Tras el congreso del PSOE

ESPERANZA AGUIRRE, ABC – 28/07/14

Esperanza Aguirre
Esperanza Aguirre

· La tarea de Sánchez es hoy tan importante como delicada: redefinir al PSOE, después de los errores que ha cometido en esas materias que son cruciales para los españoles, que necesitan, sin duda, una alternativa de gobierno de corte socialdemócrata.

· Dos ejemplos «Los éxitos electorales y políticos de Felipe González y de José María Aznar fueron éxitos basados en la decidida apuesta ideológica que cada uno de ellos tuvo que hacer en el seno de su partido»

Durante el pasado fin de semana el Partido Socialista Obrero Español ha celebrado su Congreso Federal Extraordinario, que ha tenido como objeto fundamental la ratificación de Pedro Sánchez como nuevo secretario general, después de que, hace dos semanas, los militantes del partido lo eligieran para ese cargo en una votación abierta, en la que participó el 65% de los afiliados.

Llevamos ya 37 años de práctica democrática en España, encauzada, en gran medida, a través de los partidos políticos. Esta práctica, a causa, probablemente, de la Ley Electoral, ha hecho que los partidos se hayan convertido en estructuras piramidales, en las que la cúpula dirigente ha adquirido un enorme poder sobre el resto. Esto lo sabe hoy todo el mundo y, en primer lugar, los propios militantes de los partidos, que también saben que esta evidente hipertrofia del liderazgo en los partidos españoles tiene sus ventajas, y también sus inconvenientes.

De esa hipertrofia de liderazgo sale la enorme influencia ideológica y política que el líder máximo ejerce sobre todos los cuadros y los militantes del partido, sea el que sea.

La firmeza con que Felipe González defendió que el marxismo tenía que desaparecer de los dogmas de fe del PSOE y que este partido tenía que ser una opción de izquierda claramente diferenciada de los comunistas marcó la línea política de los socialistas españoles durante casi veinte años y les proporcionó el apoyo de una mayoría de ciudadanos que le dieron el triunfo en cuatro elecciones generales consecutivas. Nadie puede discutir que el PSOE fue, en aquellos años, lo que Felipe decía y dictaba.

Como tampoco se puede discutir que el esfuerzo de José María Aznar por aglutinar a todas las fuerzas políticas de derecha y de centro en un partido de corte liberal-conservador, en sintonía con los partidos europeos de esa familia ideológica fue la clave de los éxitos electorales del Partido Popular, durante unos años en los que el Partido Popular era lo que Aznar decía y dictaba.

Los éxitos electorales y políticos de Felipe González y de José María Aznar fueron éxitos basados en la decidida apuesta ideológica que cada uno de ellos tuvo que hacer en el seno de su partido.

Estos dos ejemplos, que fueron absolutamente positivos para sus formaciones y para suscitar el apoyo de los ciudadanos, pueden bastar para demostrar la inmensa trascendencia que en España tiene el liderazgo de los partidos.

Viene esto a cuento a propósito de la tarea que ahora se le presenta a Pedro Sánchez, que acaba de ser elegido líder máximo de un partido que cuenta con miles de militantes y con miles de cargos electos, que ha gobernado más tiempo que nadie, 21 años, de los 37 que llevamos de democracia, y que se agrupa detrás de una etiqueta reconocida en toda Europa por una serie de señas de identidad, entre las que se encuentra la defensa de la sociedad abierta, de la economía de mercado, de la propiedad, de la libertad y de la igualdad de los ciudadanos ante la Ley.

El análisis de la estructura y el funcionamiento que los partidos han tenido hasta ahora nos indicaría que el PSOE de los próximos años va a ser, en gran medida, lo que Pedro Sánchez sea, diga y dicte. La importancia de este partido y de la opción política que representa hace que todos los españoles tengamos que estar muy atentos, precisamente, a eso que Pedro Sánchez sea, diga y dicte a partir de ahora mismo.

Y mucho más en estos momentos marcados por profundas y difíciles crisis que nos preocupan y ocupan a todos. Recoge Pedro Sánchez un partido que, en las dos principales crisis que hoy tiene España, ha adoptado unas posiciones que la experiencia ha demostrado equivocadas.

Hoy, cuando las políticas más ortodoxas del Partido Popular empiezan a dar buenos resultados en el área económica, se hacen más evidentes los errores que en esa materia cometió el Partido Socialista con Zapatero como líder máximo. No parece que ahora tenga vigencia reivindicar un izquierdismo de carácter demagógico, del estilo del de los 400 euros de regalo para todos, o un keynesianismo trasnochado como el Plan E, que ya han demostrado su fracaso, por más que el éxito efímero del populismo bolivariano de Podemos pueda ser una tentación para que Sánchez caiga en el izquierdismo que ahora predican las diferentes familias del comunismo en España.

De la misma forma que la experiencia ha demostrado que el afán de los socialistas catalanes por ser más nacionalistas que los propios nacionalistas catalanes les ha conducido a una impresionante caída de votos, en beneficio de las opciones auténticamente nacionalistas.

Y es que, como seguro que Sánchez ya sabe, los ciudadanos, tanto en política económica como en lo que se refiere a la organización territorial del Estado, siempre van a preferir los originales a los sucedáneos. O sea, que para izquierdistas ya están los comunistas, y para nacionalistas, los independentistas.

La tarea de Sánchez es hoy tan importante como delicada: redefinir al PSOE, después de los errores que ha cometido en esas materias que son cruciales para los españoles, que necesitan, sin duda, una alternativa de gobierno de corte socialdemócrata, como la que tienen los ciudadanos de todos los demás países europeos.

ESPERANZA AGUIRRE, ABC – 28/07/14