Queremos saber

ABC 23/02/17
LUIS VENTOSO

· Comidas secretas con un enemigo declarado

TODOS sabemos cómo funcionaba el trueque. Cómo se fue desguazando el Estado hasta llegar a la abierta rebelión separatista desde las instituciones que padecemos hoy. Si PP o PSOE no lograban mayoría absoluta, pasaban por taquilla del sensato Jordi Pujol, nacionalista, sí, pero saludado entonces como hombre de Estado, un Yoda que con su seny ponía coto a las veleidades separatistas. Pujol carraspeaba, farfullaba dos o tres frases incomprensibles, pero que parecía profundas, y otorgaba su plácet al gobernante de turno a cambio de más competencias y dineros para Cataluña (que de algún sitio se detraían, por ejemplo del olvidadísimo Noroeste de España, donde el AVE no está ni se lo espera en breve). González y Aznar pasaron por caja. Zapatero, con entusiasmo. Se suele olvidar que la última reforma de la financiación autonómica se la dictó Mas entre visillos monclovitas. Acto seguido, Artur agradeció el entreguismo de Zapatero desatando la pesadilla en que vivimos.

Pero entre los chalaneos con Pujol y lo actual había una diferencia sustancial. Aunque ahora sabemos que el honorable era un corrupto, en apariencia se plegaba a la Constitución y no amenazaba a la brava con la independencia. Hoy, en cambio, las autoridades catalanas protagonizan una sublevación abierta contra España. Todos los días, el presidente Puidgemont, ERC y el grupo antisistema que los sostiene, CUP, reiteran que digan lo que digan las autoridades, los jueces y las leyes españolas, ellos vulnerarán la legalidad para alcanzar la independencia. Este pulso golpista es insólito en cualquier democracia occidental. Jamás se les ocurriría a los separatistas escoceses pisotear las reglas constitucionales británicas.

El 11 de enero, solo seis días antes del desprecio a la conferencia de presidentes, Rajoy comió en secreto en La Moncloa con el presidente Puigdemont, un sedicioso orgulloso y declarado. Esa reunión plantea dudas a muchos españoles, que ven bien hablar, pero con focos y sin barajar premios a los sublevados:

–¿Por qué recibe el presidente en secreto a uno de los mayores enemigos de España? Si no le va a ofrecer nada vergonzante, ¿por qué el secretismo?

–¿No supone un menosprecio al pueblo español que su presidente le oculte una reunión con el mandatario catalán, en un momento en que la amenaza separatista de ese interlocutor es máxima?

–¿No escucha Rajoy las proclamas diarias de los separatistas enfatizando que solo aceptan la independencia? ¿Por qué reuniones secretas con quien ya nada quiere de ti salvo destruirte?

–Si Rajoy sopesa ofrecer más dinero a la Generalitat, ¿no tenemos derecho los españoles a saber cuánto y a costa de qué otras partes de España?

–Si Rajoy sopesa más competencias, ¿no sabe que ese camino nunca ha templado al nacionalismo y solo ha servido para debilitar al Estado?

–Si lo único que tenía que decirle es que no autorizará un referéndum, no hacían falta almuerzos secretos. Ningún presidente de España puede permitir una consulta que prohíben las leyes españolas, salvo que esté dispuesto a delinquir (o se apellide Sánchez).