Todo por la Patria

EL MUNDO 17/04/13
VICTORIA PREGO

La foto de la llegada ya lo dice todo. Oriol Pujol podía haber acudido al edificio de la antigua Audiencia de Barcelona, hoy sede del TSJC, acompañado únicamente por su abogado, que es lo habitual, o incluso por su mujer. Pero lo que ha elegido es una fotografía estrictamente política: su partido va con él.
Peor habría sido, desde luego, que se hubiera presentado allí con Artur Mas o con el mismísimo patriarca de la saga, Jordi Pujol. En ese caso, el propósito habría adquirido unas dimensiones demasiado obvias y tan desmesuradas que se habrían convertido en motivo de chirigota. Por eso, Oriol Pujol y sus consejeros han preferido mantener el mismo mensaje, el tan sobado «Cataluña y yo somos la misma cosa» que ya hemos escuchado en múltiples ocasiones anteriores, pero reservándolo de momento para su declaración ante el juez instructor.
Ahora sólo nos falta saber cuánto tiempo va a pasar hasta que el que ha sido -y en realidad sigue siendo- secretario general de CDC y presidente del grupo parlamentario de CiU empiece a difundir a los cuatro vientos que todo este tinglado de las ITV, las conversaciones con sus colegas grabadas por la Policía y la extraordinaria y súbita prosperidad de la empresa de su mujer son el resultado de su gran preocupación por defender el interés general y reordenar el mapa de estas empresas en Cataluña.
«Todo por la Patria». Si no fuera porque es el lema que hoy campea en la entrada de los cuarteles de la Guardia Civil y el que desde hace siglos está ligado a la idea del compromiso con la defensa y el servicio a España, el quinto hijo de Pujol podría haberse parapetado tras estas cuatro palabras para intentar convencer al juez y a las acusaciones de que la suya ha sido una gestión noble y desinteresada, puramente patriótica. Hermosa incluso.
Nadie puede asegurar en estos momentos que no salga con éxito de la prueba, por lo menos ante la opinión pública, porque probablemente sea Cataluña el territorio donde ahora mismo haya más individuos proclives a dar una justificación política, y hasta histórica, a lo que tiene todas las trazas de ser un boyante plan de negociete madurado y engordado a la sombra del poder.
Ése es un grado de candor que ya no se da en ningún otro lugar de España. Más allá de las lindes de esa Cataluña que sus dirigentes, con Jordi Pujol a la cabeza, han pintado durante décadas como ofendida y expoliada, el amargo descreimiento ciudadano no toleraría de ninguna manera que se le intentaran colocar timos de esa naturaleza. El tribunal dirá, pero queda por ver el tamaño de las tragaderas que le quedan aún al catalán de la calle.