Rajoy y Sánchez deben apartarse por el bien de España

EL MUNDO – 01/02/16 – EDITORIAL

· España no se puede permitir una continuación de la situación de bloqueo que está viviendo, provocada por la incapacidad de los partidos de llegar a acuerdos para formar Gobierno. Los ciudadanos tienen la sensación de que sus representantes no pueden encontrar una salida y de que esa parálisis podría alargarse durante meses. La pregunta que se hacen hoy millones de españoles es cómo podemos salir de este impasse sin acudir nuevamente a las urnas, lo que implicaría llegar hasta el próximo verano sin Ejecutivo, dañaría seriamente la credibilidad internacional de nuestro país y pondría en riesgo la confianza de los mercados y la recuperación económica.

Nadie tiene una varita mágica para resolver este problema, pero parece cada día más claro que el antagonismo político y la enemistad personal entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez suponen un grave obstáculo para llegar a un pacto de Estado que permita la gobernabilidad de este país. Esto ya se pudo constatar en el debate durante la campaña electoral, en el que el líder socialista insultó en repetidas ocasiones al todavía presidente del Gobierno, con una acritud impropia de un dirigente que aspira a representar a todos los ciudadanos.

Llegados a este punto, los intereses de España deben estar por encima de las legítimas ambiciones personales de los líderes de los dos principales partidos. Si no son capaces de desatascar la situación tras la nueva ronda de consultas del Rey, Rajoy y Sánchez deberían renunciar a ser candidatos a la presidencia, cediendo su capacidad de interlocución a otros dirigentes de sus respectivos partidos.

El país necesita un cambio que permita romper el nudo que impide el diálogo entre las dos mayores fuerzas políticas para llegar a un acuerdo reformista que defienda la unidad de España, impulse la regeneración de la vida pública, facilite medidas económicas que consoliden la todavía frágil recuperación, cimente una política exterior consensuada y mande un mensaje de estabilidad al resto del mundo.

El caso de Rajoy es especialmente polémico porque ganó las elecciones, aunque fuera con una importante pérdida de votos. Pero el líder popular no puede aspirar a salir investido como presidente porque, como él mismo reconoció con lucidez, hay 180 diputados que han dicho que van a votar en su contra. A pesar de su buena voluntad y sus reiteradas ofertas de diálogo a la oposición, Rajoy se ha convertido en el principal obstáculo del gran acuerdo que reclama la mayoría. Pero también pesa en estos momentos el hecho de que no ha sido capaz de frenar la corrupción en su partido, como demuestra el último escándalo de Valencia. Ello ha dañado su credibilidad y su liderazgo en este proceso de formación de un nuevo Gobierno y pone muy difícil a Ciudadanos avanzar en las conversaciones con el PP para llegar a algún acuerdo.

La retirada de Rajoy daría credibilidad a las intenciones de cambio del PP y dejaría sin excusa al PSOE para poder negociar un gran pacto de Estado. Supondría, además, la mejor oportunidad de iniciar un proceso de renovación y de limpieza interna del partido, que cada día parece más inaplazable. Los populares tienen políticos de demostrada valía que podrían liderar ese proyecto. Nadie es imprescindible en esta nueva etapa. Los intereses de los ciudadanos sí lo son.

Sacrificio personal

No faltará quien subraye que es injusto que Rajoy tenga que abandonar sus aspiraciones a formar Gobierno cuando ha sido votado por 7,3 millones de ciudadanos, que al depositar su papeleta en la urna le estaban confiando esa responsabilidad. Sólo podemos rebatir este argumento con la réplica de que hay situaciones que exigen un sacrificio personal en aras del interés de la mayoría. El presidente del PP debería dar un paso atrás por el bien de España, aun aceptando que no está obligado a hacerlo. Como publicamos hoy, ya han surgido en su partido algunos dirigentes que están a favor de que renuncie a ser candidato en favor de otra persona de consenso en bien de los intereses generales.

El caso de Pedro Sánchez es distinto. Dada su obstinación en negarse a negociar con el PP y su estrategia de buscar un acuerdo con Podemos, debería haber sido la dirección de su partido quien le forzara a renunciar a presidir el Gobierno. Sánchez ha obtenido unos malos resultados electorales, los peores de la historia del PSOE, y no parece lógico que aspire a formar una mayoría con un partido que pretende destruir el suyo y que no comparte el mismo modelo de Estado. Ahí está el ejemplo contrario de su compañero, el socialdemócrata Sigmar Gabriel, que optó por aliarse con Angela Merkel en lugar de Die Linke, la extrema izquierda antisistema.

Su intención de pactar con Podemos suscita el rechazo de un sector del Comité Federal, como se pudo ver el pasado sábado, y de la vieja guardia del PSOE, encabezada por Felipe González, que considera que pactar con Podemos supondrá la destrucción a largo plazo del partido.

También nos parece un grave error su decisión de someter a consulta entre las bases los acuerdos para gobernar, ya que es precisamente para éso para lo que ha sido elegido. Todo indica que pretende blindarse con la opinión de los militantes de un posible rechazo del Comité Federal.

El PSOE se enfrenta a la oportunidad de romper la vieja dialéctica de confrontación que tanto daño ha hecho a este país y de ser el pivote de un Gobierno que pueda dar estabilidad económica y acometer las grandes reformas que necesita España.

El pasado miércoles, Rajoy ofreció a Sánchez un acuerdo que pasaba por el apoyo del PSOE a su investidura a cambio del respaldo del PP a los gobiernos socialistas en Ayuntamientos y comunidades en las que dependen de Podemos. No era un planteamiento acertado, pero lo que llamó la atención fue la tajante y agresiva respuesta de Sánchez, que amenazó con decirle verdades muy incómodas a Rajoy si era convocado de nuevo a La Moncloa. Lo mínimo que se le puede pedir al líder de la oposición es que escuche la propuesta del presidente de su país.

Aferrado al «no»

Ha quedado claro, por activa y por pasiva, que Sánchez no está dispuesto a llegar a un acuerdo con el PP pese a que este partido fue el más que más escaños obtuvo con un amplia ventaja sobre el PSOE y pese a los gestos de Rajoy de tender la mano a una negociación sin líneas rojas. También el líder socialista se ha convertido en un obstáculo para los intereses del país y debería marcharse, aceptando el pobre resultado electoral y la realidad de que el pacto que busca sólo daría inestabilidad al país.

Lo realmente importante en estos momentos no son las personas sino el proyecto político que permitiría articular un Gobierno de coalición formado por el PP, PSOE y Ciudadanos, unido en torno a un programa de reformas y un calendario legislativo. Este Ejecutivo contaría con una amplia mayoría parlamentaria y dispondría de la estabilidad y la fuerza que necesitamos para responder a retos como el desafío del independentismo catalán, que ha decidido proseguir su hoja de ruta, la consolidación del crecimiento económico o la amenaza del terrorismo islámico. Los españoles hemos avanzado cuando hemos buscado soluciones juntos, aunque nuestros políticos parezcan haberlo olvidado. Es hora de volver a poner los intereses de los ciudadanos por encima de todo lo demás.

EL MUNDO – 01/02/16 – EDITORIAL