Por miedo

ABC 08/01/14
HERMANN TERTSCH

· Stéphane Charbonnier y sus colegas caricaturizaban con brutal crueldad a Papas, rabinos e imanes, pero la escolta solo se debía a los dibujos de una religión

No es un capítulo de guerra entre civilizaciones la matanza de ayer en París. Sino un ataque de los bárbaros contra la civilización. Lo más preciado en la civilización son la vida y la palabra. Y a matarlas a ambas llegaron a la redacción de «Charlie Hebdo».

En la manera más brutal de recordar que nos quieren dominar, de reclamar su derecho sobre nuestras vidas, de decir que debemos callar porque ellos lo mandan. Han castigado al desobediente. Al que publicó las caricaturas de Alá en valiente solidaridad con un diario danés, «Jyllands Posten».

Lección consumada. Los cobardes están vivos. Los valientes están muertos. Está muerto el director Stéphane Charbonnier, «Charb», que tenía escolta desde 2011. «Charb» y sus colegas caricaturizaban con brutal crueldad a Papas, rabinos e imanes, dioses, cristos, santos y demás. Pero la escolta solo se debía a los dibujos de una religión. Él y sus colegas no tenían fobia especial al islam. Atacaban a todas las religiones. Pero nadie entre miles de millones que profesan las otras los amenazó. Llovieron las amenazas y los ataques, uno incendiario en 2012. En nombre del islam.

Como en 2006 habían ardido las calles de todo el mundo musulmán porque un periódico de provincias de Dinamarca había publicado una caricatura. Y esas mismas calles están en perfecta calma mientras se ejecuta, degüella, viola, esclaviza y practica el genocidio en nombre del islam.

Decir que el islam no combate al criminal islamismo no es islamofobia. Sino refleja un hecho incontestable. Nuestro problema no es una religión que da derecho al creyente, incluso impone el deber, de ejercer una supremacía sobre los demás. Y que no parece admitir reforma. Tampoco que bajo su hegemonía solo existen estados dictatoriales y fallidos.

Nuestro problema es que aceptamos su lógica también en nuestras sociedades. Y no nos decimos la verdad. Por miedo. Ni pensamos en mañana. Por miedo. La civilización renuncia, por miedo, a la verdad y la palabra. Y sin ellas estamos inermes y estamos perdidos.