Todo tiene fin

Ahora se usará mucho la palabra ‘repudio’. El mundo de Batasuna repudia la violencia de ETA, pero sin crítica política, y menos condenando lo que ETA ha supuesto. Sin usar la ‘condena’, solo repudiando –rechazándola éticamente los más osados–, el nacionalismo intenta que ETA salve su necesidad histórica y su proyecto político, la autodeterminación y la territorialidad. Y todo deprisa, antes de que ETA desaparezca.

Las obras acabadas en el edificio de la Alhóndiga en Bilbao después de más de 20 años de proyectos e ilusiones inalcanzadas, como el cubo de Gorordo, demuestran a todo pobre ser mortal que todo tiene fin. Es igual que el saneamiento de la Ría, en el que sólo unos cuantos creían. Recordando el color que exhibía y el olor que emanaba, sorprende ver hoy la estampa de pescadores en sus riberas lanzando los sedales sobre sus aguas.

Todo tiene fin, y ETA, a la que muchos declaraban invencible ante la acción policial, también. Hoy está en sus estertores de muerte al poco de que se emprendiera y mantuviera una política para acabar con ella, después de tantos años buscando, unas veces unos y otras veces otros, acercarla al sistema, esperando, los más aguzados, condicionarlo con su presencia. Curiosamente, este fin se produce cuando no hace tanto tiempo que fracasó la negociación que más lejos llegó, cuando la izquierda española nunca fue tan compresiva con ETA y su mundo, pero a poco que se tome en serio acabar la función, la función, verdaderamente, se acaba.

Estas prisas, recabando firmas, yendo de aquí para allá el mediador Currin, intentándonos hacer creer que la conversión del mundo de Batasuna a un civismo alejado del terrorismo es cierto -como el cuento del pastor, pero al revés, gritando que viene la oveja en vez del lobo-, estas premuras para llegar a un arreglo político antes de que se oiga el chispún, es porque su mediación de parte, de parte del nacionalismo, quiere salvar los muebles antes del fin.

Se usará mucho ahora la palabra repudio. El mundo de Batasuna repudia la violencia de ETA, que es como si una pareja dejara de avenirse, se alejaran, pero sin elevar crítica política alguna, y menos, condena de lo que ha supuesto ETA. Lo que intenta el nacionalismo sin usar la palabra condena, solo repudiando, rechazándola éticamente los más osados, como hacen los del PNV, es que ETA salve su necesidad histórica, pues forma parte sustancial del conflicto entre Euskadi y España, y que salve, para mantenerlo en el futuro, su proyecto político radical, la autodeterminación y la territorialidad. Por eso intentarán convencernos de que el repudio es suficiente, cuando de lo que se trata es de condenar a ETA, tanto su existencia como su proyecto político hermano siamés del terrorismo. Y todo esto se está haciendo deprisa antes de que ETA desaparezca.

Lo que no sabe Currin, pues es sudafricano, es de la idiosincrasia de lo hispánico, y ETA es como los Tercios de Flandes. Porque cuando con toda su caballerosidad las tropas francesas en la batalla de Rocroi les ofrecieron una negociación para una rendición digna los Tercios dijeron que no se rendían; al fin y al cabo se sabían ya muertos y apenas alguno se sostenía en pie. Lo mismo está pasando; la prisa viene por eso, hay que salvar los muebles, la historia y el proyecto político de ETA, pero ya no vale, pues la vemos en el último estertor que ella sola se buscó.

Eduardo Uriarte, EL PAÍS, 25/5/2010