«Otegi no es ni mucho menos un hombre de paz, es un cobarde»

EL MUNDO 04/08/14
ENTREVISTA, IÑAKI RECARTE

– Mató a tres personas con un coche bomba

· «Muchos presos se arrepienten como yo, pero tienen miedo. La izquierda ‘abertzale’ quiere sacar rédito de ellos»

Iñaki Recarte, 42 años, 22 en la cárcel y libre desde el pasado noviembre, asegura que nunca podrá arrepentirse «lo suficiente» de haber asesinado en nombre de ETA. Integrante de la vía Nanclares, pide que no se estanque el trabajo con los presos para que denuncien la sinrazón del terrorismo, porque «muchos se arrepienten» como él. Habla claro contra la banda y contra los «fascistas» de la izquierda abertzale que empujaron a jóvenes como él a matar, incluido Otegi, al que considera un «cobarde».

A Iñaki Recarte Ibarra (Irún, Guipúzcoa, 1971) sus jefes en ETA le decían: «Matad todo lo que podáis». Con 20 años ya estaba en la cárcel, condenado a 203 años por asesinar a tres personas y herir a otra veintena con un coche bomba que colocó en 1992 en Santander. En noviembre de 2013, con 42 años, salió de prisión por la sentencia sobre la doctrina Parot. Pero no acudió a la exhibición de terroristas orgullosos en el matadero de Durango. Para entonces se había casado con una trabajadora social de Cádiz a la que conoció entre rejas y era uno de los rostros de la víaNanclares, gestada en el centro alavés con presos arrepentidos, una vía que el Gobierno de Rajoy primero avaló y ahora mantiene estancada. Esta semana, cuando por primera vez uno de ellos, Ibon Etxezarreta, ha homenajeado a una de sus víctimas directas, Juan María Jáuregui, Recarte habla con este periódico en lo alto del monte Askin, cerca del bar de Santesteban (Navarra) que regenta. «Muchos» vecinos han entrado en esta antigua herriko taberna que reformó de arriba abajo para darle la mano por enfrentarse a la izquierda abertzale y repudiar sus crímenes.

Pregunta.– Usted entra en ETA con 18 años sin proceder de una familia nacionalista. ¿Por qué?
Respuesta.– En mi familia de política no se hablaba. Pero a mi padre lo detuvieron cuando yo tenía 13 o 14 años, acusado de ayudar a gente de ETA a pasar la frontera, aunque nunca ha sido de ETA ni ha querido saber nada. Le machacaron. Le tuvieron en Intxaurrondo 10 días y en la cárcel dos o tres meses. Yo fui a visitarle. Salió absuelto. Pero se me encendió algo que no entendía. Además, en los 80 en esos ambientes la gente de ETA era laureada. Con esa edad no te das cuenta de dónde te metes hasta que estás dentro.

P.– ¿Cómo recuerda el atentado con el que mató a tres personas?
R.– Mis primeros años de cárcel fueron tan… (Silencio largo, habla despacio). Te va viniendo poco a poco el peso de la vida encima como una apisonadora. Primero lo apartas. Luego vas encontrando a personas que te hacen virar, hablas durante horas, por ejemplo, con el director de Nanclares, y te vas alejando.

P.– ¿Las víctimas eran números?
R.– Sí. Era la época de las olimpiadas en Barcelona y, según decían Pakito, Txelis y estos, estaban negociando con el Gobierno pero había que presionar y matar «cuanto más mejor». Los que decían «matad todo lo que podáis» tendrían que hablar ahora y admitir todo lo que hicieron, porque no eran chavales sino personas maduras que estaban llevando a un montón de chavales a matar y a morir. Como Santi Potros, un arrepentido que no ha tenido huevos de darle la espalda a esta gente.

P.– ¿Ha contactado con los familiares de sus tres víctimas mortales?
R.– Sí, sí. (Baja la voz). Con una he tenido relación y con otra no porque no quiere. Y yo eso lo entiendo, cómo no… Su dolor tiene que ser… inmenso. (Silencio). Si algún día los de ETA tienen la valentía de escuchar a las víctimas, como nosotros, se les va a derrumbar todo.

P.– Un informe dice que los integrantes de la vía Nanclares podrían aclarar más de 80 asesinatos. ¿No debería ser así?
R.– Tú estabas en ETA y no sabías quiénes eran los demás ni qué hacían. Nos conocíamos en la cárcel.

P.– Pero al menos los dirigentes de comandos sí deben tener datos.
R.– Sí, claro. Y esos deberían hablar, porque una víctima tiene todo el derecho del mundo a saber cómo mataron a su marido o a su padre. Como las víctimas del franquismo: ¿cómo no van a tener todo el derecho a saber cómo fue? Vivir toda la vida con eso imagino que es muy duro. Y estoy convencido de que la Policía también sabe mucho.

P.– Algunos como usted han reconocido la ilegitimidad del terrorismo. Pero se les acusa de no colaborar con las autoridades.
R.– Hemos colaborado mucho para que esto termine, y muchos más presos iban a dar el paso. La vía Nanclares empezó con los cuatro que queríamos salir de ahí. Iba a ser una cosa pequeña, luego entró más gente. Pero todo se estancó y no se permitió que la presa se cayera.

P.– ¿ETA lo interrumpe con su comunicado de «cese definitivo»?
R.– Claro, claro.

P.– ¿Cree que hay más presos que se arrepienten aunque no lo digan?
R.– Muchísimos, algunos muy significativos. Yo he estado en las cárceles: sé lo que dicen y piensan. Pero viven en una postal de hace 20 o 30 años y tienen miedo. Se creen que cuando salgan van a tener tal rechazo que no van a poder vivir. Si yo salgo de ahí [del mundo de ETA], que es donde he vivido toda la vida… ¿qué hago, de qué vivo? Luego se darán cuenta de que los que piensan como ellos son cuatro. Ves a Kubati, en el acto de Durango, dando lecciones. Si defiendo lo contrario que tú, ¿me vas a matar? Eso es lo que ha hecho ETA. Pero ya no tienen detrás al de la pistola. Hay que decirles que eso no puede ser así, que tienen que hacer una reflexión interna y admitir muchas cosas. Acusar lo que quieran, pero sobre todo admitir. Y, aparte, ¿qué tiene que ver pedir perdón a una persona a la que has hecho mal con que luego defiendas en política lo que quieras, sin odio?

P.– ¿Por qué Sortu no lo hace?
R.– Les pasan el marrón a los presos. Desde su punto de vista, han salido de una guerra y quieren sacar el máximo rédito. Son personas con pretensiones políticas y personales. Hoy he visto una sentencia…

P.– La de las herriko tabernas.
R.– Sí, y protestan. Si toda la vida han estado dando cobijo ahí (Sonríe, con incredulidad), ¡si es que lo han celebrado, lo han fomentado, no han hecho nada para evitarlo!

P.– Sortu pretende desligarse de quienes cogieron las pistolas…
R.– Sí, pero los verdaderos culpables son ellos. Cuánta gente hay como yo, que con 18 años se ha metido en esta mierda sin saber nada y ha arruinado su vida y la de otros.

P.– ¿Qué les da el EPPK [colectivo de presos de ETA]?
R.– Lo tienen todo montado, pero en el fondo no te dan nada: dinero te dan poco y mira qué abogados te dan, están en la cárcel. Ellos sin ti no son nada. Algún día mucha gente de ahí hablará, cuando se vaya perdiendo el miedo y haya más gente que dé la cara como Ibon Etxezarreta… Pero no es fácil. Por eso la vía Nanclares no debe estancarse. No es dar más manga ancha, sino trabajar en la reflexión personal de cada uno.

P.– Rajoy les ha ofrecido una puerta, un plan de reinserción similar.
R.– Sí, pero ¿dónde está esa puerta? Porque si no fuera por el director de Nanclares y algunos más, esto estaría muerto. Hay que hacerlo bien: persona a persona, de forma sincera. Y esos grupos como Lokarri y los que echaron a Txema Urkijo [se refiere a Jonan Fernández, secretario para la Paz del Gobierno vasco y fundador de Elkarri] son parafernalia. ¿Qué han hecho efectivo en estos años? ¡Nada! La gente que hemos salido de ETA lo hemos hecho por convicción propia, porque les hemos hecho frente a ellos y a muchos más.

P.– Tiene dos hijos. ¿Teme que un día decidan que merece la pena matar y morir por una causa como ésa?
R.– No, qué va. Esto está acabado. Y, además, no es ninguna causa. ETA se ha convertido en una manera de vivir. La mafia italiana les envidiaría porque lo han hecho estupendamente para vivir como Dios. Al final, es entrada de dinero y quitar de en medio al que me molesta. Y luego jugar a la política, pero sin ir a ningún lado, porque seguimos como antes: como la mayoría de la gente quiere, porque la mayoría vive fuera de ahí. Tienen menos amigos de lo que piensan. Pero la gente aún tiene miedo a decir las cosas como son. Además, los que están metidos en eso, cada vez menos, aglutinan a la pequeña delincuencia. El que quiere pillar algo sabe que tiene que ir a la herriko.

P.– ¿Le molesta la etiqueta de arrepentido –la izquierda abertzale lo utiliza de forma despectiva–?
R.– ¡Qué va! Cuando alguna vez me lo han dicho por aquí, he respondido: «¿Arrepentido? Y no sabes cuánto». No me arrepentiré lo suficiente el resto de mi vida.

P.– ¿Cree que Sortu se arrepentirá alguna vez públicamente?
R.– No. Para mí son cobardes, viven obsesionados con su itinerario político y no se dan cuenta de que el ser humano está por encima de todo.

P.– ¿Arnaldo Otegi tampoco?
R.– Arnaldo Otegi me parece un hombre muy cobarde. Habiendo tenido en su mano darle carpetazo a esto y decir las cosas cuando tenía voz, siempre se calló. Igual porque quiere, cuidado. Pero no es un hombre de paz ni mucho menos. Es muy bonito estar cenando con Eguiguren, hablar de tu Euskal Herria, cuando en el fondo estás ahí para ver si los cuatro de las pistolas paran de una vez. Todo lo hace en plan de nación, hacer esto, lo otro… Pero para hacerlo primero tiene que conseguir los votos, que no son suyos; y si lo hace, empezar su camino. No han pisado cárcel hasta muy tarde, y entonces más que a apagar el fuego se dedican a demostrar que no claudican.

P.– Da vértigo pasar de héroe a…
R.– A villano. Incluso gente de tu familia te deja de hablar. Pero… arrieros somos. Estos que han tenido tanto poder en las calles son unos fascistas, como llaman ellos a los demás. O piensas y haces lo que ellos dicen o eres el enemigo. La gente no dice nada porque les tenían miedo. No sólo a que te maten, sino a que te increpen. Así que de política no hay que hablar; calla, calla, calla. Pues no.

P.– ¿Ese miedo sigue existiendo?
R.– Hace poco, en unas fiestas, un conocido dijo después de unas copas: «Yo me siento español, ¿y qué pasa?». Que alguien tenga que armarse de valor para decir eso es porque le has estado jodiendo durante mucho tiempo. Si se siente español, ¿por qué no va a poder decirlo? ¡Ahí va, la hostia! La mayoría ni piensa en eso. Aquí hay de todo, mil maneras de ver el mundo. Como en España, que conozco un poco por las cárceles. Y toda es gente de puta madre.

Un atentado devastador
El 19 de febrero de 1992 Iñaki Recarte participó en un salvaje atentado en La Albericia, un barrio obrero de Santander. A las 20.10 horas, el miembro de ETA hizo estallar un coche bomba al paso de una patrulla de la Policía Nacional. La explosión fue brutal. Falleció un matrimonio, Julia Ríos Ruiz (panadera, de 41 años) y Eutimio Gómez Gómez (calefactor del hospital Marqués de Valdecilla, de 43), cuando iban a montarse en su coche. Dejaron huérfanos a dos hijos. También murió Antonio Ricondo Somoza, de 28 años, que conducía en dirección contraria al furgón policial. Ricondo había terminado su carrera de Químicas y pretendía casarse ese mismo año. Sus órganos fueron donados y su padre contaría más tarde que una mujer vasca conservó la vida gracias a su corazón. Otras 20 personas resultaron heridas, entre ellos dos policías.
Por este atentado fueron condenadas varias personas, entre ellas Iñaki Recarte, Luis Ángel Galarza y Dolores López como autores materiales. También, en un polémico episodio, el arcipreste de Irún y Fuenterrabía, José Ramón Treviño, por esconder a los dos primeros en su iglesia. La Audiencia Nacional condenó además a Francisco Múgica, ‘Pakito’, por dar la orden.