Trepas

JON JUARISTI, ABC – 01/02/15

Jon Juaristi
Jon Juaristi

· A pesar de su edad, Juan Carlos Monedero es a la izquierda lo que el «Pequeño Nicolás» a la derecha.

No dejará nunca de producirme perplejidad la forma en que la extrema izquierda universitaria defiende la universidad pública. Véase cómo lo hace Juan Carlos Monedero, a preguntas de John Carlin («El País», jueves 29 de enero). Según el tercer hombre de Podemos, nuestra universidad «es endogámica, no tolera la desobediencia. Dime cinco grandes obras de la universidad española de los últimos veinte años. No hay». Carlin insiste: «¿Quiere decir que la universidad también es casta?», y responde Monedero: «Totalmente. El que lleva el maletín al catedrático es el que asciende. No es ninguna metáfora».

Lo del maletín, puedo jurarlo, se había acabado antes de que yo empezara a estudiar en la universidad, y le saco una década a Monedero. Las broncas de la segunda mitad de los sesenta bajaron los humos de los catedráticos más despóticos, que, al menos en público, se cuidaron mucho de cargar a los ayudantes con sus alforjas. O sea que, o es una metáfora, o Monedero deberá aportar ejemplos que demuestren que no lo es, porque el peso de la prueba recae en quien acusa. Yo creo que no puede darlos y que, por tanto, miente. Pero si tuviera razón, si la universidad pública española fuera, como él y buena parte de sus enemigos neoliberales afirman, una universidad «muy franquista en su forma de ser», donde campa una casta endogámica que no produce nada que justifique el gasto público que se hace en ella, pues la cerramos y todos a la calle, pero empezando por donde se debe empezar, por Errejón el Ausente.

Y siguiendo después por Monedero, «Pequeño Nicolás» bolivariano que maquilla su currículo y se monta un prestigio académico vicario a base de selfies con Offe, con Hirschmann o con Habermas, que parecen haberlo tratado tanto como el Rey a Fran Gómez Iglesias. Que venga a hablarnos de endogamia esta banda de desertores de la tiza, organizada en su origen para cubrirse mutuamente los escaqueos y los saqueos, resulta franquistamente sarcástico. Si alguien apunta maneras de catedrático con lameculos incorporado, ese es Monedero. Se le ve venir. Y que conste que lo advertí cuando la muta de titulares y penenes de un par de departamentos de Somosaguas y la UNED saltó a la fama aterrando a lo que queda de la burguesía asalariada: calma, dije, porque esto no es más que una fronda para alcanzar las cátedras empujando a lo bestia, como hicieron los hoy catedráticos batasunos que nos echaron de la Universidad del País Vasco a los catedráticos españolazos, a base de movilizar contra nosotros a la kaleborroka de los campus y de pedir a ETA que nos jubilase fulminantemente.

Américo Castro sostuvo que la España del Antiguo Régimen era un país de castas, que no de clases, donde la que marcaba tendencia, la de los cristianos viejos, jorobaba sistemáticamente a la de los nuevos, es decir, a los que tenían judíos y moros en su pedigrí. Y añadía que quienes no pertenecían a la casta dominante se pasaban la vida tratando de infiltrarse en sus filas, ocultando ancestros, falsificando genealogías, cambiando de ciudad y de nombre o comprando ejecutorias. Pero había un modo más rápido de conseguirlo: convirtiéndose en malsines o delatores de la Santa Inquisición, y a ser posible, en inquisidores ellos mismos. Las universidades, que en principio no admitían a cristianos nuevos, servían, sobre todo, para formar a estos feroces guardianes de la ortodoxia. Muchos aspirantes a tal condición se inventaron limpiezas de sangre y méritos castizos, como estos tunantes de Ciencias Políticas (curioso oxímoron) que pretenden convencer no sé a quién de que los catedráticos fachas llevamos todavía (o nos lo llevan) maletín a clase.

JON JUARISTI, ABC – 01/02/15