¿Qué valores democráticos?

ABC – 28/03/16 – JUAN MANUEL DE PRADA

Juan Manuel de Prada
Juan Manuel de Prada

· El pudridero europeo se ha convertido en un parque temático de los contravalores más peregrinos.

Cada vez que los islamistas montan una escabechina en el pudridero europeo, hay que aguantar a los figurines con mando en plaza que, después de cumplir sus minutines de silencio, nos apedrean con una morralla de tópicos resobados y delicuescentes, infaliblemente rematados por una apelación retórica a los «valores democráticos» que «los violentos» nunca podrán derrotar. En esta apelación vacua (verdadero brindis al sol negro del eclipse moral) coinciden con la Liga de Imanes de Bélgica, que acaba de emitir un comunicado regadito de lágrimas de cocodrilo en el que invoca «los valores democráticos de la tolerancia y la vida en común»; y coinciden también con Cheffou, el «tercer hombre» del aeropuerto de Bruselas y reportero freelance que denunciaba gallardamente los «atropellos antidemocráticos» sufridos por los presos musulmanes en las cárceles belgas.

Y es natural que los figurines coincidan en su invocación de los valores democráticos con los imanes belgas y el terrorista Cheffou, puesto que todos ellos se están burlando de nosotros. Aunque, puestos a elegir entre burladores, nos quedamos con el terrorista Cheffou, que –como los bárbaros de Kavafis– al menos cuenta con una solución (aunque sea una «solución final») para el pudridero europeo, frente a los figurines, que sólo aspiran a que nos sigamos pudriendo, hasta convertirnos en una piara sensiblera e invertebrada a la que luego los terroristas puedan apiolar más fácilmente.

¿A qué «valores democráticos» se referirán estos figurines? Porque lo cierto es que el pudridero europeo se ha convertido en un parque temático de los contravalores más peregrinos, siempre en continua expansión gracias, precisamente, a los desvelos de sus figurines: ahora, por ejemplo, se acaba de proclamar democráticamente el «derecho» de los niños madrileños a recibir tratamiento hormonal si desean cambiar de sexo, para que el día de mañana tengamos Agustinas de Aragón con pene y Don Pelayos con vagina que defiendan como auténticos jabatos los valores democráticos contra los yihadistas.

Es, en verdad, demencial que sociedades hedonistas, escépticas y pusilánimes que chapotean en su propio vómito terminal mientras dejan que el mundialismo ausculte todos los orificios de sus hijos, se consuelen pensando que los asisten unos «valores democráticos» más fuertes que el odio de sus enemigos. Cuando lo cierto es que en el pudridero europeo no hay otro valor que la divinización/animalización del hombre, lograda a través de unos derechos humanos en constante mutación que primero destruyeron la vida social y familiar, después arrasaron las conciencias y ahora se disponen, en un asalto final, a mutar y destruir nuestra propia naturaleza.

Solzhenitsyn, refiriéndose a los grandes eclipses morales del siglo XX, afirmaba que Europa era víctima de un «arrebato de automutilación» y de «una conciencia humana privada de su dimensión divina». Este «arrebato de automutilación» a la postre se resume en un laicismo frenético, erigido en idolatría de obligado cumplimiento, que pretende erigirse en religión civil e imponer unos falsos dogmas por los que la gente estaría supuestamente dispuesta a dar la vida.

Pero las idolatrías sólo engendran gente dispuesta a matar mediante métodos cobardes (un venenito por aquí, un bombardeo con drones por allá), nunca a morir generosamente en defensa de los hijos (para entonces hormonados) o de la patria (para entonces un conglomerado plurinacional). Más pronto que tarde lo comprobaremos; pero cuando llegue ese día los figurines que hoy apelan vacuamente a los «valores democráticos» exclamarán prosternados: «¡Alá es grande!».

ABC – 28/03/16 – JUAN MANUEL DE PRADA