Sálvese quien pueda

EL CORREO 15/10/14
ALBERTO AYALA

· El sucedáneo de consulta de Mas sólo pretende atenuar el descalabro de CDC en las elecciones anticipadas que se celebrarán en breve
· Si el soberanismo logra la mayoría absoluta en las elecciones, el problema se habrá agravado

Cataluña ha iniciado la cuenta atrás hacia el final de la actual aventura secesionista. De la actual. Quien crea que con ella se extingue el problema soberanista sospecho que se equivoca de raíz. Hace trece meses titulé mi crónica de la Diada de 2013: ‘Cataluña ya es ‘el’ problema’. Pues bien, hoy Cataluña sigue siendo ‘el problema’.

Exhibiciones de prepotencia y promesas de astucia al margen, lo cierto es que el president de la Generalitat sólo tenía dos alternativas al berenjenal político en el que él mismo se metió cuando decidió subirse a la ola independentista tras el Onze de Septembre de 2012. Plegarse a la evidencia, respetar la legalidad y renunciar a la consulta ilegal del 9 de noviembre. O bien, desobedecer –como le pedían ERC y las CUP–, seguir adelante hasta el final, forzar así su inhabilitación y quién sabe si algo más, y pasar a la Historia como el gran ‘mártir’ político del catalanismo del siglo XXI; el primero que intentó en serio escindir el Principado del resto de España.

Puro envoltorio
Artur Mas, un burgués ilustrado, un hombre de orden y de leyes, ha elegido la opción que cabía esperar en alguien de su perfil biográfico: plegar velas. Sí, eso y no otra cosa diferente es lo que ha hecho. Por colorido que sea el envoltorio que ha repartido para anunciarlo. Dentro del aparente caramelo no hay dulce. La política catalana ha entrado en el sálvese quien pueda y Mas, que no sólo no tiene el mejor juego sino que lleva uno de los peores, al menos ha podido ser el primero en lanzarse a la carrera.

El simulacro de consulta que tendrá lugar el 9-N será exclusivamente eso: un sucedáneo. Nada más, pero tampoco nada menos. Los cientos de miles de catalanes que dentro de cuatro domingos acudirán a las urnas, si nada lo impide, algo que todavía no está claro, lo harán sabiendo que su voto carece de recorrido legal, que ninguna cancillería dará por buena su ‘decisión’, pero que tampoco ignorarán los hechos. Será otra exhibición pública del ‘problema’.

Perdón
Si Artur Mas ha elegido esta salida ha sido para tratar de que el electorado soberanista le ‘perdone’ el hecho de no haber aguantado el tirón al Estado hasta el final, como se había comprometido. Es como decirle: lo he intentado, he llegado hasta donde he podido, volver a confiar en mí en las urnas que lo seguiré intentando con armas (sin balas) y bagajes. Y, sobre todo, no os paséis en bloque al genuino independentismo que siempre ha representado ERC, desde que en la Segunda República se le sumó un pequeño grupúsculo llamado Estat Catalá, liderado por Françesc Maciá.

Lo importante llegará inmediatamente después del día 9 y serán unas elecciones autonómicas anticipadas, veremos si de corte plebiscitario. Mas no las quería ahora y Esquerra tampoco hasta que su hegemonía en los sondeos de intención de voto se convierta en poder tangible en las municipales de mayo. Pero al president no le queda otro remedio que convocarlas y sueña con una lista nacionalista conjunta. Una opción de la que los republicanos huyen como de la peste porque quieren verse ungidos por los votos como primera fuerza política de Cataluña.

Esos comicios podrían tener lugar en el primer trimestre del próximo año. La política pequeña concretará los ‘detalles’ en próximas semanas. Y Esquerra tiene casi todos los boletos para imponerse y hacerse con el Govern.

Pero lo relevante de esa llamada a las urnas no es sólo conocer el ganador. Aún más determinantes es saber si los tres partidos soberanistas (CDC, ERC y las CUP), aunque se presenten por separado, concurrirán o no con un mismo programa independentista. Si es así y logran la mayoría absoluta el problema se habrá agravado. No digamos ya si un eventual nuevo Govern de ERC cumple y declara unilateralmente la independencia.

La pelota no puede seguir eternamente en el tejado. La política debe bajarla a tierra lo antes posible y jugar el partido.