ABC-IGNACIO CAMACHO

Al liquidar el marianismo, Casado ha blindado su equipo para resistir el ERE político que va a sufrir su partido

EL PP va a sufrir en las próximas elecciones un ERE político. Incluso aunque alcance el poder al frente de un tripartito, perderá por el camino un número relevante de parlamentarios en el Congreso y en las autonomías, y de concejales en los municipios. Esa clase de regulaciones de plantilla preocupan mucho en los partidos, que al fin y al cabo son máquinas de colocar adictos. Con esa perspectiva, Pablo Casado ha decidido rodearse de un círculo de pretorianos en el que más allá de Ana Pastor no queda sitio para los restos del marianismo, ni menos para esos sorayistas que en realidad no formaban una tendencia sino un grupo sobrevenido de colaboradores y exministros. Como en todo proceso de renovación, o de depuración, no van a faltar disidentes ni críticos, pero nadie le puede negar al líder popular el derecho de hacer su propio equipo. El tiempo de Rajoy ha pasado y su herencia es un centro-derecha dividido que ni es posible reconstruir a corto plazo ni en todo caso lo podrían hacer los mismos.

Otra cosa es que funcione la moda de los fichajes. El tirón del prestigio de ciertas personalidades tiene sentido en las elecciones de proximidad, cuando se trata de elegir, por ejemplo, a un alcalde. Pero en las generales no hay más que un cartel, que es el del aspirante a la Presidencia, y los demás son en la práctica meros figurantes que sirven de atrezo humano para hacer las listas más presentables, aunque disponen de muy relativa capacidad de arrastre. A la mayoría de la gente le importan poco las cabeceras provinciales, y si no le gusta el candidato nacional no lo va a votar porque lleve un número dos brillante. En la temperatura de la confianza social apenas influyen las aportaciones individuales, que en la política actual se relacionan más con la popularidad mediática que con otras cualidades y en ocasiones desmotivan el trabajo silencioso de los militantes. El relumbrón de los notables gusta mucho al periodismo pero su importancia real suscita bastante debate.

La clave está en el liderazgo, y en ese aspecto es donde se la juega Casado. El desplome del bipartidismo otorga un valor muy variable a los resultados, de tal modo que una misma cifra puede constituir un éxito o un descalabro. Pedro Sánchez –como Juanma Moreno en Andalucía– es presidente después de haberse dejado en las urnas una tercera parte de votos y escaños. El jefe del PP aún no es del todo reconocible para su electorado, que ha dispuesto de escaso tiempo para descifrarlo. Su reto es el de encontrar un tono y un mensaje de campaña que clarifiquen su espacio en un bloque ideológico fragmentado. Y su desgracia, que no depende de sí mismo sino de la facturación conjunta con Vox y Ciudadanos. Las listas eran un paso rutinario para demostrar su determinación de romper con el pasado. Ahora le toca esperar, trabajando, la carambola que separa la victoria del batacazo.