Queda un año

Todavía se mueven agarrotados por el miedo a la escisión. Otegi lo ha reconocido. El pánico a la ruptura interna ha paralizado al mundo de Batasuna durante años. Si no da la espalda a ETA, seguirá demostrando que forma parte de la razón de ser de ésta. Romper es el único paso decisivo que puede dar.

Los dirigentes de la ilegalizada Batasuna saben que están midiéndose en una carrera contra reloj con el inconveniente de que su ritmo para romper con ETA está siendo demasiado lento y engañoso. Les queda poco tiempo y lo saben. Tan sólo un año para volver a ‘engancharse’ a las instituciones locales después de su expulsión del pulso electoral del Parlamento vasco en las últimas elecciones autonómicas. Y a juzgar por sus movimientos de pieza tan recurrentes en este juego tedioso, persiste la duda en torno a su papel en esta historia. ¿Son ellos, los de Batasuna, quienes no son capaces de cortar el cordón umbilical con la organización terrorista de la que han dependido toda su vida? O, por el contrario, ¿se están prestando a servir de anzuelo de ETA para volver a la comodidad de la política institucional?. Lo que sí ha quedado demostrado después de este fin de semana es que lo único que han sido capaces de hacer por ahora es emplazar «a ETA y al Gobierno español» como si ellos, que son parte, se situaran en la calle de en medio llamada equidistancia.

En EA y Ezker Batua (antes Izquierda Unida) han querido ver «un paso» en la última declaración de Batasuna. Pero, independientemente de las reacciones descaradamente calculadoras o demasiado ingenuas, el documento que los dirigentes de Batasuna -que van apareciendo cíclicamente ante la Prensa en lo que llevamos de curso político- dieron a conocer el sábado en Pamplona ha dejado a la mayoría de la clase política instalada en la más absoluta atonía. Se les ha dado ya tanto tiempo para liberarse del lastre de la violencia, desde el arco político democrático, que el descreimiento ha ido tomando cuerpo en los representantes vascos que, a estas alturas, ni se inmutan al leer que la izquierda abertzale apuesta por «vías exclusivamente políticas». Por la sencilla razón de que con idénticos mimbres hicieron otros cestos, ya en el 99, cuando dieron su apoyo de legislatura al lehendakari Ibarretxe y ETA, como ocurrió tras la declaración de Anoeta en 2004, volvió a matar.

Y los políticos democráticos no se inmutan porque a estas alturas tan sólo esperan hechos. Saben que Otegi, incapaz de convencer a ETA de que no cometiera atentados, tuvo que pedir a los agentes internacionales que terciaran en la escena, confiando en que su influencia hubiera sido más eficaz que la suya propia. De momento, ni caso. Los penúltimos «optimistas escarmentados» (en el partido socialista hay unos cuántos) que llegaron a creer, hace meses, que esta vez se llegaba al final de ETA porque Batasuna lograba dar el golpe de timón, han caído en un reconocido desánimo. En el PNV, que el pasado mes de octubre caminó junto a destacados portavoces de Batasuna en una manifestación de apoyo a Otegi que terminó siendo un clamor a favor de ETA, siguen manteniendo la puerta abierta, por si acaso. Se entrevistan con los portavoces de la izquierda abertzale, les escuchan con el máximo interés desde que ven en ese mundo un trabajo de campo en el que EA ha avanzado ya bastantes posiciones, pero no parece que de esas conversaciones se haya producido ningún resultado de los esperados. ¿Conversaciones inútiles? Pensando en la derrota de ETA sí parece una pérdida de tiempo.

Pero hay otros intereses electorales en juego. No habrá gustado nada en el PNV oír al veterano portavoz de Batasuna Tasio Erkizia hablar en nombre de «los nacionalistas vascos». Lo hizo en Cataluña para decir, por cierto, que los suyos están dispuestos a respetar lo que diga el pueblo. Se refería, claro está, a las consultas sobre la independencia. Pero podría empezar la casa por los cimientos y exigirle a ETA que respete «la palabra del pueblo» que lleva algunas décadas reclamando el fin del terrorismo. Erkizia ha quedado con el tiempo convertido en la viva imagen de la decadencia política de un movimiento que logró reunir un importante capital social y que, de haberse desenganchado de la violencia a tiempo, habría tenido posibilidades de consolidar un espacio político.

El que fue compañero de escaparate mediático de Jon Idígoras y Txomin Ziluaga representa ahora la inútil expectativa de tantos años: que ETA deje paso a la política. Un ilustre compañero de coalición que dejó las filas del entorno y fue señalado, en su día, como «cáncer liquidacionista» decía entonces que para avanzar en la institucionalización del movimiento abertzale había que cortar algunas amarras. «No se puede hacer una tortilla sin romper huevos».

Todavía se mueven agarrotados por el miedo a la escisión. Otegi lo ha reconocido en varias ocasiones. El pánico a la ruptura interna ha tenido paralizado al mundo de Batasuna durante todos estos años. Si ETA, que está atravesando uno de sus peores momentos gracias al acoso policial y judicial, se resiste a terminar su abominable historia, Batasuna tendría que darle la espalda. De lo contrario, seguirán demostrando que forman parte de su razón de ser. Romper. Es el único paso decisivo que puede dar la llamada izquierda abertzale para afrontar su cambio.

Tonia Etxarri, EL CORREO, 26/4/2010