acusado de prevaricación. Isabel y Alfonso le calificaron en una tertulia de «terrorista», basándose en la citada condena firme, impuesta en su día por la Audiencia Nacional.

Boye les pide nada menos que 300.000 euros de indemnización, en una querella sorprendentemente admitida a trámite por un juzgado de la capital. Una cantidad aún mayor me exigió a mí hace años el doctor Montes, abanderado de la eutanasia, en un pleito que finalmente se resolvió a mi favor después de que el tribunal me obligara a depositar durante casi cuatro años una fianza de 30.000 euros, con el consiguiente trastorno económico por el que nadie me ha resarcido. Yo aboné de mi bolsillo ese dinero. No me consta que Montes, presidente de un tinglado llamado «Derecho a Morir Dignamente», hiciera lo mismo.

No lo ha hecho, desde luego, Pablo Iglesias, al demandar a Esperanza Aguirre y Eduardo Inda recurriendo para ello a una cuestación popular entre sus simpatizantes. Ignoro si alguien financiará a Boye. Lo que sé seguro es que la mayoría de los periodistas no disponemos de recursos suficientes para afrontar los gastos inherentes a un proceso de este tipo, lo que significa que la mera amenaza de una querella puede bastar para taparnos la boca, por mucho que la verdad esté de nuestra parte. Y callar es tanto como abdicar un principio sagrado del oficio, defraudando las expectativas de quien nos lee y escucha confiando en nuestra palabra. ¿Cómo escapar a esta diabólica trampa?

Nunca resultó sencillo, ni mucho menos barato, servir únicamente a la libertad de expresión y al derecho a la información que pertenece a los ciudadanos. Siempre pagamos un alto precio por defender la independencia, en el bien entendido de que con ella protegíamos no solo nuestro honor, sino un pilar esencial de esta democracia que precisa de luz y taquígrafos. Algunos de nosotros llegamos a jugarnos la vida, además del puesto de trabajo, convencidos de que esa actitud merecía la pena y respondía a la vocación que nos llevó a tomar este camino tortuoso.

Pero el desamparo pesa y la soledad abruma, porque vamos quedándonos solos, cada vez más solos, frente a los actos de intimidación mafiosos, las presiones políticas, vetos y listas negras, los mercenarios de la voz o la pluma, la desaparición de medios de comunicación y la consiguiente penuria económica. Las mordazas se multiplican y ahogan al periodismo. Cuando muera, si al fin muere, nadie se opondrá a la corrupción, la demagogia, la manipulación de las conciencias o las mentiras impunes. Y entonces irán a por otros…

ISABEL SAN SEBASTIÁN, ABC – 21/07/14