Perplejidades

Santiago González, EL MUNDO, 28/4/12

Uno de los arcanos que más curiosidad despiertan entre la clase periodística curiosa –ustedes perdonarán la aparente redundancia – es el contenido de la conversación que mantuvieron el ex presidente Zapatero y el ministro Fernández el 11 de enero pasado. Fue un encuentro insólito, no se conocían precedentes de que un ex jefe del Gobierno pidiera una reunión con el ministro del Interior del equipo al que ha entregado los trastos dos semanas antes para hablar del tema.

Lo usual es que estas cosas se traten en la entrega de poderes de manera estratificada, en los diferentes niveles: que el presidente saliente le cuente al presidente entrante cómo está el asunto y entre ministros, lo mismo. Luego es que se lían, lo que obligó a Jorge Fernández a pasarse ayer toda la tarde recibiendo a las víctimas para explicarles la Nueva Política Penitenciaria por tandas. Era evidente que la comunicación con las víctimas era un requisito previo a cualquier movimiento en este campo. No porque tengan derecho a codirigir la política antiterrorista, sino porque sí lo tienen a verdad, memoria, dignidad y justicia y el desarrollo de cualquier plan debe buscar antes que nada su complicidad.

El resultado de lo contrario está a la vista: un plan explicado en una nota de la agencia Efe, que ha acabado complicando las agendas del ministro y del propio presidente, que afirmaba con rotundidad: «El Gobierno no ha cambiado ni va a cambiar la política antiterrorista». Antes exigíamos el cumplimiento íntegro de las penas y ahora no paramos de hacer ofertas para que se reinserten. Lo más extraño no es el cambio, sino la obstinación en negar que se haya producido cambio alguno. Saulo de Tarso salió de Jerusalén camino de Damasco con órdenes de detención para los cristianos locales. Cuando se cae del caballo y ve la luz, acaba el viaje en Antioquía montado en una burra, las órdenes de detención se han transformado en actas de reinserción y él mismo se ha pasado al enemigo. Imaginen que después se empeñara en que no había cambiado de montura, ni de itinerario, ni de documentos, ni de planes. No es plan.

García Escudero: «El terrorismo debe desaparecer, para lo que es necesario que ETA desaparezca»

En una gran secuencia de La fiera de mi niña, Katharine Hepburn/Susan Vance trata de explicar el lío en el que ha metido a un honrado y atónito ciudadano, al que Cary Grant/David Huxley quita toda esperanza: «Nunca entenderá nada mientras ella se lo explique todo». Algo así me pasa a mí con los asuntos de Interior. Menos con los gobernantes anteriores que con éstos. Aquéllos cambiaron los nombres de las cosas y surfearon sobre la verdad, de acuerdo. Uno está ya preparado para poder entender las mentiras, incluso las razones para mentir, pero imaginen qué vértigo asomarse a las declaraciones del presidente del Senado, que siempre pasó por persona cabal e inteligente y leer la siguiente frase: «El terrorismo debe desaparecer, de una vez por todas, para lo que es necesario que ETA desaparezca». Una tautología tan acabada, tan redonda, no la oía yo desde que hace unos treinta años leí una entrevista en la difuntísima Hoja del Lunes de Bilbao con Txomin Ziluaga, entonces miembro de la izquierda abertzale, que se expresaba con este diáfano entrecomillado que titulaba la entrevista: «ETA tiene su razón de ser en la realidad de su existencia». Era inevitable que este hombre llegara a ser profesor de la UPV.

Sólo una perplejidad más, presidente Ra- joy: «¿Qué quería usted decir exactamente el día en que afirmó: ‘yo soy previsible’?».

Santiago González, EL MUNDO, 28/4/12