JUAN CARLOS GIRAUTA-EL DEBATE
  • Se lo cuento a ustedes a calzón quitado, hay que acabar con los malentendidos de una maldita vez: a los nacionalistas o separatistas, incluido el PSC con su inquietante Illa, les importa un comino el hecho diferencial

El derecho que nos arrogamos los catalanes a obtener beneficios, regalías, derechos, servidumbres, ventajas o privilegios por encima del resto de españoles podría ser más antiguo que el decimonónico, atocinado y vulgar nacionalismo. Aunque yo solo consigo remontarme a Francesc Pujols, «fundador de religiones» según su propia carta de presentación y filósofo según Salvador Dalí, lo que se explica por la amistad. Amén de alumbrar ciertas teorías que no vienen al caso, Pujols dejó un vaticinio que siempre nos acompaña: «Porque serán catalanes, todos sus gastos, donde vayan, les serán pagados». Pero Pujols no se detiene ahí: «Al fin y al cabo, y pensándolo bien, más valdrá ser catalán que millonario. Como las apariencias engañan, aunque un catalán sea más ignorante que un asno, los extranjeros lo tomarán por un sabio, que lleva la verdad en la mano». No le faltaba razón.

Sin embargo, ¿no parece algo fatal? ¿Dónde está el hecho diferencial? Porque el caso es —¡sincerémonos ya!— que los catalanes tenemos que gozar de un plus. Sin plus no estamos contentos. Y este no es un tema de nacionalistas o constitucionalistas. Es una cosa profunda que arrostramos de por vida, es una cicatriz, es un estigma. Algunos nos avergonzamos de nuestra fea e irresistible querencia por el privilegio. ¿Qué demonios te importará a ti ser el que más obtiene del juego (me oigo decirme de niño entre amiguitos no catalanes) si el hecho es que te llevas una buena parte? Luego la vida sigue y uno quiere como novia a la más guapa, pero eso es natural y no tiene nada que ver con la guita. ¿O sí? Pues a veces sí, para qué nos vamos a engañar. Prefiero no seguir ese hilo deprimente. Mientras todo se celebre entre catalanes (casi toda mi vida hasta los cuarenta y dos, tócate los dídimos), no te das cuenta porque los bomberos no nos pisamos la manguera, y demás ordinarieces y tópicos que a usted se lo ocurran.

Pero uno sale al mundo, se compara con los comparables y se dice: bien, todo el mundo se lleva x por este trabajo, por esta tarea, por este tipo de proyectos; yo quiero x+plus. Qué plus sea no es lo importante. Lo fundamental es que se premie tu catalanidad. Manolo Escobar era almeriense, pero se hizo catalán a base de vivir en el edificio Atalaya de Barcelona y acabó poniendo como caché «una peseta más del que más haya cobrado aquí». Se lo cuento a ustedes a calzón quitado, hay que acabar con los malentendidos de una maldita vez: a los nacionalistas o separatistas, incluido el PSC con su inquietante Illa, les importa un comino el hecho diferencial. Para empezar porque no saben una palabra de historia. De los tenderos de Junts ni les cuento. La verdad cruda, injustificable, desnuda, es que los catalanes queremos más que el resto porque una bestia interior ruge y nos lo exige. Los catalanes civilizados intentamos acallarla toda la vida. Sin conseguirlo.