No way out

SANTIAGO GONZÁLEZ – EL MUNDO – 05/09/16

Santiago González
Santiago González

· Habían pasado un par de minutos desde la segunda idéntica derrota del candidato Rajoy en su investidura cuando trascendió la noticia de que el Gobierno había propuesto al ex ministro Soria para representar a España en el Banco Mundial. Impresionante.

Como si no tuviera bastante con la derrota, el PP ha querido marcar paquete en un asunto indefendible. No creo que la aparición de Soria en los Papeles de Panamá revele delito de corrupción, pero mintió sobre el particular y ese es asunto que lo invalida para representar a España en organismos internacionales.

La fracasada investidura ha dejado algunos aspectos notables. Empecemos por los actores más relevantes, además del impresentable enchufe de Soria por el candidato en funciones: Felipe González sugiere que Rajoy dé un paso atrás para que opte a la investidura otro candidato del PP.

Está claro que Felipe no cree en Sánchez-Pérez; lo demostró con el elogio público que hizo al presidente de C’s: «El de Rivera es el primer acto de responsabilidad desde las elecciones», una loa cargada de veneno hacia el suyo. El problema es que la dirección del PSOE no le puso la proa sólo a Rajoy, sino a cualquier otro candidato popular. La propuesta de Felipe es inane.

El joven Sánchez-Pérez se ha hecho fuerte en su laberinto, aunque no vislumbre una salida. Cualquier movimiento le conduciría a un congreso extraordinario del partido, vale decir a su relevo. Lo más positivo para su causa es la parálisis.

Esa es la razón de una posición absolutamente incongruente: no, 84 veces no, a la investidura de Rajoy, no a proponerse como candidato con alianzas que formaban parte de las líneas rojas de su partido (ésta la ha relajado desde el viernes) y no a la repetición de los comicios. Ya decía Alfonso Guerra que no veía coherente decir no a Rajoy y no a las terceras elecciones. O una cosa o la otra. Pero es que Guerra es un antiguo.

La propuesta de Sánchez a Posemos y Ciudadanos para que muestren altura de miras y sean capaces de articular una alternativa es complicada. Pablo Iglesias tiene hacia Rivera el mismo veto personal que éste ha mantenido contra Rajoy durante ocho meses, y que ha levantado en la última semana para volver a ponerlo en la sesión del viernes, tras el fracaso de la investidura.

Iglesias ha cambiado: está dispuesto a admitir el apoyo de los 32 escaños de C’s a condición de que se queden fuera del Gobierno. Es encomiable el esfuerzo de Rivera al acordar un pacto de 150 medidas para mantenerlo en vigor una semana. También es admirable su sentido realista al comprender que la derrota en la investidura supone la caducidad de dicho acuerdo.

No creo que acepte el trágala de Iglesias. ¿O sí? Podría el joven Rivera hacer un esfuerzo más por la gobernabilidad: abstenerse para que Pedro, Pablo y Ana no tengan que pactar con Esquerra, la zombie CDC y el PNV, o alternativamente con EH Bildu, que le daría los 176 justos. Aún con su abstención no bastaría.

El nuevo candidato necesitaría la del PNV o las de Tardà, Rufiàn, Homs y los dos bildutarras. ¿Podría Sánchez pactar con los dos batasunos sin provocar la ruptura del PSOE? Misterio. Patxi López mostró predisposición a ello (Gara, 5 de noviembre de 2005). Mucho más recientemente lo han hecho Pastor e Idoia Mendia.

Dos mil cargos en juego son un móvil nada despreciable, aunque tengan un alto precio moral. Si Rivera acariciase la idea del sacrificio que apuntaba al comienzo del párrafo debería pensar que sólo hay algo peor para España que las terceras elecciones: un Gobierno Sánchez-Iglesias. No hay salida, no way out.

SANTIAGO GONZÁLEZ – EL MUNDO – 05/09/16