Todo por la peste

EL MUNDO 22/11/16
ARCADI ESPADA

ENTRE las razones menos absurdas de los socialistas para negar su apoyo implícito a Rajoy estaba el hecho de que el Psoe era la alternativa del Pp. Y, al margen de las obligaciones que han impuesto los resultados electorales, la razón principal del pacto entre nacionalistas y socialistas vascos es que los socialistas ya no son en el País Vasco alternativa a nada, sino el cuarto partido, y empatado a escaños con el último. Una situación parecida a la catalana, donde el Psc forma parte del gobierno municipal que preside Ada Colau y se ha ofrecido a apoyar a Junts pel Sí siempre que éste abandone su estrategia ilegal. Obligados a un papel menor, los socialistas vascos hacen valer su apoyo parlamentario y entran en un gobierno de coalición. Hacen bien en hacerlo valer, porque el poder da poder. (Su decisión debería hacer meditar a C’s: aguanta a pulso los gobiernos de Andalucía y Madrid y sostiene decisivamente el de España, pero sus esfuerzos carecen de foco: dios no quiera que un partido tan inmaculado acabe quedándose en blanco).

Los socialistas vascos aciertan en hacer valer su apoyo, sobre todo, por el propio contenido del pacto: hasta tal punto supone una sumisión a la estrategia, al lenguaje y a la corrosión nacionalista. Casi lo de menos es que en el apartado final sobre el autogobierno se detallen con una precisión lacerante todos los asuntos que serán abordados en la ponencia de reforma del Estatuto y que el primer asunto sea «el reconocimiento de Euskadi como nación» y el segundo «el reconocimiento del derecho a decidir del pueblo vasco». Lo que debe de resultar realmente insoportable para un socialista vasco, para un socialista, pongamos por caso, como Nicolás Redondo Terreros, es de qué modo el documento hace suya la narrativa nacionalista. Basten como ejemplos centrales la insistente consideración del Estado español como un enemigo o la legitimidad predemocrática (histórica la llaman ellos) del autogobierno vasco. O este párrafo singular en términos fácticos, aun calientes los golpes de Alsasua, y que tanto prejuzga respecto de los trabajos sobre la memoria y los días que el pacto prevé desarrollar: «Tras el anuncio del fin de la actividad armada de ETA en 2011, en el periodo 2012-2016 se han producido avances sustanciales en la coexistencia [en efecto: llamarle convivencia sería un exceso], sin asesinatos ni amenazas».

Lo que queda del socialismo vasco ha hecho bien en cobrarse intensamente, con cargos y responsabilidades diversas, su apoyo al pacto. En esa letrina política de 70 folios sólo puede invocarse el non olet.