No habrá pacto de Estado contra la corrupción

EL MUNDO 28/11/14

· Rajoy presenta un paquete de medidas para limpiar la vida pública pero el PSOE no se fía y sólo aceptará acordar algunas y «transaccionar» las de otros grupos
· Feijóo reprocha al Gobierno que haya llegado tarde

Como si fuera una voladura controlada. Así actuaron ayer los dos grandes partidos. Renunciaron a los golpes duros porque ambos están heridos. Salvaron las apariencias con bofetadas de tanteo para la galería, agitando el señuelo de medidas ya contadas con algunas pinceladas nuevas, pero eludieron también ofrecer una imagen de unidad. Por parte del PSOE no hay disposición al pacto de Estado en favor de la limpieza de la vida pública porque no se fían del PP.

No hubo por parte de ninguno asunción de responsabilidades políticas ni aclaraciones de los escándalos conocidos. La medicina aún debe esperar, como mínimo hasta la próxima primavera, porque ni PP ni PSOE parecen dispuestos a la cirugía que extirpe de raíz la corrupción que ha anidado en sus filas. A lo sumo acordarán medidas puntuales, pero no habrá un entendimiento global que garantice la regeneración democrática.

Por parte del Gobierno y del PP la intención evidente es la de hacer borrón y cuenta nueva. Mariano Rajoy pretende con el paquete de propuestas que puso ayer sobre la mesa poner punto y final a los escándalos que se arrastran del pasado. Esos seguirán su lento y enmarañado curso judicial, mientras el partido y el Gobierno ponen el contador a cero y piden mirar hacia el futuro.

Según Rajoy, la corrupción no es un mal generalizado en la clase política. Es una injusticia, cree, abordar el problema desde ese punto de vista, y mucho más si a esa premisa se añade la del «infundio». Con esa teoría únicamente se consigue degradar la democracia y dar alas, dijo, «a los salvapatrias de la escoba, cuyo único cometido es barrer». La alusión a fuerzas populistas como Podemos fue evidente.

En el PSOE coinciden con este planteamiento y también ellos apuestan por dar carpetazo a los demonios del pasado, máxime cuando su nuevo líder, Pedro Sánchez, renuncia a hacerse cargo de los borrones viejos.

El secretario general de los socialistas no piensa sacrificarse por el escándalo de los ERE y por eso muestra voluntad para pactar algunas de las medidas que ayer presentó el presidente del Gobierno, sobre todo porque muchas ya habían sido puestas sobre la mesa por el PSOE y otros partidos. Pero no aceptará suscribir con los populares un acuerdo global. Sánchez quiere evitar a toda costa que, de nuevo, una parte importante de la ciudadanía vea a PP y PSOE como la misma cosa.

El líder de la oposición lo dejó claro en su réplica a Rajoy. «Abandone toda esperanza», le espetó, «no espere de nosotros ningún acuerdo global en materia de lucha contra la corrupción porque, sencillamente, no les creemos, no son de fiar». Para Sánchez, Rajoy llega tarde con su aspiración de limpieza. «No tiene usted credibilidad», le dijo.

Otra cosa es la tramitación parlamentaria de los dos proyectos de ley, con algunos aditivos, que ayer defendió el presidente en el Congreso y que comienza ahora. Desde la dirección del Grupo Socialista confirmaron anoche estar dispuestos «a apoyar» algunas de las medidas del Gobierno y a «transaccionar» las propuestas de otros grupos, especialmente La Izquierda Plural y UPyD. Y, por supuesto, a incluir el máximo número de medidas adicionales propias.

En opinión de Sánchez, los primeros ejemplos de regeneración debe darlos el propio PP. «Son los hechos y las actitudes las que retratan a cada uno en su ejercicio de la acción política», dijo. Y es que, según el líder socialista, «el PP tiene un problema estructural con la corrupción», que arrastra desde hace 20 años y con el que hasta ahora sus dirigentes han convivido beneficiándose o como mínimo mirando hacia otro lado. De ahí que repitiera en varias ocasiones eso de «yo no tengo despacho en una sede pagada con financiación ilegal ni un tesorero en la cárcel».

Mariano Rajoy intentó por todos los medios evitar el duelo de nombres corrompidos y, aunque en su primera intervención huyó de la tentación del «y tú más», cayó en ella en el turno de réplica aludiendo claramente a los casos de los dos ex presidentes socialistas de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves y José Antonio Griñán. Según el presidente, el «límite» de la voluntad de Sánchez para lidiar contra la corrupción se encuentra en «Despeñaperros».

Él sólo quiso hacer referencia a un nombre propio, el de la ex ministra Ana Mato, forzada a dimitir el miércoles por la noche para evitar su presencia en el banco azul del Congreso justo en el día en el que Rajoy quería presentarse como primer abanderado de la regeneración. El presidente defendió su inocencia recordando que el juez Ruz no la imputa y ni tan siquiera cree que tuviera conocimiento de que se lucraba con los actos presuntamente delictivos de su ex marido.

Sin embargo, esa defensa de Mato sorprendió porque convierte en incomprensible para muchos el hecho de que se la empujara a dimitir.

Rajoy evitó personalizar y señalar con el dedo, pero con ello no evitó que a él, en su calidad de presidente del PP, le llovieran los reproches. Bárcenas, Camps, Matas, Fabra, la caja B, los supuestos sobres… y un largo etcétera planearon sobre el Hemiciclo. Era inevitable, incluso después de que él mismo reconociera que en su partido ha habido problemas de corrupción «graves y serios» y adjuntara a los ya conocidos proyectos de ley de Control Financiero de los Partidos y del Estatuto del Alto Cargo, la propuesta de modificar el Código Penal para convertir la financiación ilegal en un delito específico, agravar las penas de inhabilitación y aumentar los plazos de prescripción de los delitos de corrupción. Y además, revisar la legislación procesal para inyectar más agilidad y eficacia en la actuación de los tribunales. Rajoy insistió en su deseo de consensuar y recabar el máximo apoyo a estas medidas, pero también advirtió: «Si no es posible, las aprobaré con los votos de la mayoría absoluta del PP».