Salvar a la patria cuesta una pasta

En los últimos 30 años, nuestros misioneros políticos han gastado cientos de miles de millones de euros (ajenos, por suerte) para obligar a los catalanes a que sean catalanes. Ya se ve que la cosa no va como la seda. Por eso suenan voces en el Gobierno catalán que estudian una alternativa audaz: emigrar a Zaragoza.

Es una grave injusticia la escasa gratitud pública que mostramos hacia el heroico Gobierno de Catalunya. Lleva ya un montón de años luchando a brazo partido contra los catalanes, tratando de persuadirles para que sean catalanes, pero los catalanes, gente montaraz e insumisa (ya se vio en tiempos de Franco), no se enmiendan.

Lo han intentado por todos los medios, con sermones de altísimo rigor intelectual (ahí ha destacado el joven Herrera de finos aires abaciales), con el ejemplo a la manera de los misioneros en tierra pagana (¡mártir Carod!), y también con la firme mano que sostiene la porra. O sea, con multas, una fruslería, una futesa: entre el 2003 y el 2006 recaudaron 225.225 euros en sanciones contra catalanes con ramalazo español. Los últimos tres años han superado tan tímida cifra, pero no hay datos solventes para no dar armas al enemigo. Considérese que cada multa obedece a una denuncia previa, ya que hay un número discreto de patriotas (lo mejor de la sociedad, no hay que decirlo) que se sacrifican denunciando al prójimo. Una auténtica élite secreta que constituye el escuadrón de choque del social-nacionalismo de Montilla.

Pero no hay descanso. Hoy son los catalanes que tienen el privilegio de poseer salas de cine los que se niegan a catalanizar su negocio. Dicen que el doblaje al catalán les arruinaría, como si eso fuera una excusa. ¿Se imaginan a san Ignacio de Loyola arguyendo que cristianizar la China iba a ser la ruina? Ya se sabe que salvar una patria siempre cuesta dinero. ¡Sobre todo cuando se tiene en contra a la población!

En los últimos 30 años, nuestros misioneros políticos han gastado cientos de miles de millones de euros (ajenos, por suerte) para obligar a los catalanes a que sean catalanes. Ya se ve que la cosa no va como la seda. Por eso suenan voces en el Gobierno catalán que estudian una alternativa audaz: emigrar a Zaragoza. Según expertos profesores de la Universitat Autònoma, los aragoneses están deseando ser catalanes y la capital de Catalunya quedaría preciosa junto a la Pilarica. ¡Les deseamos de todo corazón un gran éxito!

Félix de Azúa, EL PERIÓDICO DE CATALUNYA, 30/1/2010