JUAN VAN-HALEN-EL DEBATE
  • Mi esperanza y deseo, sin otras credenciales que la experiencia y con ella el colmillo retorcido, es que la derecha reaccione, tenga su propio relato y no asuma, por complejo o cobardía, el relato del adversario

Escribir sobre un tema de gran interés dos días después de producirse resulta reiterar lo ya opinado. El domingo se celebraron elecciones europeas. Solas, a cuerpo limpio, sin el acompañamiento de comicios municipales y autonómicos. Resultado más relevante: la muy baja participación. Recordé aquí el pasado sábado que las elecciones europeas nunca supusieron un referente atractivo para el ciudadano español. ¿Por qué? No me atrevo a aventurarlo. Ganó el PP con 700.000 votos más que el sanchismo, antes PSOE. Luego los medios engrasados dirán lo que quieran. Ya ocurrió el 23-J.

Más allá de los resultados y de las reacciones en caliente me sorprendió que dos personajes relevantes no comparecieran tras el recuento de votos: Pedro Sánchez y Yolanda Díaz. Les comió la lengua el gato. Por el sanchismo, antes PSOE, apareció Teresa Ribera que lanzó una ristra de afirmaciones exageradas o directamente falsas. La capacidad de mentir se contagia como una enfermedad. Sánchez, «el puto amo», lleva desde su primera epístola a los siervos y su retiro meditabundo, amasando trampas para movilizar su voto entre insultos y descalificaciones a la oposición, planteando su anunciada victoria electoral como un plebiscito absolutorio de sus políticas, de la amnistía y contra las dudas judiciales sobre su esposa y ahora también sobre su hermano. Pues ha perdido.

La desaparición de Yolanda Díaz en las teles aquella noche, con lo chulísimo que encuentra aparecer en ellas, probablemente se deba a que en cada elección se demuestra más su error al convertirse en larga mano de Sánchez traicionando a quienes la llevaron hasta él. Para el delicado momento que vive el residente en Moncloa Yolanda ya no le sirve. Y como, de hecho, no puede gobernar por carecer de apoyos reales y seguros para ello, pronto olvidará a esta política sobrevalorada que ha conocido tantas derrotas como cambios de disciplinas políticas. Yolanda acabará en el sanchismo orgánico, antes PSOE, si le da tiempo.

Me preocupa la derecha que a cada paso se convierte más en la gran coartada de Sánchez. La derecha ha asumido el relato de la izquierda y ha caído en sus trampas. Es el relato del adversario. Ya lo reflexionó George Lakoff en «No pienses en un elefante». La derecha se enfrenta a sí misma y parece restarle importancia. Trataré de explicarme. No me refiero a las reiteradas descalificaciones de Vox al PP durante toda la campaña, aunque no entiendo el ataque a una formación con la que se comparten gobiernos, sin problemas apreciables, en cinco comunidades autónomas y en numerosos ayuntamientos. Quien me preocupa es Abascal, a quien conozco desde hace muchos años, que no parece percatarse de alguna cuestión palpitante.

A Vox le ha salido un competidor a su derecha, el pintoresco «Se acabó la fiesta», que ha conseguido, sin estructura ni historia, 800.763 votos y 3 escaños, sólo 11.545 votos menos que Sumar. Vox ha sumado 284.534 votos y sube 2 escaños. El PP sube 1.443,869 votos, 9 escaños más, y el sanchismo, antes PSOE, pierde 2.108.496 votos, y 1 escaño. Creo que las cifras quedan claras. Se ve quién gana y quién pierde. Sánchez no ha ganado ninguna elección desde su manipulada moción de censura en la que mintió porque el PP no fue condenado por corrupción; el asunto se refería a dos municipios madrileños y fue aclarado posteriormente por el Tribunal Supremo. Pero sigue repitiéndose como si fuese cierto. El único partido condenado por corrupción en España desde el acceso a la democracia es el PSOE desde el célebre caso Filesa.

En Europa ha crecido lo que, para entendernos o desentendernos, se considera extrema derecha. Y en algunos países, como Italia y Alemania, entre otros, la crecida ha sido importante. En Francia, Macron ha convocado elecciones generales, que no tocaban hasta 2027, porque su partido ha sido lapidado por la formación política de Le Pen. «No podría fingir que nada habría ocurrido», dijo Macron. Y aquí Sánchez cuando pierde elecciones sale diciendo que las ha ganado y sus rebaños aplauden hasta con las orejas. En España los que se consideran asimilables a los triunfadores europeos se han quedado en cotas mucho más modestas.

Mi esperanza y deseo, sin otras credenciales que la experiencia y con ella el colmillo retorcido, es que la derecha reaccione, tenga su propio relato y no asuma, por complejo o cobardía, el relato del adversario. Es lo que viene ocurriendo. Se admite, de escucharlo tanto, que tenemos un Gobierno apoyado por una coalición progresista. ¿PNV, arcaico, y Junts, antiguo pujolismo, son progresistas? A otro perro con ese hueso, que dirían en el patio de Monipodio. Y la oposición no recibe sino fango del sanchismo asimilándola globalmente como ultraderecha. ¿Tantos millones de ultraderechistas hay en España? Las mentiras del sanchismo son patéticas. Mientras, Sánchez no puede salir a la calle ni para votar sin que le abucheen.

Cuando el espacio de la derecha centrada se divide, Sánchez gana. Una persona forma un grupo sin aparato alguno detrás, y consigue tres escaños en el Parlamento Europeo. ¿Cuál es su ideario? ¿Qué soluciones propone? ¿Conoce los pasos de la Constitución Europea? La acción política debería ser más rigurosa, y porque no lo es surgen fenómenos como éste. Sánchez se vale de la división progresiva de la derecha para mantenerse en el Gobierno.

Después del domingo parece evidente que muchos millones de españoles tienden a tragarse el relato falso de Sánchez o, si se consideran de izquierdas y les asquea lo que viven, no votan. Mientras, la derecha constitucional, que es toda, asume el relato que conviene a Sánchez. Hay que desenmascarar a Sánchez, el perdedor. No caer en sus trampas. Si se quiere una alternativa, pónganse de acuerdo los partidos afectados cada uno desde su posición. Y si la izquierda emplea la amenaza contéstese con contundencia y sin miedo.

  • Juan Van-Halen es escritor y académico correspondiente de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando