Primera señal de alarma

EL CORREO 30/09/14
FLORENCIO DOMÍNGUEZ

Hace dos años, a finales de 2012, ETA dirigió una advertencia privada a los promotores del grupo Irautzaileen Bilguneak (Ibil): el mensaje les indicaba que estaban fuera de la estrategia de la izquierda abertzale y que la propia ETA estaba en contra de la línea que defendía aquel grupo que estaba dando sus primeros pasos. Desde entonces, la política oficial de la izquierda abertzale ha sido la de ignorar públicamente a los sectores críticos. Esta estrategia se rompió el pasado sábado cuando ETA volvió a lanzar una advertencia a los disidentes, pero esta vez de manera pública.

La advertencia de ETA a los críticos puede considerarse como la primera señal de alarma que se enciende desde que la banda terrorista anunciara en octubre de 2011 la renuncia al terrorismo. Es un reconocimiento de que esos sectores disidentes han ganado peso en los últimos dos años y que constituyen un problema para la izquierda abertzale oficial que no ha conseguido atajar el crecimiento de los nostálgicos del pasado, aunque siguen siendo muy minoritarios.

Ese peso hace que la banda terrorista haya decidido que no puede seguir ignorando las actividades de esos grupos. Al mismo tiempo, el mensaje del sábado lo que revela es que la amonestación privada de hace dos años no ha funcionado y que, por tanto, ETA ya no tiene la capacidad de controlar todo lo que se mueve, como ocurría en el pasado. Fracasado el rapapolvo discreto, ha tenido que pasar al toque de atención público con lo que ello supone de reconocimiento de los criticados.

Hace dos años había una única sigla disidente, Ibil, pero ahora se ha sumado otra, Amnistia ta Askatasuna (Ata), más el núcleo empeñado en coger el relevo de la violencia que ha comenzado a quemar autobuses. La existencia de preocupación en las filas de ETA y el conjunto de la izquierda abertzale se apreció en julio cuando la dirección del colectivo de presos elaboró un documento sobre la amnistía que difundió entre las cárceles para responder a las críticas de Ata, documento que, de forma resumida, también difundió Sortu en una de sus publicaciones. «No es de recibo utilizar el concepto de amnistía para oponerse a la línea política adoptada por la izquierda abertzale», decía aquel texto.

En las zonas donde la izquierda abertzale es hegemónica, como Gipuzkoa y algunas comarcas de Bizkaia, los críticos no han encontrado espacio para desarrollarse. En cambio en otros espacios de Navarra, como la Barranca, o en la Margen Izquierda vizcaína los disidentes se han hecho un hueco a base de trabajar en el adoctrinamiento de los sectores más jóvenes. A pesar de que los nostálgicos del pasado esgrimen la bandera de la amnistía, su eco entre los presos etarras es prácticamente nulo. En cambio, en la calle, quienes impulsan Ibil o Ata son, sobre todo, algunos ex presos.

Considerar que esos sectores radicales pueden condicionar el final de ETA sería ir demasiado lejos en este momento, pero conviene no perderlos de vista. Se ha encendido una luz roja de alarma y hay que tenerla en cuenta.