Sin escrúpulos

Alberto Ayala, EL CORREO, 29/7/12

La izquierda abertzale se deja nuevos jirones de credibilidad democrática con el ‘caso Alduntzin’

Marzo de 2005. El PNV, los socialistas y Ezker Batua unen sus votos en las Juntas Generales de Álava y aprueban el cese del titular foral de Asuntos Sociales, el popular Enrique Aguirrezábal. Unos días después, el diputado general Ramón Rabanera nombra a Ainhoa Domaica como nueva responsable del área. El diputado censurado abandona la política y regresa a su puesto de trabajo.

Seis de julio de 2012. El Parlamento de Gipuzkoa reprueba al titular foral de Medio Ambiente, Juan Karlos Alduntzin, de Bildu, por intentar implantar el contestado sistema de recogida de basuras ‘puerta a puerta’ de espaldas a las Juntas Generales del territorio, que lo rechaza por amplia mayoría. La moción prospera con los votos del PNV, el PSE y el PP. El diputado general Martín Garitano se ve obligado a destituir a Alduntzin para no vulnerar la ley. Pero ni éste se retira de la primera línea política ni el jefe del Ejecutivo foral guipuzcoano opta por la moderación para pasar la página. Al contrario.

Garitano elige a su jefe de gabinete, Iñaki Errazkin, como nuevo titular de Medio Ambiente. Nada anómalo de no ser porque Errazkin no es precisamente un nombre más de la izquierda abertzale. Se trata de la persona que se negó a condenar en 2008 el asesinato a manos de ETA del industrial nacionalista Inaxio Uría cuando ocupaba la Alcaldía de Azpeitia, razón por la que el PNV y sus actuales socios de EA procedieron a su destitución. Esta semana el controvertido presidente guipuzcoano ha completado el círculo de la provocación política con la elección del censurado Juan Karlos Alduntzin para cubrir la vacante dejada por Iñaki Errazkin al frente de su propio gabinete.

Con retraso

Dos mociones de censura, las únicas que han prosperado en nuestras instituciones forales desde el restablecimiento de la democracia, y dos formas absolutamente opuestas de encajar un revés político fruto del juego democrático. En el caso del Partido Popular, el reprobado dejó la vida pública y entró un recambio sin tacha. En el de Bildu, el censurado se ha limitado a cambiar de puesto y a seguir cobrando de las arcas públicas, en tanto que el relevo es un hombre que rehuyó dar una respuesta democrática a uno de los últimos crímenes perpetrados por ETA.

La izquierda abertzale tradicional ha tardado la friolera de tres décadas en asumir que eligió un camino erróneo en la Transición y solo ahora se ha integrado a todos los efectos en las instituciones que denostó y combatió hasta antesdeayer. Cambiar la bronca y el espectáculo por el contraste de ideas y el trabajo cotidiano, aparcar la intolerancia para participar de los usos democráticos en suma, no se consigue de la noche a la mañana. Pero, sin duda, cabe exigir más esfuerzo y más sinceridad a quien llega tarde a la mesa común.

Bildu, Amaiur, Sortu, la antigua Batasuna y sus pequeños aliados para el nuevo tiempo en resumidas cuentas, deben evidenciar con hechos que han vuelto para respetar el juego democrático con todas las consecuencias. Eso implica aceptar las decisiones de la mayoría por mucho que incomoden o que puedan disgustar en un momento dado. Y no es, desde luego, lo que están haciendo en su gestión al frente de la principal institución actualmente en sus manos: el Gobierno de Gipuzkoa. En la polémica de las basuras y en las derivadas personales del asunto: Juan Karlos Alduntzin e Iñaki Errazkin.

Nada de todo esto cabe enjuiciarlo como una sucesión de errores. Acierte o se equivoque, la izquierda abertzale no suele improvisar en este tipo de asuntos. Cuando quiere actuar de otra forma lo hace. Véase si no la rapidísima respuesta dada al incidente protagonizado por Josetxo Ibazeta, uno de los hombres fuertes desde hace muchos años de la izquierda abertzale en Gipuzkoa. El alcalde de Donostia, Juan Karlos Izagirre, le cesó como su secretario personal pocas horas después de que se desvelara que había amenazado a unos aficionados de ‘la Roja’.

Obstáculo

La izquierda abertzale sigue dejándose importantes jirones de credibilidad democrática con actuaciones así. Este tipo de comportamientos –y silencios tan incomprensibles como el de Errekondo al ser cuestionado por el cruel asesinato de Miguel Ángel Blanco– retrasan su aceptación como uno más en el club de los demócratas. Y con ello la posibilidad de que otras formaciones (singularmente el PSE) vayan abriendo líneas normalizadas de acuerdo para gobernar.

No parece importarle. Bien al contrario. Es como si la izquierda abertzale se encontrase cómoda elevando el nivel de crispación con el PNV. Cada nueva provocación parece otra invitación a que los jeltzales acepten la permanente mano de tendida de PSE y PP para tumbar con una moción de censura al Gobierno Garitano.

Sería un auténtico caramelo de victimismo que EH Bildu trataría de rentabilizar en las inminentes elecciones autonómicas y que el PNV no tienen la menor intención de regalar a la coalición liderada por Rufi Etxeberria. Al menos ahora. El día después podría ser otra cosa. Siempre, claro está, que Iñigo Urkullu recupere Ajuria Enea para los peneuvistas y que para ese viaje no necesite la gasolina –los votos– de los electos abertzales. Que nadie dude desde ya que la izquierda abertzale estará encantada de cederle esos apoyos llegado el caso, por mucho que se repitan descalificaciones y desencuentros, que se repetirán. «Cést la politique» («Es la Política»), suelen decir en estos casos los franceses.

Alberto Ayala, EL CORREO, 29/7/12