Podemos no es la solución

EL CORREO 10/11/14
GORKA ANGULO

El último barómetro del CIS certifica el auge de Podemos como una de las dos fuerzas políticas más votadas en España ante una inmediata cita con las urnas. En mi opinión se trata más de un estado de ánimo que de una intención real de voto. La ciudadanía, sí, está indignada por la corrupción y los privilegios de nuestra clase política, pero dudo mucho que la gran mayoría de la ciudadanía en nuestro país esté concienciada para votar a una opción política que ofrece más sombras que luces. Permítanme la comparación entre las dos grandes sorpresas, en las últimas elecciones europeas, en Francia y España: el Frente Nacional (FN) y Podemos. A pesar de sus notables diferencias ideológicas, creo que las causas del éxito electoral de ambos partidos vienen a ser las mismas: el no gobierno, la sobreexposición mediática y la eficacia de un calculado discurso, tan tramposo como populista, escrito por expertos en narratología política con mucha teoría y ninguna experiencia. En primer lugar, Podemos, al igual que el FN, no ofrece una experiencia institucional con la que demostrar que no son ni extremistas ni demagogos. La formación de Marine Le Pen tiene en Francia algunas pequeñas alcaldías o contadas experiencias fallidas de gobierno local que no son lo suficientemente relevantes como para enseñar a los franceses lo que serían capaces de hacer estando en Matignon o el Elíseo. Los de Pablo
Iglesias Turrión renuncian inexplicablemente a presentarse a las próximas elecciones municipales y autonómicas, una oportunidad de oro para que Podemos consiga una amplia representación y, desde las instituciones más cercanas a la ciudadanía, pongan en práctica el catálogo de propuestas regeneradoras y salvíficas diseñado por sus creativos. ¿Hay miedo desde las élites de Podemos a no ser capaces de implantar en sus filas el centralismo democrático que tanto admiran? ¿Hay alguna agenda oculta? En segundo lugar, el éxito del Frente Nacional desde hace treinta años se debe a la cobertura tan desproporcionada como permanente de los medios de comunicación franceses. Algo similar nos encontramos todos los días con los dirigentes de Podemos, en Cuatro o La Sexta, como si fueran la única alternativa existente a PP y PSOE. ¿No existen ni UPyD ni Ciudadanos, que sumando sus resultados en las últimas elecciones europeas obtuvieron más votos y escaños que Podemos? Las cadenas privadas han convertido a Pablo Iglesias en su Belén Esteban para hacer realidad su único objetivo: sumar audiencia al precio que sea para vendernos publicidad y no para ofrecernos entretenimiento o información. Y en tercer lugar, el discurso de Podemos me recuerda mucho a la perfecta demagogia cínica de Jean-Marie Le Pen, que denunciaba siempre la conspiración contra Francia de sus enemigos nacionales: los emigrantes, las instituciones de la Quinta República, la Banda de los Cuatro (los principales partidos políticos) y los cuatro superpoderes que gobiernan Francia (masones, judíos, protestantes y marxistas). Podemos también tiene un discurso demagogo y populista a par tes iguales con el que apunta a sus enemigos: el sistema capitalista, la clase política en general (la casta), los principales partidos políticos, los grandes empresarios, los grandes bancos y empresas, y la Constitución y las instituciones del Régimen de 1978. ¿Es Podemos la solución para regenerar a nuestra clase política? Sinceramente, no. La solución está en una regeneración completa de nuestro sistema político que solo puede venir de los grandes partidos con representación y responsabilidades de gobierno, porque en ellos todavía queda gente decente, honrada y con voluntad de servicio público. No, no hay que refundar ni el PP ni el PSOE ni ningún otro partido: hay que refundar a nuestra clase política. Lo que hay que hacer es volver al principio y a los principios. Al principio de la Transición, con aquella clase política amateur pero con principios, que desconocía lo que era ganarse bien la vida en la política profesional porque procedía de otras actividades. Posiblemente eso contribuyó a que fuera una clase política preparada, altruista y capaz de ceder algo de lo propio en beneficio del interés general. Hoy tenemos una clase política en la que abundan la mediocridad, el parasitismo y los privilegios. Una clase política en la que muchos de sus miembros llevan viviendo toda su vida profesional en una burbuja fuera de la realidad, con sueldos muy por encima de la media, sin saber lo que es terminar una carrera universitaria, desconociendo lo que es cobrar el paro o cotizar a la Seguridad Social desde la empresa privada. Esto les impide a buena parte de nuestros políticos ponerse en la piel de millones de españoles que se esfuerzan cada día en su trabajo, sus estudios o por llegar a fin de mes. En millones de ciudadanos que llevan años en paro, que han perdido la esperanza, mientras crece en ellos la indignación ante los nuevos casos de corrupción o ante los corruptos que salen de la cárcel tan pronto como la pisan y sin devolver un euro. Ante eso solo tenemos una clase política autista que mira para otro lado o para su ombligo. Pedir perdón no es suficiente. Hace falta ya una auténtica catarsis en el PP, PSOE y los grandes partidos, que no puede venir de los chamanes, los productos de laboratorio o las recetas fracasadas envueltas en populismo como Podemos.