Agustín Valladolid-Vozpópuli

A la vista de lo que se nos anuncia, el catálogo supremacista de Jordi Pujol podría convertirse muy pronto en un viejo desiderátum ampliamente superado por nuevas regalías

Probablemente, Jordi Pujol nunca pensó que iba a ser un gobernante de izquierdas el encargado de hacer realidad sus quimeras. Menos aún de rebasarlas: “Concienciar a nuestro pueblo de la necesidad de tener más hijos para garantizar nuestra personalidad colectiva; potenciar el modelo familiar que garantice la sustitución biológica; estimular el sentimiento nacional catalán de los estudiantes y profesores; apoyar a personalidades de ideología nacionalista en los órganos rectores de las tres universidades catalanas; velar por la composición de los tribunales de oposición; lograr que los medios de comunicación públicos dependientes de la Generalitat sigan siendo unos transmisores eficaces del modelo nacional catalán para la creación del estado de opinión nacional; introducir a gente nacionalista de una elevada profesionalidad y una gran cualificación técnica en los lugares claves de los medios de comunicación; Cataluña es una nación discriminada que no puede desarrollar libremente su potencial cultural y económico” (Del ‘Programa 2000’ de Pujol, desvelado hace unos años por el semanario El Triangle).

Lo llamativo es que en España sean los herederos de la socialdemocracia los que pretendan disfrazar de normalización democrática la concesión de privilegios ultramontanos

En Italia, la derechista y supremacista Liga Norte de Matteo Salvini, uno de los partidos que sostiene el gobierno de Giorgia Meloni, ha impulsado la llamada “Ley de Autonomía Diferenciada”, con la que a través de un modelo asimétrico se busca reducir la aportación al Estado de las regiones del norte, lo que a juicio de la izquierda, que ha rebautizado el proyecto como la “secesión de los ricos”, incrementará las diferencias con el sur. Italia es el país de Europa en el que la brecha socioeconómica entre regiones ricas y pobres (o no tan ricas) es mayor. Salvini la quiere aún más grande. Un dato revelador, sin necesidad de entrar en más detalles: la esperanza de vida en Calabria es tres años inferior a la del Trentino-Alto Adigio.

Hace diez años la Generalitat conmemoró el Tricentenari (1714) convirtiendo aquella derrota, la del más vetusto feudalismo catalán frente a las tropas borbónicas, en un “acto heroico en defensa de las libertades” (Óscar UcedaCataluña, la historia que no fue. Planeta de libros). En 1827 estalló en Cataluña la Revolta dels Agraviats, una “combinación de fuerzas reaccionarias [que] sentó un claro precedente del carlismo emergente poco tiempo después” y que fijaba entre sus objetivos “el boicot a las reformas fiscales [supuestamente más solidarias] que se iban a ejecutar” (Nueva historia de la España contemporánea. 1808-2018José Álvarez Junco y Adrián Shubert editores. Galaxia Gutenberg). Los historiadores, no sin esfuerzo, van poniendo las cosas en su sitio.

Han sido, son y serán los que Mariana Mazzucato llama “captadores de rentas” los más interesados en amurallar sus prebendas y dificultar un más justo reparto de la riqueza. Lo llamativo es que en España sean los herederos de la socialdemocracia delicuescente los que pretendan disfrazar de normalización democrática la concesión de privilegios ultramontanos; y, por si no fuera suficiente oprobio, lo hagan asumiendo el chantaje como método aceptable, apoyándose además en otra circunstancia singular: la de dos izquierdas anómalas, por segregacionistas, y con ingredientes manifiestamente xenófobos: ERC y Bildu.

Enseñanza, medios de comunicación, impuestos y justicia. Todo fuera del alcance del Estado. En uno o dos años no habrá herramientas para oponerse a una consulta sobre la autodeterminación

Uceda, presidente de la Associació d’Historiadors de Catalunya Antoni de Capmany, sostiene que el ‘Programa 2000’ de Pujol sigue siendo el proyecto vigente de construcción nacional de Cataluña. Sin embargo, a la vista de lo que se nos anuncia, más bien parece que aquel manual de manipulación, aquel catálogo supremacista del ex president podría convertirse muy pronto en un viejo desiderátum ampliamente rebasado por nuevas y más profundas regalías. De momento, y para que Salvador Illa se asome algún día al balcón del Palau de la Generalitat, ya parece asumida la exigencia de una financiación “singular” que podría incorporar la guinda de una Agencia Tributaria propia, llámese Concierto o como se quiera llamar. Más tarde, si lo que se pretende es aprobar los presupuestos, habrá que transigir con un Tribunal Superior de Justicia emancipado del Supremo y del Consejo del Poder Judicial y sometido al poder político, como quería Pujol.

Enseñanza, medios de comunicación, impuestos y justicia. Todo fuera del alcance del Estado. Y la Constitución en modo low cost. Hacia la independencia por la vía de los hechos. En uno o dos años no habrá herramientas para oponerse a una consulta sobre la autodeterminación. ¿Pujol? Con Puigdemont y Marta Rovira tirando de la cuerda, y Pedro Sánchez ejerciendo de padrino legitimador de este arbitrario proceso de reencuentro (sic), el viejo Pujol, sobrepasado por los acontecimientos, para su gran regocijo, está a punto de convertirse en una reliquia a la que sacar una vez al año en procesión.

Dice una reconocida colega que a veces la política es la correlación de fuerzas aderezada con algunas miserias. Ya no. Ahora el problema es que la excepción se ha normalizado y, en política, llevamos demasiado tiempo instalados en la indigencia.