ABC-ISABEL SAN SEBASTIÁN

Ciudadanos no perdona sus tejemanejes con el separatismo y votará «no» a su investidura, pese a las presiones

¿ GOBERNARÁ Pedro Sánchez con el respaldo de los socios que lo encumbraron en la moción de censura o buscará otros aliados? El líder socialista desearía, sí, otros compañeros de viaje más respetables desde el punto de vista democrático y más fácilmente conciliables con el mundo económicofinanciero cuyos intereses ha de tener en consideración cualquier jefe del Gobierno de España, le guste o no. Esos «poderes fácticos», a su vez, también desearían fervientemente otro tipo de coyunda, y empujan con fuerza en esa dirección… en vano. Ciudadanos no cambiará de postura porque no se fía de Sánchez. En realidad, nadie se fía de él. Ni siquiera aquellos con quienes terminará pactando en razón de su mutua dependencia. El actual presidente en funciones acumula méritos sobrados para despertar recelos insalvables en cualquiera que lo haya tratado, lo que significa que solo tejerá acuerdos con quienes no tengan alternativa. A saber; Podemos, PNV, UPN y esa formación regionalista cántabra cuyo abanderado es el inefable Revilla. Los tres presuntos golpistas encarcelados de JpC le han hecho un gran favor conservando el acta y rebajando así el precio de su investidura en segunda vuelta, a cambio de contrapartidas que todavía desconocemos. El resto del Parlamento se constituirá en oposición.

Los de Rivera no perdonan los tejemanejes de Sánchez con el separatismo traidor. No olvidan que su actual diputado, Edmundo Bal, fue purgado de su puesto en la Abogacía del Estado por negarse a rebajar la acusación contra Junqueras y los demás sediciosos catalanes, de rebelión a sedición, en la calificación del delito que se juzga en el Supremo. No hacen la vista gorda ante las ofrendas apaciguadoras que realizó en su día a los independentistas la vicepresidenta, Carmen Calvo, empezando por la de un «relator» encargado de mediar en el «conflicto», para vergüenza de nuestro Estado de Derecho. Ciudadanos no se fía y hace bien en no fiarse. Por eso no se abstendrá en la investidura, sino que votará «no». «No» a la posibilidad de que Sánchez utilice su respaldo para entregar nuevas parcelas de soberanía nacional o garantizar impunidad a quienes se sientan en el banquillo. «No» a que el relativista por excelencia se sirva momentáneamente de ellos para luego cambiar de pareja, de discurso y de política. «No», en cumplimiento de la palabra que dieron a sus electores, por más que arrecien las presiones.

Sánchez contará seguro con los «síes» de Podemos, no porque la extrema izquierda confíe en este PSOE cambiante, sino porque Iglesias no tiene otra salida. Pende sobre él y sus confluencias la espada de Damocles de unas elecciones anticipadas que les llevarían a la irrelevancia y consiguiente desaparición. Lo saben ellos y lo sabe el candidato del puño y la rosa, que escucha, divertido, sus exigencias de ministerios justificadas en que únicamente desde el Consejo de Ministros pueden asegurar el cumplimiento de lo pactado. En realidad, son rehenes que habrán de mostrarse dóciles, exactamente igual que el PNV, que ya dice Diego donde dijo «digo» respecto a Navarra. Los de Ortúzar necesitan a los socialistas para consolidar en el País Vasco su poder en municipios y diputaciones, y habrán de pagar en Madrid con idéntica moneda. «Do ut des». El mismo principio regirá en la Comunidad Foral, que será gobernada por la coalición de centro-derecha, merced a la abstención del PSN, a cambio de los dos escaños de UPN en el Congreso. El acuerdo está prácticamente cerrado, sin perjuicio del teatro al uso. En cuanto al resto de España, prevalecerá la lógica. Que no cunda el pánico.