Tigres y gatos

JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC – 02/12/14

José María Carrascal
José María Carrascal

· Habrá que esperar también la reacción del gran público al giro de Podemos, cuyo mayor atractivo, aparte de la novedad, era el radicalismo y el ajuste de cuentas, que encajan con el indignado estado de ánimo actual de los españoles. Si pierden esto, si se convierten en un partido más, es decir, en lo que ellos laman “casta”, ¿qué sentido tiene votarles?.

Tras el estudio anatómico y genético de tigres y gatos, los biólogos han llegado a la conclusión de que pertenecen no sólo a la misma familia de felinos, sino también pueden descender unos de otros. O sea que los gatos son unos tigres que han cambiado su libertad e independencia por la comodidad que representa tener asegurada la comida, el techo, la calefacción, así como perder tamaño, fuerza y colmillos, al no necesitar salir de caza. Los gatos serían por tanto tigres domesticados, sin llegar a lo de los perros, que han terminado siendo «los mejores amigos del hombre», aunque su docilidad hacia los dueños haya creado el adjetivo de perruno. Algo que un gato rechazaría indignado.

Si cuento esta historia es por haber visto en ella semejanzas con la de Podemos. Sólo que los tigres necesitaron miles de años para convertirse en gatos, mientras a Podemos le han bastado unos meses, diría incluso semanas, para convertirse de fiera en mascota. Fue suficiente que pisaran moqueta en Bruselas, que las encuestas les dieran como potenciales ganadores de las próximas elecciones y, todo hay que decirlo, que les descubrieran unos pecadillos poco de acuerdo con su aura inmaculada, para que las lanzas se tornaran cañas y aquellos tigrazos que iban a comerse el mundo se hayan transformado en mininos que maúllan lastimosamente ante cualquier ofensa. Desde aquel 14 de abril de 1931, en el que España se acostó monárquica y se levantó republicana, no se había conocido cambio igual en nuestra política. Me dirán que exagero, pero fíjense en las diferencias entre el programa con que Podemos saltó a los platós de televisión y el actual:

—El impago de la deuda exterior se ha convertido en renegociación de la misma.

—El crujir a las grandes fortunas se queda en máximos de diferencia entre el sueldo más alto y más bajo.

—El empleo asegurado para todos los trabajadores se convierte en 35 horas semanales de trabajo, para los que lo tengan.

—La nacionalización de la banca se reduce a crear bancos estatales (esperemos que no sea resucitar las cajas de ahorro).

—El modelo escandinavo sustituye al chavismo y castrismo, no sabemos si importando suecos o exportando parados.

—Del cierre o control de los medios de comunicación privados no hablan, cuando era uno de los puntos estrella de su programa, pese a que esos medios han sido la escalera de su popularidad, aunque últimamente los rehuyen.

El resto de las propuestas son tan etéreas como las explicaciones de la compañera de Pablo Iglesias, Tania Sánchez, sobre las subvenciones y el piso a su hermano en el ayuntamiento donde era concejala. Para resumir, ni siquiera el cambio del franquismo a la democracia fue tan rápido como el del Podemos come-burgueses a la socialdemocracia, que de traidora a la clase trabajadora ha pasado a ser su referencia.

Aunque, bien mirado, este viaje al centro y a la moderación era obligado si Podemos quería tener un futuro en Europa y en España. En Europa, a no ser que quiera ir del brazo con Madame Le Pen o con los griegos de la Nueva Democracia, con un pie dentro y otro fuera de la UE. En España, porque incluso el más radical de los españoles es conservador en lo que le afecta, como los más conservadores tienen algo de anarquistas. Posiblemente muchos de nosotros quieren dar un escarmiento a unos políticos que no han estado a la altura de sus responsabilidades. Pero de eso a desmontar el sistema, que era lo que pretendía Podemos en un principio, hay mucho trecho. Y los primeros en saberlo son esos chicos que, como profesores y funcionarios, vienen formando parte del sistema, como ya ocurre a Tania Sánchez.

Hay que descontar también la parte de falsedad que puede haber en esta conversión tan súbita como sospechosa. En su etapa inicial, los comunistas nunca se han presentado como lo que realmente son, unos totalitarios totales, valga la redundancia, sino como liberadores del pueblo. Piensen en Castro y Chávez. El mejor relato de esta conquista del poder absoluto nos lo ofreció Wolfgang Leonhard en sus memorias: «La revolución despide a sus hijos». Leonhard, hijo de comunistas alemanes que consiguieron escapar a Moscú antes de que Hitler les enviara a un campo de concentración, se educó en la escuela de mandos soviética y, brillante como era, formaba parte del pequeño grupo que acompañó a Walter Ulbricht para formar la República Democrática Alemana al finalizar la II Guerra Mundial.

Las instrucciones eran claras y terminantes: de entrada, no se daría ningún indicio de que buscaban el pleno control de la entonces Zona de Ocupación Soviética. «Para presidente, se buscará una personalidad destacada, sin filiación política, un profesor de universidad preferentemente, limitándonos a ocupar las carteras de Interior y Cultura» era la consigna. Sobre esos pilares crearon el régimen que levantaría el Muro quince años después y duraría otros treinta. En todas partes han actuado así y no creo que Pablo Iglesias y compañía sean distintos.

Habrá que esperar también la reacción del gran público al giro de Podemos, cuyo mayor atractivo, aparte de la novedad, era el radicalismo y el ajuste de cuentas, que encajan con el indignado estado de ánimo actual de los españoles. Si pierden esto, si se convierten en un partido más, es decir, en lo que ellos llaman «casta», ¿qué sentido tiene votarles? Porque, si se fijan, el vuelco ha sido total: PSOE e IU venían intentando aproximarse a Podemos, para que no les quitase cuota de votantes. Ahora es Podemos el que intenta aproximarse a ellos para no meter miedo. Pero pierde la originalidad o, si lo quieren, la virginidad, aunque no sea la palabra más adecuada.

Quiero decir que, con el cambio de estrategia, Podemos puede haberse pegado un tiro en el pie. O en la cabeza, aunque últimamente andamos tan desorientados los españoles que confundimos la cabeza con los pies. Pero tampoco conviene olvidar otro importante caladero de Podemos: los «indignados», los que quieren acabar con el actual sistema sin importarles lo que venga luego. Siempre han abundado en España, unos, por cabreo temperamental e irracional. Otros, por pensar que a este sistema seguirá otro parecido donde, con un poco de suerte, podrán estar entre los privilegiados. Que son más de los que parece.

Para aquellos a los que Podemos nos afecta sólo de rechazo, conviene no olvidar lo que dicen los biólogos de los gatos: que, a diferencia de los perros, nunca han olvidado del todo que son fieras y que, dadas las circunstancias, pueden darnos una sorpresa.

O un susto.

JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC – 02/12/14