Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

Cuando el euro se doraba en el horno los países de la UE se dieron cuenta de que era necesario añadirle dos ingredientes: la prudencia y la ortodoxia en la gestión de las cuentas públicas nacionales si pretendían que el asado mantuviera la estabilidad del sistema y evitase los contagios indeseados. Los criterios utilizados para ‘el día después’ fueron similares a los establecidos a lo largo del camino que nos llevó a la moneda única. Básicamente, el control de los déficits y la limitación del tamaño de la deuda pública. Una vez que los tipos de interés se habían ‘comunitarizado’ en el BCE y los tipos de cambios carecían de sentido en una unión monetaria. Eran tiempos en los que la ‘política económica’ era eso, económica. Las cosas cambiaron pronto, fundamentalmente por las dificultades que encontraron precisamente los países considerados como más serios y sólidos (Alemania y Francia) para implementar actitudes de austeridad en el gasto en tiempos de crisis. Los gobiernos nacionales consideraban que eran ellos los que cargaban con la ira popular que suscitaban los ajustes y que Bruselas estaba ‘demasiado lejos’ de las necesidades ciudadanas. Así que las exigencias se fueron relajando y la política económica, que en su día fue ‘económica,’ se convirtió rápidamente en ‘política’. Luego llegó el Covid y el pánico cundió por doquier. Las urgencias sociales se agrandaron y se inauguró una época de relajo absoluto. Las normas estallaron y la barra libre se adueñó del escenario.

Pero pasado el susto inicial todos se dieron cuenta de que la excepción, la ausencia de límites y controles, no podía convertirse en regla de comportamiento permanente. Así que poco a poco, con cautela extrema, la UE vuelve al Pacto de Estabilidad, al que -y no por casualidad- se le ha añadido el término ‘crecimiento’. Es decir, entre una estabilidad reposada y un crecimiento alterado, los padres de Europa prefieren lo segundo. Se ahorran tantos problemas internos…

Ayer acordaron volver al control. Oirán muchas cosas, pero a mí me parece que el acuerdo tiene demasiadas excepciones y más vías de escape que un circuito de Fórmula 1. Servirá para pactar tantas excepciones nacionales como sean necesarias. Al tiempo. Si todo esto le decepciona, considere que las elecciones europeas están a la vuelta de la esquina y no olvide que los candidatos que se presentan a ellas están sometidos a las mismas leyes.