Transición hacia la catástrofe

PEDRO RODRÍGUEZ, ABC – 12/05/15

· Dos gobiernos, dos parlamentos y una constelación de milicias están rompiendo Libia.

Libia, tras el derrocamiento de Gadafi en octubre de 2011, se está abriendo camino en la lista de estados fallidos, cada vez más concurrida y problemática para la seguridad internacional. Dos gobiernos, dos parlamentos y una constelación de milicias parecen empeñados en la desintegración de un país ribereño del Mediterráneo y una de las mayores potencias petrolíferas de África.

En las costas de Libia, según estimaciones de la UE, se acumulan entre medio millón y un millón de refugiados dispuestos literalmente a lanzarse al mar en su desesperación. Para gran negocio de las mafias especializadas en el tráfico de seres humanos, Libia se ha convertido en un sifón gigantesco por el que emergen los daños colaterales que destila la peligrosa proliferación de países inviables.

El Estado Islámico, atraído por toda esta anarquía, empieza a encontrar en Libia un escenario ideal para su expansión más allá de Siria e Irak. De las tres grandes regiones del país –Fezán, en el desértico sur; Tripolitania en el oeste, incluida la capital; y Cirenaica, en el este– en todas ellas diferentes grupos yihadistas han declarado su lealtad al califa Al-Bagdadi.

Dentro de esta autopista hacia el infierno, el masivo arsenal acumulado por Gadafi ha logrado también convertir a Libia en un demencial bazar. Con destacada preocupación por el destino final de todo un cuantioso inventario de portátiles misiles antiaéreos. La Administración Obama ha ofrecido ayuda para recomprar algunas de estas armas, pero lo cierto es que el letal superávit libio hace tiempo que empezó a salir por sus porosas fronteras.

En términos históricos, la violencia que sufre ahora Libia no se habría visto desde que se convirtiera en sangriento campo de batalla de la Segunda Guerra Mundial. Se estima que el número de refugiados y desplazados internos, en un país con un censo de poco más de seis millones de habitantes, se aproxima al medio millón. Y según el último informe de la ONU sobre derechos humanos, se siguen perpetrando ataques indiscriminados con artillería y bombardeos aéreos.

La guerra civil hace imposible las operaciones del banco central o de la compañía nacional de petróleo. Sin que se pueda hablar de una efectiva y unificada fuerza policial o militar. Desde la revolución de 2011, se han sucedido al menos cinco gobiernos y siete primeros ministros. Las elecciones realizadas en junio de 2014, la segunda cita con las urnas desde la forzada salida de Gadafi, han complicado todavía más la situación con el bando perdedor negándose a reconocer a los ganadores. Como resultado, Libia opera en estos momentos con dos gobiernos rivales en el oeste y este, separados por una metafórica distancia de mil kilómetros.

PEDRO RODRÍGUEZ, ABC – 12/05/15