Once meses tras el rastro de Arkaitz

El presidente de la ejecutiva vizcaína del PNV, Andoni Ortuzar, dijo que «ETA es el mayor freno que tiene el nacionalismo vasco para conseguir avanzar en las cotas de autogobierno». Pero el último avance de autogobierno ha sido posible gracias al voto del desdén que el PCTV dejó caer como un salivazo doblemente decisivo sobre la ley de la consulta de Ibarretxe.

El ministro del Interior no da puntada sin hilo. Por eso sonaron algo raras sus palabras del domingo a mediodía, mientras hacían explosión cuatro artefactos en las localidades cántabras de Laredo y Noja: «Cada vez transcurre menos tiempo desde el día en que un malhechor de ETA pone una bomba y su ingreso en prisión».

Faltaban 36 horas para que diera comienzo la operación de la Guardia Civil en que fue prácticamente desmantelado el comando terrorista más activo, el que, al parecer, ha cometido la mayor parte de los atentados desde que la organización decidió romper oficialmente la tregua el 5 de junio de 2007.

Era, con toda probabilidad, una profecía autocumplida, por más que los dos liberados que montaron el comando hayan desarrollado un periodo de activismo más largo que el de algunos antecesores suyos. La Guardia Civil llevaba 11 meses tras las huellas de Arkaitz Goikoetxea y Jurdan Martitegi -el segundo de los cuales no ha sido detenido- desde que, el 24 de agosto de 2007, colocaron un coche-bomba contra la casa cuartel de la Guardia Civil de Durango. Desde entonces, repitieron en dos ocasiones los ataques a dicho cuerpo mediante coches bomba: el 21 de marzo pasado, contra el cuartel de Calahorra, y el 14 de mayo, contra el de Legutiano, en el atentado que costó la vida al guardia Manuel Piñuel.

Hay un dato sorprendente: el hecho de que Arkaitz Goikoetxea fuera detenido en el mismo piso de la bilbaína calle de Iturribide en el que fue detenida Aitziber Sagarminaga el 12 de noviembre de 2004, la antevíspera de la ya famosa propuesta de Otegi en Anoeta. Este detalle y el hecho de que la dueña del piso, también arrestada ayer, fuese la novia de un dirigente batasuno, permite hacerse una idea bastante acabada del estado de la organización terrorista, aunque no estén todos los que son y siempre pueda temerse un atentado de respuesta.

La operación de la Guardia Civil fue perfecta, ejemplar y es un golpe duro para ETA. Debilita su estructura y seguramente nos ahorra la continuidad de la campaña de bombas en las playas, a juzgar por los mapas que le fueron intervenidos a Goikoetxea.

Ningún partido nacionalista le ha sacado defectos y con eso está dicho casi todo. Ni la portavoz de Ibarretxe, ni el portavoz de Madrazo, dicho sea sin ánimo de señalar. A falta de que el consejero de Justicia ponga algunas pegas a la operación, Aralar ha pedido al Gobierno que respete los derechos y la integridad de los detenidos y ha aprovechado el viaje para exigirle que «derogue tanto las leyes como la jurisdicción de excepción, que son estructuras que no concuerdan con los principios democráticos». O sea, la Ley de Partidos y la Audiencia Nacional.

El presidente de la ejecutiva vizcaína del PNV, Andoni Ortuzar, expresó sin complejos su «satisfacción» por la detención de unas «personas que cometen atentados y traen mucho sufrimiento al país». También dijo que «ETA es el mayor freno que tiene el nacionalismo vasco para conseguir avanzar en las cotas de autogobierno» y es aquí donde su capacidad descriptiva comienza a hacer aguas. El último avance de autogobierno ha sido posible gracias al voto del desdén que la marca de Batasuna PCTV-EHAK dejó caer como un salivazo doblemente decisivo sobre la ley de la consulta de Ibarretxe. Fue el voto necesario para que el proyecto fuese aprobado en el Parlamento vasco e Ibarretxe diese un paso más hacia el desastre. O hacia el ridículo.

Santiago González, EL MUNDO, 23/7/2008