Putinistas

LUIS VENTOSO – ABC – 08/01/17

· No se entiende muy bien qué ejemplo ofrece Rusia al mundo.

Curioso fenómeno: inteligentes analistas europeos, que viven como pachás en los que ellos tachan de decadentes países occidentales, se muestran como fervorosos putinistas. Abonados a la mística del hombre fuerte, tan querida por los totalitarios de los tenebrosos años treinta, perciben al perenne presidente ruso –17 años de poder absoluto– como un ejemplo de vigor, capacidad ejecutiva y fuerza moral, frente a un Occidente de valores fofos y libertino, que naufraga en su frívolo consumismo y su bacanal arcoíris. Eminencias como el tuit-presidente Trump, los xenófobos Farage y Le Pen o el cómico Beppe Grillo también sintonizan con Putin.

Ciertamente el oficialismo ruso tiene argumentos, un «relato», como decimos cuando nos ponemos cursis. Tras la caída del imperio soviético, Rusia, la única potencia que miraba a Washington a los ojos, se vio diezmada por Occidente –léase Estados Unidos–, que humilló al país y hasta lo mermó territorialmente. En medio de ese marasmo emergió Vladimir Putin, el héroe que restauró el honor de la Madre Rusia, impuso el orden frente al caos, encarriló la economía, con varios años creciendo al 7%, y devolvió a la nación su peso en el mundo.

Es una manera de verlo. La otra es que Putin trabaja dentro y fuera de su país contra los tres principios fundacionales de nuestras sociedades abiertas, donde tan bien vivimos (sobre todo comparados con los pobres rusos, ahora mismo en recesión y con una inflación por encima del 12% en 2015). Los tres pilares de nuestra civilización que no agradan a Putin son el imperio de la ley, la libertad de prensa y la libre competencia. El resultado es una democracia de ínfima calidad, donde la oposición está acogotada, o acaba en el Gulag (Jodorkovski), o le da por morirse (Litvinenko, envenenado en Londres con polonio radiactivo, o Boris Nemtsov, a tiros en el centro de Moscú).

La consecuencia es una prensa reprimida, también con mártires (Ana Politkovskaya). La traducción económica es que una oligarquía extractiva, elegida desde el poder, se reparte las riquezas naturales, primera y casi única industria del país. La inversión ha desaparecido, porque nadie quiere invertir donde no hay seguridad jurídica. La dependencia de las exportaciones de petróleo y gas se ha convertido en un monocultivo, porque no se ha creado una economía alternativa, y la caída de las materias primas y las sanciones han hundido el nivel de vida.

Putin defiende su popularidad esgrimiendo músculo nacionalista de corte militar (invasión de Crimea y Este de Ucrania, campaña en apoyo del brutal tirano Assad, bravuconerías amenazando con el arsenal atómico y hechos tan inquietantes como acercar baterías nucleares a Polonia y Lituania). También pirateos en ordenadores foráneos (incluidos los de Clinton). Pasadas intimidatorias de sus cazas sobre el espacio de la UE. Apoyo pecuniario a la propaganda de políticos –y comentaristas– populistas, consagrados al dinamitar el maltrecho proyecto europeo.

Obama cometió errores –mayormente su salida atolondrada de Irak–, pero fustigarlo con inquina mientras se ensalza a Putin es un enigma que desborda mis menguadas capacidades. Entra ya en el campo análisis de Íker Jiménez.

LUIS VENTOSO – ABC – 08/01/17