‘Tiempo de canallas’

HERALDO DE ARAGÓN 02/12/13
GUILLERMO FATÁS

Se habla mucho de las memorias políticas de Aznar, Solbes y Rodríguez Zapatero, a la vez que aparece un libro –más interesante e incómodo– de Teo Uriarte del que no se dice nada

Quien narra el pasado controla el futuro. Creer en este aforismo, cierto a medias, inspira a muchos mecanismos de poder las políticas de propaganda. En España lo sabemos bien, no somos excepción: haz creer a alguien en algo y actuará como si eso fuera cierto, tanto si es real como si es falso, inverosímil, improbable o irracional. Este es un conocimiento antiguo en el hombre. Se ha formalizado incluso como teorema en sociología, pero no requiere de muchas explicaciones.
El número de ejemplos de que esto funciona así es abrumador, casi todo el mundo conoce algún caso y, si se fija bien en su propia vida, es difícil que no se percate de que le ha ocurrido. A la vista están, ahora mismo, ‘verdades’ tan facticias como la opresión sobre Cataluña y el sufrimiento de los etarras. Y vaya si funcionan.

Memorias edulcoradas
Los recientes libros de memorias con los que nos acucian algunos políticos de ahora mismo tienen un interés tan limitado como todas las que han ido apareciendo firmadas por gobernantes recientes, como las de Pujol, Arzalluz o Garaikoetxea, por citar las que me parecen más fallidas y engañosas.
Los tres nacionalistas –el segundo, por pluma interpuesta– son, a todas luces, partidarios de la hagiografía, sin rebozos.

Aznar, grandioso
De los tres libros recientes (Aznar, Solbes y Rodríguez Zapatero) tiene más contenido el de Aznar, no porque exponga juicios inéditos o aclaratorios de nuestro pasado reciente, ni porque haga autocrítica, práctica reñida con el carácter del expresidente, que siempre se ve grandioso. La autocrítica, que añade valor a unas memorias, exige del autor un ejercicio de juego limpio. Hay que ser leal con el lector y darle un relato honrado de lo sucedido, en el que figure la dosis de error o torpeza del protagonista.
Pero Aznar no yerra, tiene el don de la inerrancia. Hay pasajes que interesan, sin duda; pero, más bien por los datos de terceros que facilita; por ejemplo, los procedentes de EE.UU., vía política que su sucesor cegó con poca prudencia, incluso antes de gobernar, y que luego no supo despejar.

«Frente a los libros de Aznar, Solbes y Zapatero, tan jaleados como prescindibles, destaca el silencio sobre las memorias de Teo Uriarte»

Debe subrayarse el acierto del enfoque que Aznar logró con Blair sobre Gibraltar, bien servido por Piqué y malbaratado por Moratinos.

Solbes, fugitivo
El poder de Pedro Solbes no fue pequeño en los gobiernos de Rodríguez Zapatero. Lo que ahora cuenta sobre sus cuarenta años de dedicación a la vida pública es, a ojos vistas, no solo el previsto discurso de justificación, sino un intento poco ejemplar de eludir, y con muchas prisas, sus responsabilidades, por acción y omisión, durante su ejercicio del poder. Aunque habla de muchas cosas, no hay tantas de relevancia. El teatrillo dispuesto por el economista valenciano concentra, acaso sin querer, la vista del espectador en un solo punto principal: la actitud, ante la arrasadora crisis económica de 2007, de los gobiernos en que tomó parte. A su propia pregunta responde con nitidez: él fue perspicaz y su presidente, torpe o cobarde, o ambas cosas, intimidado por la posibilidad de las huelgas
generales. El libro cabe en tres palabras: ‘Yo no quería’.

Zapatero, idéntico
En cuanto a José Luis Rodríguez Zapatero, el presidente cuya ignorancia noqueó a la economía nacional (ampliamente hinchada bajo Aznar) y a su partido, se apoya, razonablemente, en sus políticas sociales y en sus intenciones. Pero da a lo público trato inaceptable de cosa privada –ha reservado para su libro la carta oficial del presidente del Banco Central Europeo, truco primario para aumentar las ventas– y le sucede como a su veterano correligionario Alfonso Guerra, que también en sus libros calla cosas sin las que no puede hablarse de escritura honrada. Así, hubiera estado bien meditar sobre cómo la alianza de facto entre Guerra y Pasqual Maragall fundó el triunfo de Zapatero sobre su rival Bono. Un pacto¡ que acabó devorando a sus firmantes y tuvo para los españoles, y para el socialismo, efectos de gran alcance que pasarán durante largo tiempo una gravosa factura.

Uriarte, silenciado
Frente a estos tres libros tan jaleados como prescindibles, destaca el silencio sobre otro, asimismo de memorias (reflexivas): ‘Tiempo de canallas. La democracia ante el fin de ETA’, de Eduardo ‘Teo’ Uriarte (Ikusager), aparecido en octubre. Su autor, socialista, militó en ETA y fue condenado a muerte en 1970. El editor avisa de que lo publica, ‘orgulloso y emocionado’, porque carece de hipotecas políticas, no como un sello madrileño que se desdijo de su compromiso para darlo a la luz. Uriarte sabe de qué habla y, a diferencia de los citados memorialistas políticos, no parece que calle las cosas más incómodas y dolorosas. Es el trabajo solitario de un hombre que ha sufrido mucho y que se propone hablar con enérgica franqueza. Por los datos que aporta y las reflexiones que propone, a veces airadas, merece mayor difusión. Al final, hace un diagnóstico temible y lúcido: el ‘Plan de Urkullu’ (PNV) usa el ‘final de ETA’ para afianzar la tesis del conflicto básico de los vascos con España, lo que indirectamente justifica a ETA. Hoy, PP y PSOE se unen blandamente a lo que creen es la ceremonia del fin de ETA, cuando, en realidad, se trata de la ‘entronización de ese conflicto’.