Reino de taifas

JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC 21/03/14

«Si Treviño fuera vasco, no habría ocurrido», ha dicho Olabarría, del PNV. O sea, que lo de ser española no cuenta. ¡Qué desvergüenza!.

Que España necesita un pacto de Estado sobre inmigración lo ven hasta los ciegos, los únicos que hoy ven algo en nuestro país. La situación en Ceuta y Melilla, prácticamente sitiadas por hordas dispuestas a todo –desde el asalto al victimismo– va a más, no a menos.

Pero ¿puede llegarse a un pacto de Estado cuando el objetivo de la oposición en el debate sobre lo ocurrido el 6 de marzo en Ceuta se concentra en conseguir la cabeza del ministro del Interior y, en su defecto, la del director general de la Guardia Civil, la del delegado del Gobierno en la ciudad, y así sucesivamente, hasta el oficial que ordenó el disparo de pelotas de goma? Sin tener en cuenta que las pruebas aportadas no muestran que dichas pelotas causaran la muerte de los 15 ahogados, que pudieron ahogarse bastante antes, ya que sus cadáveres aparecieron en aguas marroquíes. Bastaba contar los que estaban en el agua cuando se dispararon las pelotas y los que llegaron a la playa, para darse cuenta de ello.

Pero eso, los hechos, no interesan a nuestra oposición. Lo único que le interesa es desgastar al Gobierno. Y ya que no tiene argumentos, se los inventa. El caso es, como dice la cabeza de su lista europea, «detener a la derecha», en Bruselas y en España. Como sea y donde sea. Eso no es un pacto de Estado. Es un pacto anti-Estado. Política partidista de la peor especie.

No ocurre solo en la inmigración, sino en todos los terrenos. En economía, como Rajoy se fíe de reuniones como la que acaba de tener con Méndez y Toxo para las nuevas reformas puede despedirse de ellas. En política territorial, acabamos de ver en qué ha devenido el Estado de las Autonomías: en dejar morir a una niña de otra Comunidad, mientras prestamos asistencia médica a los inmigrantes irregulares. Algo loable. No loable, en cambio, es que «si Treviño fuera vasco, no habría ocurrido», como ha dicho el parlamentario del PNV Emilio Olabarría.

O sea, que lo de ser española no cuenta. O el ser niña. ¡Qué desvergüenza! En política internacional, están a la espera de cualquier movimiento del ministro del ramo para atacarle, sea en Gibraltar o en Crimea. En política judicial, usan autos contra miembros del PP, sin tener en cuenta los propios. En educación, arremeten contra la ley Wert sin ofrecer nada a cambio. O sea, seguir con planes que han destruido nuestro sistema escolar. Y paro de contar para no aburrirles.

España ha vuelto a los Reinos de Taifas, con el agravante de que aquellos reyezuelos no estaban lastrados por la ideología, que lo complica y ensucia todo. Se comprueba en el Congreso y en las tertulias, donde prevalece no el o la que tiene mejores argumentos, sino el que insulta mejor. Pensar en un pacto de Estado en estas condiciones es tan ilusorio como el sueño de Mas de una Cataluña «libre, próspera, pacífica, separada de España y dentro de Europa». Lo que demuestra, entre otras cosas, que los catalanes son tan ilusos y tan suyos como el resto de los españoles. O más.

JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC 21/03/14