¿Quo vadis PSOE?

NICOLÁS REDONDO TERREROS, EL ECONOMISTA – 08/09/14

Nicolás Redondo Terreros
Nicolás Redondo Terreros

· El reto es cambiar el partido para que sea un instrumento de las reformas.

Estos últimos años elEconomista me ha permitido expresar mis opiniones con absoluta libertad y entre mis preocupaciones no ha sido menor el rumbo que está tomando la socialdemocracia española y concretamente el futuro del PSOE. Por este motivo, el lector sabrá que lo que hoy escribo no es por miedo al fenómeno Podemos, que en todo caso no hace más que fortalecer mi tesis sobre la necesidad de cambio y de adaptación de los socialistas españoles a las nuevas realidades sociales, económicas y culturales.

Deseo que el nuevo secretario general del PSOE acabe con un periodo de ocurrencias más que de ideas, de amiguismo en la elección de cargos, sin respetar mínimamente méritos profesionales, académicos o políticos -el mejor ejemplo de este fraude en la elección de representantes, por su desmesura, fue colocar a Ramón Jáuregui, uno de los mejores profesionales de la política en la más noble acepción del término, en el segundo puesto de la lista a las elecciones europeas-; de enfrentamientos subterráneos, que impedían los debates públicos, y de una dedicación obsesiva a los problemas orgánicos del partido ocultando la falta de ideas y proyectos. El nuevo periodo debe permitir una definición clara de lo que quieren y buscan los socialistas en estos momentos de confusión, de interrogantes y de «profetas que van por los caminos ofreciendo la redención a la humanidad», igual que en otros tiempos que vieron saltos de la historia parecidos a los que estamos viviendo.

¿Es exclusivamente un partido de clases cuando éstas se difuminan y son sustituidas por grupos y bolsas de personas que reaccionan solidariamente y muy intensamente ante problemas concretos, pero durante un tiempo muy determinado? ¿Es un partido reformista o partidario de volver a empezar como los partidos revolucionarios, que los hay, aunque estratégicamente lo oculten? ¿Es un partido capaz de entender que los procesos sociales y culturales iniciados por la revolución tecnológica se llevarán por delante todo lo que se les oponga o se aprestará a condicionar, conducir y liderar esos cambios? La tentación dominante hasta ahora ha sido la de refugiarse en las cuatro consignas del siglo XIX, tan caducas e inservibles como el telégrafo. En otras palabras, ¿serán capaces de adaptarse al ritmo de los vertiginosos tiempos que vivimos o se convertirá en un partido conservador y misoneísta?

Retos

Estos son los retos que tiene que enfrentar el nuevo secretario general de los socialistas españoles y todo ello acompañado de un día a día frenético y unas sombras del pasado que tienden a perpetuarse. Justo unas semanas antes de ser elegido resultó, yo creo que de forma artificial y artera, que el PSOE podía convertirse en un serio peligro para la Monarquía, aunque al final fue más el ruido que las nueces. Pero el fantasma del republicanismo radical del Partido Socialista, creado para que algunos jugaran a ser estadistas, se salvó con un partido de Gobierno que parecía ser una cosa y votar otra, ni republicano ni monárquico, ni «chicha ni limonada».

Esta herencia es la que tiene entre manos Sánchez. También antes de ser elegido y aún de ser relevante, el PSOE, con el intervalo del periodo de gobierno, pasó de Santillana del Mar a Granada, desfiló por tres modelos territoriales de Estado: el que sustituía la resolución de Cantabria, el de los nuevos Estatutos y el de la España federal. Me pregunto qué partido con vocación de alternativa es capaz de mantener una confusión de esta magnitud en la organización territorial de su país y en la forma de Estado, siendo más preocupante si tenemos en cuenta las poderosas fuerzas centrifugas de naturaleza nacionalista.

No me extraña que este confusionismo haya dado alas a nacionalistas independentistas, a partidos de claro corte republicano y a organizaciones políticas antisistema. El desafío del nuevo dirigente del PSOE es que está obligado a resolver a la vez todos los problemas y retos, los del día a día y los estratégicos. Me voy a permitir darle un consejo: la mejor forma de homenajear a nuestro Pablo Iglesias, de ponerse a su altura histórica, es hacer los cambios ideológicos y aún orgánicos que nos demanda este nuevo tiempo. No se trata de mencionarle continuamente, sino de cambiar para volver a ser un instrumento para las reformas que nuestro país necesita.

Nicolás Redondo, presidente de la Fundación para la Libertad

NICOLÁS REDONDO TERREROS, EL ECONOMISTA – 08/09/14