Odio

LIBERTAD DIGITAL 10/03/17
IÑAKI ARTETA

A menudo nos preguntamos si aún existe odio hacia lo español en la sociedad vasca. Se habla tanto de reconciliación, paz, perdón y de cosas así, que parece más bien una sociedad camino de la beatificación. Pero todas esas palabras ya no significan nada dichas aquí. Más bien hay que introducirlas en un proceso de traducción: Paz fue la voluntad unilateral de ETA de dejar las armas, Autocrítica es destacar los casos puntuales de arrepentimiento para propiciar un estado de opinión que entienda como lógico que los presos deban salir de las cárceles, Reconciliación es olvidar asumiendo que tuvieron razones para «hacer» lo que hicieron, Perdonar es lo que tienen que hacer las víctimas en vez de fomentar la venganza, Convivencia es asumir que los nacionalistas, ultras o no, son los que ponen las condiciones para todo lo anterior porque son ellos los que, de manera natural, van a dirigir nuestro futuro.

Es llamativo que la palabra paz esté en boca de tantos, sobre todo entre los que apoyaron el asesinato sistemático.

Ellos no olvidan. Ni perdonan. Odian. ¿Es exagerado decir que una parcela de la sociedad vasca ejercita el odio? Está claro que no, pero sería exagerado, por inexacto, pensar que ese odio les quita el sueño. No, es un odio, como tantas cosas en esta tierra, llevadero, regulable a conveniencia. Demos por bueno que el ecosistema natural del nacionalismo son las aguas de la permanente contradicción. No pasa nada por odiar España y coger el coche cada fin de semana para ir a la casa de la Rioja o Cantabria. Es parte de un juego asumido.

Claro que el odio varía en su radicalidad en el espectro de la sociología nacionalista vasca, pero no se confundan, es odio. No pregunten por qué, ni desde cuando, que la gente no sabe, o mejor dicho, que cada uno le dará una «gran» razón. La España imperial, la bandera, los políticos, la guerra civil, Franco,..o todo a la vez.

Es llamativo que la palabra paz esté en boca de tantos, sobre todo entre los que apoyaron el asesinato sistemático. Es guay hablar de reconciliación mientras se sigue odiando. Maravilloso oir hablar de perdón, con cara de buenos, a gentes que llevan de militantes abertzales treinta años o reclamar convivencia permitiendo a la vez manifestaciones de odio racista y sabiniano en la televisión pública. Libertad de expresión, humor.

El ecosistema natural del nacionalismo son las aguas de la permanente contradicción. No pasa nada por odiar España y coger el coche cada fin de semana para ir a la casa de la Rioja o Cantabria.

Enorgullece odiar lo español, nosotros somos diferentes, es decir, superiores, sin ninguna duda. Se puede decir en público o no, pero es así. Uno puede hasta disculparse si le pillan y eso le crea problemas (laborables, por ejemplo) pero no dejará de pensarlo, créanme.

Hay momentos estelares de expresión de este odio que aún hoy en día, los tolerantes con lo nacionalista consideran anecdóticos. Actores de segunda B, personas de tercera, nos han dado la medida del asunto. Se ríen de sus propias gracias en una televisión que les ha propuesto algo superdivertido.

Viéndoles queda claro que no interpretan, dicen lo que piensan, es lo bonito del programa: la transparencia. Puede parecer gracioso, pero no es broma lo que dicen, lo dicen en serio, se trata de un discurso larvado en otros ámbitos mucho más serios.

Sería muy clarificador que en el resto de España se viera, como un canal más, la EiTB para cerciorarse de que es un contenedor de mensajes radicales, casi siempre mucho más sutiles que estas entrevistas polémicas, pero en un proceso de imparable goteo. Los noticiarios, los programas de debate, de entretenimiento o culturales discurren embadurnaditos de ideología sectaria. La crisis y la corrupción son cosas de españoles, así como tener gobierno de derechas.

Uno quita el vídeo en vez de al director de la cadena, el lendakari compungido dice que fatal, el senador sacando pecho e insinuando que los españoles que no tienen humor. ¿Contradicción o estrategia?

Pero resulta que en la actualidad hay más preocupación por el asunto presos vascos que por la reivindicación de la independencia, de mandar a paseo a España. Creo que ni se tiene envidia del procés catalán. Está asumido que ya estamos desconectados hace tiempo. Bien mirado, ¿para que tomarse más trabajo? A España se va sólo a por dinero y como nos lo dan… Hace ya tiempo que saber en qué reside la diferencia entre el nivel de la autonomía que gozamos y ser independientes es cuestión de muy especialistas en la materia.

El portavoz del Gobierno Vasco, Josu Erkoreka se conforma con decir que no volverán a dar más el vídeo del polémico programa («Euskalduna naiz, eta Zu») en vez de pedir responsabilidades a los que aprueban su contenido y permiten su emisión. El lendakari hace como que está apesadumbrado dando una regañina a la cadena («hay que hacer programas constructivos») y el senador de su partido (en España) Jokin Bildarratz dice que «parece que si no te portas bien entra la Brunete mediática a castigarte y juzgarte. Ya está bien. Es un programa de humor». Uno quita el vídeo en vez de al director de la cadena, el lendakari compungido dice que fatal, el senador sacando pecho e insinuando que los españoles que no tienen humor. ¿Contradicción o estrategia?

Es más que desprecio pero no es incitación al odio, es odio: sentimiento de profunda antipatía, enemistad o repulsión hacia una persona, cosa o fenómeno, así como el deseo de evitar, limitar o destruir a su objetivo.

Se puede hacer desaparecer el vídeo pero no ese odio racista, coloquial, cachondo, aprendido y compartido por no pocos, que combinado con un par de líneas de relatos historicistas hasta animó a muchos en el pasado a empuñar armas y matar. Pero no hables de eso que son cosas del pasado.

Ojo, que estamos otros muchos vascos que también odiamos. Odiamos la intransigencia, el sectarismo, la indiferencia con el terrorismo, la hipocresía.