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JON JUARISTI, ABC – 28/09/14

Jon Juaristi
Jon Juaristi

· Quizá sea necesario cambiar de Constitución y salir de la modernidad, pero ¿por qué hacia atrás?.

En medio del inmenso patatal alavés, las blancas jaimas de Foronda acogen hoy, día del Partido –Alderdi Eguna–, a la militancia del PNV, que celebra sus ciento veinte primeros años. Sólo el PSOE aventaja en edad al partido fundado por los hermanos Arana Goiri en 1894, aunque aquella primera versión abertzale se creó en Vizcaya y sólo para los vizcaínos, permitiéndose la afiliación de los oriundos de las otras dos provincias vascongadas y de Navarra siempre que contasen con suficientes apellidos en vascuence.

En rigor, lo que los hermanos Arana Goiri fundaron en 1894 era más un casino que un partido político. Sería más exacto sostener como fecha de arranque del nacionalismo vasco la de 1898, cuando los fueristas bilbaínos agrupados en torno al naviero Ramón de la Sota entraron en el pequeño y aburridísimo club de los bizcaitarras y lo convirtieron en una eficaz plataforma regional contra los aranceles canovistas de 1895, que favorecían los intereses de los empresarios siderúrgicos vizcaínos pero lesionaban los de la naviera de Sota y de su primo Aznar.

El nacimiento del nacionalismo vasco fue un episodio más en la gresca entre proteccionismo y librecambismo en la España de la Restauración. Los proteccionistas crearon, ese mismo año del Desastre, su propia plataforma lúdico-deportiva, el Athletic Club de Bilbao, en cuyas filas militaron desde el primer momento los vástagos de la oligarquía local, que acudían al Gimnasio Zamacois a ponerse cachas, para poder zumbarse después con los mineros socialistas (los cuales, según los navieros, los siderúrgicos y los hermanos Arana Goiri, que en esto sí estaban de acuerdo, tenían el rijo más alborotado que los yihadistas y sólo pensaban en degollar burgueses y desflorar autóctonas).

En medio del inmenso patatal alavés, el lendakari Urkullu reiterará hoy –es de suponer– la propuesta de reforma de la Constitución que hizo el jueves a Rajoy, aprovechando que este andaba vendiendo la Marca España en China. Volverá a hablar de soberanía compartida y de reconocimiento de la personalidad histórica y política del pueblo vasco. Es una propuesta digna de un partido de ciento veinte años de edad. Un partido al que nunca le ha gustado hablar de nación vasca, a pesar de definirse como nacionalista en su denominación oficial (en castellano: en vascuence sigue llamándose «Partido Aficionado a Dios y a la Ley Vieja»), y al que no se le cae de las bocas la palabra pueblo, o mejor, el sintagma pueblo vasco, que en su origen fue la cabecera de un periódico monárquico de Bilbao.

Uno comprende que a los jóvenes políticos de la generación del Rey les apetezca montarse una Constitución propia, una Constitución guay del Paraguay, no como la nuestra, la de los viejos casposos del 78. Es normal. Pero lo preocupante es que parecen pensar en una constitución para 1869, no para 2014. Una constitución para una España con pueblos vascos y cosas así, que son invenciones literarias del romanticismo ampurdanés, el de Estanislao Figueras y de Pi y Margall, el mismo que inventó la Federal. Quizá sea necesario salir de una vez por todas de la modernidad, pero ¿por qué hacia atrás? ¿Por qué hacia las soberanías compartidas y hacia los bakuninismos en acción? Yo no digo que los españoles de la Transición fueran lo más avanzado de Europa.

Está claro que no lo éramos, pero desconfiábamos de las grandes palabras del pasado. En cambio, estos adanistas de la Segunda Transición, con todo su empaque posmoderno a cuestas, parecen salidos de cualquier folletín de Ayguals de Izco. Por ejemplo, de Pobres y ricos o la bruja de Madrid, que no iba, cosa rara, por Esperanza Aguirre.

JON JUARISTI, ABC – 28/09/14