Tenderos

Jon Juaristi, ABC, 2/9/12

Como los tenderos de antaño, los jóvenes deben aprender a ser sus propios directivos, asesores financieros y agentes de publicidad

EN 1953, el baronet Denis Thatcher y su esposa Margaret, de soltera Robert, tuvieron gemelos. Chico y chica: Mark y Carol. Ambos retoños han entrado en su sexagésimo año el pasado día 15 de agosto. De Sir Mark, heredero del título paterno, son conocidas sus desgracias como piloto automovilístico y organizador de golpes de estado en satrapías africanas. Carol, periodista de televisión, ha dado menos que hablar, aunque fue despedida de la BBC en 2009 por llamar golliwog al tenista francés Tsonga. Explicar el incidente resulta un poco complicado. Tsonga es negro. Los golliwogson (o eran, porque el caso que comento hundió sus ventas) unos populares muñecos negros de trapo que han disputado a los teddybear (ositos de felpa o peluche) las preferencias de los niños británicos desde la época victoriana. En medio del apocalipsis laborista, el despido de Carol tuvo bastante de charranada política, porque ni las connotaciones de go

lliwog ni el contexto en que Carol utilizó el término permitían considerarlo un insulto racista. En Australia, donde Carol se formó como periodista, no sólo los negros, sino los ciudadanos de piel oscura en general emplean a menudo la palabra en cuestión —o wog, a secas— para referirse a sí mismos. Y, por cierto, el partido de tenis que dio lugar al comentario de Carol se jugaba en Australia. La chica Thatcher se tomó la revancha cuando se convirtió en el personaje secundario principal de

The Lady of Iron, la película sobre su madre dirigida en 2011 por Phyllida Lloyd y protagonizada por Meryl Streep, cuyo guión se basa en las memorias de la propia Carol. A ésta la encarnó en la pantalla Olivia Colman, que tuvo que engordar lo suyo y calzarse una horrorosa peluca rubia para cuadrar en el papel.

Todo este chismorreo, que ya se ha tragado media columna, sirve sólo para recordar que los Thatcher se esmeraron en dar a sus niños una educación en buenos colegios de los llamados «separados». Carol estudió en uno de los mejores centros femeninos de Inglaterra, la Saint Paul’s Girl’s School. Es un centro privado, independiente y caro, aunque desde su fundación a comienzos del pasado siglo por el gremio de tenderos de Londres, admite un alto porcentaje de becarias. Hija de un tendero conservador, Margaret Thatcher escogió para su hija un colegio laico cuyo mérito fundamental consiste en la fidelidad a las mejores tradiciones del liberalismo de los tenderos, o sea, justamente lo que más aborrecía Marx. Lo que no impidió que saliera del Saint Paul la menos escolástica de los economistas marxistas europeos, Joan Robinson.

La de la actual directora del colegio, Clarissa Farr, es una de las pocas voces sensatas que se están haciendo oír en medio de la crisis educativa. Farr denuncia la obsesión con la «empleabilidad» de los jóvenes, que se traduce en una presión compulsiva sobre éstos, orientándolos hacia las titulaciones universitarias consideradas «profesionalizantes». Los estudiantes, observa Farr, necesitan ante todo aprender a ser sus propios directivos, sus propios preparadores y sus propios agentes de publicidad, y eso no lo da una titulación determinada. «El empleo —afirma— es una cosa; encontrar satisfacción en el trabajo y hacer contribuciones valiosas a la sociedad, otra muy distinta». Este tipo de apelaciones a la autonomía individual, que constituían el valor fundamental del liberalismo de los tenderos, es lo que se echa de menos en el panorama actual.

Jon Juaristi, ABC, 2/9/12