Presión en la segunda fase

Patxi López está sorteando un campo lleno de trampas orientadas a hacerle desistir de su empeño en presidir el nuevo Ejecutivo vasco. También desde su propio partido: a algunos en Madrid les cuesta admitir que de aquel cordón sanitario en el Congreso apenas deberían quedar unas hebras y necesitan un margen para explicar a los suyos que no hay otro remedio que entenderse con el PP.

Tendrá que ocurrir lo inevitable. Patxi López y Antonio Basagoiti tendrán que reunirse en las próximas horas porque, superado el primer tiempo de las rondas, hay que pasar a la segunda fase, a medida que la presión sobre los socialistas va subiendo de atmósferas. Estamos en el tiempo de los apremios internos. Están proliferando los mensajeros de los partidos interesados. Y la olla a presión empieza a soltar humo. No sólo le ocurre a Antonio Basagoiti, que en el PP se cruzan demasiadas voces para que quede marcada la impronta de su partido en una negociación para apoyar la investidura de Patxi López.

«Nada es gratis en política» le insisten algunos de los suyos. A los socialistas también les ocurre. En la primera línea admiten que tienen que apoyarse, al principio, en el PP y que, sin marginar a los populares, tendrán que abrir su abanico de alianzas porque van a necesitar apoyos durante toda la legislatura. Sin embargo, en la segunda fila, aquejados también por la presión del paisanaje de los municipios pequeños, hay quienes se apresuran a lanzar guiños al PNV porque no soportan el peso de la propaganda nacionalista centrada ahora en denunciar a los socialistas como tramposos y ladrones de puestos que ellos creían vitalicios.

Mientras los socialistas buscan apoyos y fichajes, Ibarretxe sigue con su disco rayado. Recuerda que ha ganado. No repite otra cosa en los últimos quince días. Y tiene razón. Es cierto. Tan verdad como que sus 30 escaños no suman los 38 necesarios en el Parlamento vasco. Dicho esto, pasemos palabra que hay que formar Gobierno. Decía Montesquieu que prefería dar la razón a sus interlocutores que tener que escucharlos. Y en esa actitud está Patxi López en relación con el lehendakari que ha gobernado en los últimos diez años. Centrado en formar el equipo del cambio y en hacerlo en el plazo más breve posible porque Euskadi no se puede permitir dilatar su tiempo en una situación de provisionalidad, el dirigente socialista se está entrevistando con futuros consejeros de un Gobierno que promete ser más austero y paritario.

Mañana martes, se empezarán a acreditar los parlamentarios socialistas. En cuanto fichen los primeros 25 diputados, correrán los tiempos para convocar el Pleno de la constitución del nuevo Parlamento. La pregunta del millón viene del campo del PNV, que no se cree que los socialistas vayan a poder contar con la gente suficiente para que se produzca el relevo en todas las instituciones necesarias. Pero los socialistas, ocupados en que se visualice un cambio no traumático, aseguran que se dará la alternativa sin pasar factura.

Desde el pasado 1 de marzo Patxi López está sorteando un campo lleno de trampas orientadas a hacerle desistir de su empeño en presidir el nuevo Ejecutivo vasco. Desde el PP, que si no fuera por la determinación de Rajoy y la claridad de Basagoiti, no falta quienes auguran corta vida a un Gobierno tan minoritario al que no quisieran ayudar aun siendo conscientes de que si no saliera adelante el gabinete socialista con apoyo del PP, habría Ibarretxe para rato. También desde su propio partido que, a algunos en Madrid, les cuesta admitir que de aquel cordón sanitario en el Congreso de los Diputados apenas deberían quedar unas hebras y necesitan un margen para explicar a los suyos que no hay otro remedio -porque así lo han querido las urnas en Euskadi- que entenderse con el Partido Popular.

Un giro impuesto por la necesidad que les va a costar asimilar a bastantes dirigentes. Todos están pidiendo a todos «altura de miras» pero tienen dificultades a la hora de aplicarse la receta en sus propias filas. Todos, y más en este caso el PSE y el PP, necesitan buscar su propio margen para explicar a sus seguidores las razones del acuerdo sin que nadie sienta que ha cedido más de lo necesario. Los demás partidos, a medida que el Gobierno de Patxi López empiece su andadura, tendrán su papel en la nueva legislatura. Rodolfo Ares no descarta un apoyo del parlamentario de Ezker Batua. Incluso de Aralar en terrenos muy concretos . Quien ha quedado fuera del apoyo inicial ha sido UPD, el partido de Rosa Díez con la que existen grandes coincidencias en la deslegitimación del terrorismo, por ejemplo, pero que otras exigencias del nuevo partido ha hecho inviable sumar un voto más para la investidura de Patxi López.

Los socialistas vascos eran tan conscientes del «desencuentro cordial» que se iba a producir con el partido de su ex compañera, que en cuanto saltó el escaño 25 de su lado, exclamaron con alivio: «¡ya no necesitamos a Rosa!». De hecho, la imagen de la líder de UPD leyendo, el sábado en Madrid, el manifiesto de los policías en huelga que protestaban contra el ministro Rubalcaba se daba de bruces con la idea del voto de este partido al Gobierno vasco liderado por el socialista López. Si el futuro Ejecutivo del cambio depende del Partido Socialista y del Partido Popular, la formación de Antonio Basagoiti no debería hacer ‘casus belli’ del documento para sellar el pacto y el equipo de Patxi López, por su parte, tendrá que visualizar que el PP es esencial para el cambio.

Tonia Etxarri, EL CORREO, 16/3/2009