Servir desde la oposición

No debe menospreciarse la labor de la oposición. Bien desde Ajuria Enea o desde La Moncloa, a nuestros gobernantes les incordia que la oposición cumpla con su deber de leerles la cartilla. Un deber que no es poner reparos a la gestión del gobierno sino controlarlo. Un servicio a la ciudadanía tan importante como el de quien ostenta el poder.

La reflexión en voz alta que formuló Mariano Rajoy, en su comparecencia en un foro de Madrid ante empresarios, políticos y periodistas, cuando criticaba los Presupuestos del presidente Zapatero, viene a cuento del concurso que los políticos suelen hacer de su sentido patriota de la vida. «Desde la oposición también se puede servir a España», dijo el líder popular. Como si quisiera contrarrestar el concepto del servicio a la patria como potestad exclusiva del gobierno.

¿Quién sirve más a los ciudadanos?, ¿el que tiene el deber de gestionar o quien controla los abusos del poder? Cuando Euskadiko Ezkerra llegó al Gobierno vasco y a muchos puristas se les cayó la imagen idílica de su partido, el portavoz de la época, Xabier Markiegi, aclaró la cuestión: «nuestro partido también tiene aspiraciones de poder». Lógico. ¿Y quien no? . Al líder de Ezker Batua (antes Izquierda Unida), Javier Madrazo, le tentó un día el PNV para sentarlo en el trono gubernamental y lleva ya unos cuantos años cobijado en la sombra de Ajuria Enea. Tan a gustito y permitiéndose criticar la política «antisocial» del PNV de Vizcaya como si se tratase de un partido distinto al que le da de comer a él en las instituciones de Vitoria.

Pero la cuestión reside en no menospreciar la labor de la oposición. Bien desde Ajuria Enea o desde La Moncloa, a nuestros gobernantes les incordia que la oposición cumpla con su deber de leerles la cartilla. Un deber que no pasa por la actitud domesticada de no poner reparos a la gestión del gobierno sino de controlarlo. Una labor tan digna como otras; un servicio a la ciudadanía tan importante como el de quien ostenta el poder.

Otra cosa es servir a quienes nos gobiernan. Que también tenemos mucho de eso. El apoyo de la oposición socialista a la política presupuestaria del gobierno de Ibarretxe, por ejemplo, ha requerido de no pocas explicaciones a modo de justificación. El PSE ha dicho que era por «sentido de la responsabilidad» no sólo cada vez que ha apoyado las cuentas públicas del Gobierno vasco sino todos los pactos suscritos para que salieran adelante las iniciativas de esta legislatura (todas las leyes menos 3, según recordaba el propio Patxi López).

Una excusa muy bien armada para justificar una oposición que, lejos de poner en aprietos al lehendakari, le ha ayudado a salir del atolladero en infinidad de ocasiones. En el caso de los presupuestos del Ejecutivo de Zapatero, que con tanta parsimonia presentó ayer el vicepresidente Solbes en el Congreso de los Diputados, el PNV aportará su «grano de arena», en expresión del propio Urkullu. Eso sí, a cambio de la Política Activa de Empleo y de la Investigación al Desarrollo; que la oposición se puede poner muy mercantilista a la hora de hacer valer su voto. Una actitud de intercambio que muchos observan como una contraprestación. Un favor en Vitoria por otro en Madrid. De cualquier forma, lo que parece incuestionable es que si la oposición no existiera, habría que inventarla.

Tonia Etxarri, EL CORREO, 1/10/2008