Nuestros nacionalismos ¿algo más que publicidad?

CARLOS LÓPEZ / Blog Pajas y obviedades / pajobvios.blogspot.fr

· Los partidos políticos son algo similar a empresas dedicadas a la obtención y manejo del poder. Como tal se encargan de gestionar el funcionamiento de la población de un país, región o lo que toque. Normalmente para su bienestar y la resolución de los conflictos, lo que incluye una cantidad de tareas enorme y de lo más variado.
  
Tienen sus estrategias de empresa (que pueden incluso llevar a buscar la unión de poblaciones, como en Europa, o la secesión, como en Cataluña), financieras, de  marketing (para conseguir clientes y negocio, es decir, votantes y poder), tienen su contabilidad, publicidad… 
Y claro, también personal de todo tipo, desde el CEO (al que llaman lider) a los trabajadores de a pie, pasando por directivos varios. Personal temporal y gente que dedica toda su vida a hacer carrera en la misma compañía. Cada uno con sus ambiciones y maneras personales.

Vamos, todo lo que tiene una empresa. E imagino que no está mal que sea así. Recuerdo el libro «los restos del día» de Kazuo Ishiguro, con su crítica a los políticos aficionados británicos por posibilitar en la práctica el crecimiento del nazismo. La política es demasiado sería para que no la manejen profesionales del tema.

Pero bueno, el caso es que en este enfoque empresarial, el nacionalismo ejerce básicamente una función publicitaria (propagandística, se diría en el mundillo). Sea cual sea el objetivo de un grupo político, el nacionalismo se puede utilizar para generar sentimientos de cohesión, ánimos a través de cuentos o ilusiones colectivas (un pueblo milenario que camina hacia un destino singular…) e identificación clara a través de unos colores y signos (como hacen, por ejemplo, los equipos deportivos)

De hecho creo que todos los grupos políticos lo utilizan de una manera u otra. Minorías raciales, culturales o religiosas oprimidas que buscan su liberación, grupos partidarios de otra estructuración de la sociedad como socialistas clásicos o teócratas, poblaciones invadidas y sojuzgadas, grupos elitistas con un nivel de vida muy elevado respecto a su entorno como los suizos, los mismos partidos establecidos… cualquiera de ellos puede utilizar el nacionalismo para aglutinar y animar a su gente.

Lo característico de los partidos nacionalistas en España es que no tienen facetas diferenciadoras. No tienen objetivo empresarial (político) distintivo. Se forman sobre un grupo social igual al del resto de España y su voluntad es seguir haciendo las cosas igual. Y ésto en medio de la tendencia a la unión característica de una época de globalización espectacular.
¿Qué les queda entonces? Las décadas de inversión en publicidad nacionalista desde los inicios del siglo XX, por el miedo a la inmigración, y durante la posterior dictadura franquista. Épocas en las que el nacionalismo ejercía esa función de apoyo.

Es decir, son partidos identificados por su publicidad y en los que ésta se convierte en eje central, en objetivo en vez de medio de apoyo. Partidos que aprovechan el valor de la marca, lo que valga el porcentaje de inversión en publicidad de los últimos años. Y que a falta de otro objetivo refuerzan sus elementos publicitarios hasta lo absurdo.

En el País Vasco, por poner un ejemplo extremo, se está dedicando un esfuerzo inmenso a intentar cambiar el idioma de la gente para utilizarlo como elemento diferenciador. Se ha modificado el nombre de cada pueblo y ciudad. Las reglas gramaticales. Los días de fiesta. Se potencian deportes autóctonos. Los colores de España están arrinconados en la práctica y los «propios» inundan la vida social. Las televisiones y medios de comunicación, soporte de la publicidad, se convierten en esenciales, da igual en nivel de la crisis económica. La mayor inversión y esfuerzo publicitario imaginable.

Muchas veces oigo que el nacionalismo no se puede combatir con razones. Que es un sentimiento. Y sí, lo comparto. Un sentimiento de cohesión, ilusión colectiva y ánimo. De lo que se encarga la publicidad. No hay razones que se le enfrenten.
Otro ejemplo, en Cataluña media población estaría dispuesta a salir de Europa y pasar por unas miserias importantes, a cambio de convertirse en un país igual que el actual pero con distintos colores.

Dice Allen Carr que dejar de fumar es fácil si se hace contrarrestando con publicidad positiva la publicidad nos hace temer dejarlo. No con razones inmediatas o voluntad. Probablemente sea cierto. Y se pueda recomendar a quienes quieran dejar el mundo cerrado y pequeño en el que nos encierran los nacionalismos. El mundo es más agradable y abierto cuando se puede disfrutar tanto de la transparente y mágica Extremadura como de la brumosa y hogareña Galicia. Cuando el rencor y el agravio no acompañan nuestros sentimientos de pertenencia. Pero eso… yo se lo dejo a otros.

P.D.:Si acaso, el único grupo político nacionalista de nuestra democracia que tuvo un objetivo fue ETA, que pretendía una Euskadi (luego Euskal Herria, había que diferenciarse) independiente y socialista. Es decir, una estructura social distinta. Pero se lo dejó en la cuna, cuando vio que nadie en la Europa actual desea una dictadura socialista, y se centró también en la publicidad. Y en el crimen, claro.

CARLOS LÓPEZ / Blog Pajas y obviedades / pajobvios.blogspot.fr