Sangre extranjera, orgullo español

EL MUNDO 12/07/14

· Los hijos de inmigrantes se sienten españoles
·  En Francia, las segundas generaciones de inmigrantes prendieron las banlieues. Aquí pintaron sus mejillas de rojigualda con el Mundial.
· Ocho de cada 10 adolescentes nacidos en España de padres extranjeros dicen sentirse españoles.

Así lo manifiestan los jóvenes sondeados para una investigación realizada en dos tandas que ayer se presentó en Madrid. Cuando a esos mismos chicos y chicas se les entrevistó en 2008, tenían entre 13 y 15 años y el 77% de ellos dijo sentirse español. Cuatro años después, cuando ya han cumplido entre 17 y 19 años, ese sentimiento de pertenencia al país que acogió a sus padres subió cuatro puntos porcentuales, hasta el 81%.

Los resultados del estudio Crecer en España. La integración de los hijos de inmigrantes, publicado por la Obra Social la Caixa, han sorprendido a los investigadores, que consideraban que lo previsible hubiera sido que la crisis, los recortes y el paro hubieran mermado el orgullo nacional de la llamada segunda generación de inmigrantes. Pero, por el contrario, estos chicos cada vez se sienten más desacomplejadamente españoles y no parecen muy interesados en reafirmar su identidad recuperando las señas de sus antepasados, como ha ocurrido en Francia, Reino Unido o Alemania.

El trabajo, realizado por la catedrática de la Universidad Pontificia de Comillas (Madrid) Rosa Aparicio y por el catedrático de la Universidad de Princeton (EEUU) Alejandro Portes, llega a la conclusión de que cuanto más tiempo llevan estos chicos en España, más españoles se ven. Ocurre incluso con los adolescentes nacidos directamente en otro país, que tienen un sentimiento identitario menos fuerte. Si, en 2008, el 22% de ellos se definía como español, ese porcentaje subió en 2012 hasta el 43,6%.

Esta investigación, la primera que retrata en profundidad a la segunda generación de la inmigración y persigue a sus protagonistas durante varios años, no entra a indagar en la razón de este inesperado auge patriótico entre los adolescentes, pero otros expertos apuntan a este diario algunas posibles causas.

Antonio Izquierdo, catedrático de Sociología en la Universidad de La Coruña, lo relaciona con que aquí no se hayan intensificado el populismo y la xenofobia, a diferencia de lo que ha sucedido en la UE. «La propia diversidad de este país que todavía llamamos España acoge a este plus de diversidad que supone la inmigración de manera más pacífica que naciones más homogéneas, como Francia. Además, los españoles tenemos una clara cultura migratoria: a principios del siglo XX nos marchamos a América y en los 60 emigramos a Europa. Nos sentimos cómodos en la diversidad y convivimos con ella de forma razonable. Diversidad sobre diversidad pincha menos que diversidad sobre homogeneidad», señala.

En la misma línea, Joaquín Arango, catedrático de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid, habla de las «virtudes integradoras de la sociedad española, que hacen que los venidos de fuera se sientan más acogidos que en otros países».

Jaume Lanaspa, director de la Obra Social la Caixa, apunta que, a diferencia del modelo asimilacionista francés (que impone la cultura del país a los llegados de fuera) y el modelo multiculturalista británico (que respeta la cultura de origen pero obvia la propia), el «modelo intercultural» español «permite tener distintos elementos de pertenencia». «La ciudadanía es más abierta y tolerante y, ante el extranjero, tenemos más curiosidad que rechazo. No se hace demagogia, se impulsan políticas de Estado y hay un acuerdo tácito de todos los grupos parlamentarios en relación a la inmigración».

Quizá como consecuencia de esta mejor acogida, los jóvenes de origen inmigrante responden portándose igual o incluso mejor que los hijos de españoles. El estudio da cuenta de un índice de «adaptación problemática» construido a partir de varias variables: abandono de los estudios, abandono del hogar, paro, cárcel, arresto y embarazos tempranos. El 78% de los hijos de extranjeros no registró ninguno de estos incidentes, frente al 76% de los hijos de españoles. Una encuesta similar realizada en EEUU dice que las segundas generaciones allí son más conflictivas.

La investigación española indica, por otro lado, que los hijos de los inmigrantes se sienten tan poco discriminados como los hijos de los españoles. Con una única excepción: el caso chino. El 75% de los miembros de este colectivo, reciente pero muy numeroso, dice que sus hijos adolescentes sufren discriminación. ¿Por qué?
«Yo creo que hay algo en su cultura que les hace ser más sensibles a la percepción de discriminación… Y, como es una comunidad más endogámica, es más fácil que se sientan menos integrados», responde Joaquín Arango.

El estudio refleja también que el 32% de los adolescentes chinos abandona antes de tiempo los estudios, frente al 15% de los hijos de los inmigrantes en general. Rosa Aparicio, responsable de la investigación, dice que es «por una fuerte orientación empresarial para trabajar en los negocios de los padres». Eso sí, «los que permanecen en la escuela son los que luego tienen un mejor desarrollo y más probabilidades de seguir estudios avanzados y de tener un rendimiento bueno».

En EEUU, los chinos forman el colectivo con más motivación de logro a nivel académico. Aquí perciben que el esfuerzo no siempre obtiene recompensa. Y por eso, quizá, dejan de estudiar. En sus trabajos, son de los mejores pagados.