Su hiel toca

España siempre se ha explicado a sí misma, con descarnado realismo, que es un país de analfabetos desde que el primer hidalgo empezó a pasar hambre. Cataluña ha hecho todo lo contrario, explicando al mundo que su hecho diferencial, dada la pobreza de recursos, era la formación y el genio de su gente. Su altanera modernidad. Ahí están los resultados. Era mentira.

El nacionalismo sólo tiene una respuesta ante los resultados que, después de treinta años, muestra su política educativa. Era mentira. Quédense con la mentira, mientras explico la última. Se ha presentado un estudio sobre el sistema educativo catalán, basado en el informe Pisa. El estudio es de la Fundación Jaume Bofill, que no es sospechosa de falta de rigor ni tampoco de antipatriotismo. Y cito el antipatriotismo porque en Cataluña está considerado como la primera falta de rigor. La conclusión del estudio es terminante: Cataluña forma parte destacada de la cola de los torpes de la OCDE. En Ciencias sus resultados están incluso por debajo de la media española. Y en comprensión lectora los porcentajes son peores que los de Letonia, Grecia o Portugal. Sólo hay uno que los empeore claramente: España. En Europa no hay otro lar como el catalán para apreciar la diferencia de rendimiento escolar entre nativos y autóctonos. Las autoridades aluden a la inmigración como responsable del fracaso. Ni que decir tiene que se trata, por muy velado que se muestre, del habitual discurso racista. Aunque bien sorprendente dado que Cataluña, ni antes ni ahora, ha sido nada sin la inmigración. La inmigración es el rasgo fundamental de la identidad catalana, al menos desde el siglo XVIII. Lo único cierto con la inmigración es que el nacionalismo gobernante no ha sabido qué hacer con ella, más allá de indicarle donde debía trabajar. Pero es que, además, hay un dato en el estudio con el que la inmigración no puede apechugar. La excelencia. Las autoridades consideran normal que los negritos hinchen el saco del fracaso escolar y que el sistema catalán se muestre incapaz de garantizar el nivel de competencia que corresponde a su perfil económico, social y cultural. Ok. ¿Pero qué pasa con los rubitos? ¿Cómo es posible que en Ciencias (asunto estrella del Pisa 2006) haya un 4,6 por ciento de excelsos catalanes, mientras que en España hay un 4,9, en la Europa de los Quince un 9,9 y en Gran Bretaña un 13,7?

Los resultados catalanes, aunque ligeramente peores por lo que respecta al sistema público, son parecidos a los españoles y no creo, por cierto, que la lengua influya en ellos. Pero hay una gran diferencia. El relato. España siempre se ha explicado a sí misma, con descarnado realismo, que es un país de analfabetos desde que el primer hidalgo empezó a pasar hambre. Cataluña ha hecho todo lo contrario, explicando al mundo, desde hace milenios y un poco pesadita, que su hecho diferencial, dada la pobreza de recursos, era la formación y el genio de su gente. Su altanera modernidad. Ahí están los resultados. Y la única posibilidad de respuesta nacionalista. Era mentira. No hemos empeorado. Sólo que entonces no se hacían estos informes.

(Coda: «Los resultados del alumnado catalán se caracterizan por los bajos niveles de excelencia en todas las áreas de competencias. Cataluña es el país de la muestra que proporciona menores oportunidades educativas al alumnado extranjero». Ferran Ferrer, Fundació Jaume Bofill).

Arcadi Espada, EL MUNDO, 19/9/2008