JUAN CARLOS GIRAUTA-EL DEBATE
  • Estando así las cosas, Carles necesitará algo más, aparte de juntar a todo el secesionismo: que el PSC se abstenga, o al menos unos cuantos de sus diputados autonómicos. Si no lo hacen, él acaba con Sánchez
Será muy difícil que ERC acabe cediendo a las pretensiones socialistas de reeditar el tripartito. Los únicos con representación parlamentaria que siempre han sido independentistas se han visto severamente penalizados por «españolistas». Así están las cabezas en el lado salvaje. Después del gran destrozo, que en realidad lo organizó Artur Mas, hay cuatro formaciones separatistas en el Parlament. Luego están los Comuns, favorables al derecho de autodeterminación y, en general, de cuanto pueda perjudicar a España, por algo es la rama del carcomido tronco neobolivariano. A efectos prácticos, se les puede considerar el quinto partido secesionista, pues, llegado el caso, siempre se sumará al jaleo quien de jaleo se nutre. Illa estará buscando «pírrica» en el DRAE, como Feijóo cuando el jefe de Illa juntó todo lo que se movía para gobernar siendo segundo, sin hacer ascos el brazo incorrupto de la ETA.
A ver cómo refutan la lógica argumental de Puigdemont cuando anuncia su venganza catalana. Si es reprobable lo de gobernar quedando segundo, reprobable fue la jugada de Sánchez que dio origen a esta legislatura. Y si afean a Puigdemont que busque el voto de los dos diputados de Aliança Catalana, deberán afearle a Sánchez con más razón (mucha más) que se acueste con una coalición liderada por uno que era de la ETA. Coalición que tiene por columna vertebral a un partido liderado por otro que no es que fuera de la ETA, es que era el jefe de la ETA.
Puesto que Puigdemont solo va a reproducir la jugada de Sánchez, el primero es igual de honorable o igual de despreciable que el segundo. De hecho, un poco menos despreciable, pues le va a hacer un Sánchez a Illa, cuya desastrosa y turbia gestión de la pandemia le ha perdonado el cinturón rojo de Barcelona, que va fino. No sé si es más insufrible la pesadez de los separatistas o la estolidez de la izquierda metropolitana. Como fuere, a lo de Puigdemont lo llamarán unos astucia y otros inmoralidad. De nuevo, la misma etiqueta que le cuelguen se la deberán colgar a Sánchez.
Claro que el autócrata siempre puede sorprendernos con otra pirueta y, cuando sea evidente que la amnistía no le es aplicable al de Waterloo, lavarse las manos en plan Pilato y anunciar: «No interferiré en el camino de la Justicia. Yo quise que lo tuyo quedara borrado, pero con tanto lawfare español y europeo estoy maniatado; lo siento, Carles. Te enviaré chocolatinas al trullo». Nótese que, si esa fuera la opción, el autócrata estaría respetando la Justicia por primera vez, pero por puro interés. No afirmaré que Sánchez merece una biografía porque tampoco hay que pasarse, pero, con sinceridad, sí merece un cómic.
Estando así las cosas, Carles necesitará algo más, aparte de juntar a todo el secesionismo: que el PSC se abstenga, o al menos unos cuantos de sus diputados autonómicos. Si no lo hacen, él acaba con Sánchez. O bien todos se ponen cautos y hay repetición electoral.