Penélope en Moncloa

Lo que hubiese sido un acuerdo de mutuo interés parlamentario se ha convertido en uno de inciertas consecuencias. Buscando los votos del PNV, Zapatero ha reforzado a un partido desarbolado en su desazón postelectoral, permitiéndole recuperar un papel decisivo en la estabilidad del Gobierno; y sin pasarle factura por su ‘kalejira’ con el entorno de ETA.

Si el PNV no hubiese participado en la manifestación junto a los dirigentes de Batasuna, probablemente el presidente Zapatero podía haber maquillado con más convicción el apoyo de los nacionalistas vascos a sus Presupuestos. Ya le había fallado la tesis que, con toda solemnidad, había avanzado la vicepresidenta De la Vega, al explicar a la sorprendida opinión pública que el partido que preside Urkullu va a contribuir a que se apoye el plan del gobierno por su «sentido de Estado», que en el caso de CiU suele funcionar pero que en el del PNV, no. Y le falló porque fueron los propios nacionalistas quienes le quitaron la ilusión al aclarar que los suyo con los presupuestos es puro interés. Y si, además se solidarizan con los detenidos de Batasuna acusados de querer seguir con el negociado político de ETA, su apoyo más bien parece un regalo envenenado.

Lo que hubiese sido un acuerdo de mutuo interés parlamentario se ha convertido en un pacto de un alcance político de inciertas consecuencias. Porque lo que ha hecho Zapatero al buscar los votos del PNV es reforzar a un partido que estaba desarbolado en su desazón postelectoral permitiéndole recuperar un protagonismo no solo parlamentario sino político; sin pasarle factura por su ‘kalejira’ con el entorno de ETA. Los nacionalistas, lejos de estar manteniendo un «sentido de Estado», han puesto precio a su voto utilizando el Concierto, entre otras cosas, como moneda de cambio. Tan hábil ha sido la jugada nacionalista que ha sido interpretada, sin que ellos tuvieran que hacerlo, como un logro de sus aspiraciones, como la deuda de Álava, con cargo al déficit público.

Zapatero, lejos de marcar el terreno, de explicar que el Concierto se blinda por sí solo gracias a la Constitución y al Estatuto, y lejos de enviar emisarios a negociar con los interlocutores de turno, no solo le pasa el coste político del mal llamado ‘blindaje’ al socio de Patxi López, sino que toma personalmente las riendas implicándose en una negociación con el PNV. Porque para cerrar ese acuerdo debió descolgar el teléfono y hablar con Urkullu.

Quizás han sido las formas lo que han podido recordar a los ‘puenteos’ de otras épocas pero, sobre todo, el fondo de esta negociación es lo que ha provocado mayor desconcierto en Euskadi. Sobre todo entre los sectores que apoyan al gobierno de Patxi López, que ven que el mismo PNV que pone zancadillas al Ejecutivo de Ajuria Enea, le salva la legislatura a Zapatero en el Congreso. El lehendakari contaba con ello; ya había asumido que este apoyo del PNV a Zapatero le iba a suponer cierto coste. Porque si el presidente necesitaba esos votos para sacar sus Presupuestos, eso significa que el principal partido de la oposición en Euskadi recupera un papel decisivo en la estabilidad parlamentaria del Gobierno de España.

Las negociaciones para los Presupuestos vascos acaban de empezar en Vitoria. Primero con el PP; luego con el PNV. Pero Patxi López ha podido comprobar que Penélope vive en La Moncloa. Zapatero, como la mujer de Ulises, puede estar destejiendo por la noche con el PNV la tela que teje por la mañana con el lehendakari.

Tonia Etxarri, EL CORREO, 21/10/2009