No merecen la pena

EL CORREO 09/01/15
ALBERTO AYALA

· Mientras la izquierda abertzale insista en reivindicar su negro pasado se perpetuará como un actor político en parte marginal

Desde la página 1 El PNV y la izquierda abertzale han vuelto a enzarzarse dialécticamente en las últimas horas sobre los presos de ETA. Lo hacen en puertas de la manifestación convocada para mañana en Bilbao por el colectivo Sare en favor del final de la política de dispersión. Una marcha que constituye algo así como un clásico en el calendario de movilizaciones de la izquierda abertzale. En la del año pasado estuvo presente el partido de Ortuzar, sí, pero fue de forma extraordinaria, en respuesta a la prohibición inicial del juez Velasco.

El detonante del rifirrafe ha sido esta vez una carta abierta del portavoz parlamentario jeltzale, Joseba Egibar, publicada por EL CORREO y El Diario Vasco. En ella el burukide acusa a Sortu de retrasar con su estrategia la salida de los terroristas presos. Una imputación que cabe inscribir en el permanente ‘cuerpo a cuerpo’ que libran ambas formaciones por el liderazgo abertzale y que, en gran medida, responde a parámetros ciertos. Ayer el líder de Sortu, Hasier Arraiz, cargó contra Joseba Egibar al que acusó de tratar de «crear un ambiente perjudicial» de cara a la manifestación. Pero Arraiz dijo unas cuantas cosas más en Radio Euskadi. Sostuvo que la propuesta soberanista que la coalición hará pública el próximo día 24 «debiera interesar» a los dos partidos que respaldan de forma pública el derecho a decidir, es decir al PNV y a Podemos. Que ocurra lo que ocurra nunca ‘mendigará’ un acuerdo con los peneuvistas. Y, desgraciadamente, volvió a insistir en que la lucha de décadas de la izquierda abertzale «ha merecido la pena». Respecto a la de ETA se limitó a añadir que debe ser la propia organización quien se pronuncie.

En unos días se cumplirán cuatro años desde que la izquierda abertzale presentó los estatutos para la legalización de Sortu. Ilegalizada Batasuna, sus líderes temieron que el final de ETA les arrastrara al abismo y decidieron no dejar dudas del sometimiento de la nueva formación a las exigencias de cualquier democracia para retornar a las instituciones.

Así Sortu proclama en sus estatutos que «en la estrategia independentista y socialista de nuestro proyecto político no hay cabida para forma alguna de actuación violenta ni para conductas que sirvan de complemento y apoyo político». Expresa su «rechazo, abierto y sin ambages a ETA, en cuanto sujeto activo de conductas que vulneran derechos y libertades fundamentales de las personas», así como a «quienes fomenten, amparen o legitimen actos de terrorismo, oponiéndose de manera clara y expresa a cualquier justificación conceptual y cobertura ideológica de los mismos».

El definitivo adiós a las armas por parte de ETA y el nítido compromiso contraído por los herederos de la mesa de Alsasua, HB y Batasuna, cuando solicitaron su legalización como Sortu, permitieron empezar a sentar las bases de un nuevo tiempo en paz. Todas las ideas volvían a estar representadas en el Parlamento una vez aceptado un principio mínimo, tan elemental como insoslayable: que en democracia ninguna idea justifica el asesinato, la extorsión o el ‘apartheid’ de quienes piensan diferente.

Arraiz quiso regresar ayer al pasado para defender lo indefendible. Puede que para algunos haya merecido la pena una izquierda abertzale que durante demasiados años jaleó a asesinos, señaló víctimas, persiguió al diferente y abogó por ‘socializar’ el sufrimiento. Para otros, como es mi caso, quienes se resisten a aceptar ese mínimo común denominador e insisten en la provocación para mantener prietas sus filas aún a sabiendas de que con ello arrojan de nuevo sal en la herida de las víctimas, ni merecen ni merecerán la pena. Y la democracia deberá seguir tratándoles como ellos mismos se reivindican: como agentes políticos al margen.