Paz, vida, libertad

FERNANDO SAVATER, EL PAIS 12/01/14

Fernando Savater
Fernando Savater

· Según Paul Valéry, hay palabras que cantan más que hablan. En español actual, diríamos también que «dan el cante» cuando se las utiliza en ciertos contextos retóricos. Sirven para abrumar de indignidad al adversario y así ahorrarse argumentaciones más detalladas y menos facilonas. Por ejemplo, el uso de «vida» por los contrarios a una ley de plazos del aborto o incluso a cualquier regulación legal del mismo: ellos son «pro-vida» y se preguntan con autocomplaciente asombro «cómo puede ser progresista estar en contra de la vida». Queda implícito que los demás son abogados de la muerte, la cual por cierto es parte inseparable de la vida.

Defender la vida (así, sin más) es como defender la ley de la gravedad, una apuesta segura pero innecesaria porque ambas funcionan muy bien sin nuestro apoyo. Cosa distinta y menos simplona es defender la vida humana, o sea aquello que hace humana a la vida más allá del puro ciclo biológico, para lo cual hay que considerar variables como el gradual desarrollo del embrión, la libertad de elección materna, la existencia eventual de malformaciones que convierten la vida en calvario, etc…. La legislación es progresista cuando calibra y abre opciones, no cuando impone dogmas o se atiene al mero formalismo. Léase por ejemplo Podemos hacer más (ed. Pasos Perdidos) de Manuel Atienza, sobre otra forma de pensar el Derecho.

Hay otras palabras «cantarinas». En Euskadi, se emplea «paz» («plan de paz», «proceso de paz») como aval de una política para abreviar cuanto se pueda las condenas de los etarras y patentar un relato edificante en el que todos somos algo culpables y los verdugos perdonan a las víctimas tanto como éstas a aquellos. Quienes se niegan a este enjuague están contra la paz o son tibios en buscarla, luego implícitamente pertenecen al orbe de la guerra aunque nunca hayan puesto bombas ni apuntillado con tiros en la nuca. Los reproches a ETA porque no acaba de dejar las armas se equilibran con otros al Gobierno por su «inmovilismo», es decir porque no cambia la política penitenciaria para otorgar beneficios políticos a presos que no lo son pero creen serlo. Cuando ambos se muevan, aquí paz y después gloria. Aunque la gloria de unos sea celestial y la de los otros municipal o parlamentaria…

Y por último la gran palabra musical, «libertad». En Cataluña, suena a todas horas el himno de los esclavos de Nabucco. Aunque a simple vista sea difícil percibirlo, se trata de un pueblo oprimido al que los próceres nacionalistas han decidido liberar. ¿Quién puede ser tan vil y autoritario como para oponerse a la libertad? ¿La ley? Pero el derecho a decidir democrático está por encima de la ley, según acaban de descubrir algunos sabios. Es el derecho a decidir quién puede decidir y quién no, que crea compartimentos estancos entre los ciudadanos de un mismo país o sea que toma como punto de partida lo mismo que propone como meta de llegada. En eso consiste para ellos la Libertad, que como la Vida y la Paz ya no son conceptos discutibles, sino trompeteo para acallar las argumentaciones molestas. Aclamaciones y sinrazones: ¡vuelven los vivas de rigor!

FERNANDO SAVATER, EL PAIS 12/01/14