Sánchez se aferra al ‘no’ y aboca a España a unas terceras elecciones

EL MUNDO  03/08/16
EDITORIAL

LA REUNIÓN de ayer entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, aunque en un clima más distendido que en la legislatura anterior, no sirvió para alimentar la esperanza de desbloquear la formación de Gobierno. Porque, pese al explícito ofrecimiento a negociar por parte del presidente del Gobierno en funciones, el líder del PSOE mantuvo su rotundo rechazo tanto a facilitar la investidura de Rajoy como a explorar un eventual acuerdo que dé estabilidad al próximo Ejecutivo. Esta cerrazón podría abocar a España a unas terceras elecciones. Pero, en todo caso, supone perpetuar una situación de interinidad en la que los intereses personales o partidistas siguen primando sobre los desafíos de envergadura a los que España debe hacer frente en la presente legislatura.

En un cambio notable de actitud, Rajoy se abrió ayer a pactar con el PSOE. Pero no lo hizo con afirmaciones genéricas, sino planteando la formación de una mesa de diálogo y cuatro grupos de trabajo con equipos negociadores de ambas formaciones. Además, ofreció a Sánchez negociar sobre la base de los ocho puntos que acordó el Comité Federal del PSOE el pasado 28 de diciembre. En aquella resolución, el máximo órgano socialista entre congresos exigía un gran pacto por la «recuperación justa»; un plan para generar empleo de calidad; una reforma del sistema fiscal, un nuevo modelo energético; la «reconstrucción» del Pacto de Toledo; y la apertura de una ponencia para reformar la Constitución; además de acuerdos en educación, regeneración democrática, Estado del bienestar, violencia de género e integración europea.

Rajoy advirtió ayer de que no basta con sacar adelante la investidura, sino que además hace falta que PP y PSOE rubriquen una serie de compromisos que garanticen una mínima estabilidad al nuevo Gobierno. En todo caso, su ofrecimiento a Sánchez constituye un paso sustancial en la buena dirección a la hora de abrir el diálogo. Y, al mismo tiempo, deja al líder socialista sin coartada para seguir zahiriendo a Rajoy por su supuesto inmovilismo, en la medida que la negociación partiría de la hoja de ruta que fijó el propio PSOE.

Pero, en un gesto de desprecio al paso dado por el candidato popular, Pedro Sánchez volvió a reiterar su negativa a apoyarle y limitó el margen de acuerdos con un futuro gobierno del PP a «puntuales» asuntos de Estado. Pese a que las voces dentro del PSOE para facilitar la formación de Gobierno no paran de crecer –entre ellas, la de Felipe González–, el secretario general del PSOE sigue aferrado al no igual que lo estaba el 21 de diciembre, como si no hubiera pasado nada desde entonces. Su contumacia puede tener consecuencias nocivas tanto para el país como para su partido.

Rajoy no quiso concretar ayer si se va a someter a la investidura en caso de no disponer de los apoyos necesarios. Creemos que se trata de un paso indispensable, pese al riesgo de fracaso. Su indefinición no ayuda a desbloquear la formación de Gobierno, como tampoco lo hace la hipocresía del líder socialista, obcecado en obstaculizar la investidura de Rajoy al tiempo que se muestra incapaz de aclarar si presentaría su candidatura en caso de que el presidente en funciones fracase en su intento.

España acumula ya más de siete meses con un Gobierno en funciones. Ello no sólo erosiona la imagen exterior del país, sino que impide afrontar los retos pendientes, ya sea en materia territorial –especialmente tras el desacato del Parlament al TC– o económica, con asuntos de tanta trascendencia como la aprobación del techo de déficit y los Presupuestos, y el nuevo Plan de Estabilidad. De ello depende evitar una sanción de Bruselas de 6.100 millones de euros.

Albert Rivera, que hoy se reunirá con Rajoy, pidió a Sánchez que negocie la abstención del PSOE. Lo que evitó confirmar es si Ciudadanos valorará pasar de la abstención al sí. Y los tres partidos constitucionalistas, como hemos defendido reiteradamente desde este periódico, están obligados a abandonar sus posiciones maximalistas para superar el bloqueo. Lo contrario no hará más que acentuar el hastío ciudadano y el fracaso de una clase política refractaria a los acuerdos de largo alcance.