Diego Carcedo-El Correo

  • El enfrentamiento entre Milei y Sánchez recuerda a los odios infantiles que surgen en los colegios

Conflictos internacionales hay todos los días y, como estamos viendo, algunos acaban en guerras. España por fortuna es un país pacífico, bien avenido con la práctica totalidad del resto del mundo. Hasta hace algunas semanas manteníamos relaciones de amistad con todos los gobiernos al margen de su ideología o sistema político. Si hubiese que pensar cual sería una excepción en las relaciones mejores estaría seguramente Argentina, un país propio del tópico de hermano, con la gratitud recíproca que era reconocida. Ya desde los tiempos de la Guerra Civil en que millares de perseguidos por la Dictadura encontraron allí refugio y el Gobierno de Perón fue prácticamente el primero en enviar barcos con alimentos para socorrer a tantos españoles como sufrían hambre. Décadas más tarde España respondió acogiendo a millares de ciudadanos argentinos que huían de sus propios represores.

Hay miles de españoles en Argentina y otros tantos argentinos en España con florecientes negocios y muchos de ellos con viejos lazos familiares. Por eso sorprende más que desde hace un par de meses las relaciones entre los dos países hayan entrado en un conflicto sin problemas diplomáticos graves, más allá del enfrentamiento entre sus dirigentes, el presidente argentino Javier Milei y el presidente español, Pedro Sánchez. Un enfrentamiento estrictamente personal que recuerda a los odios infantiles que surgen en los colegios.

La historia del conflicto hace pensar que detrás está la probable realidad de que tan altos cargos que ocupan les quedan grandes y que ambos coinciden en olvidar otras cuestiones importantes que les agobian para atender a sus rencillas particulares. Todo empezó por el apoyo que Sánchez prestó al candidato peronista en las elecciones que ganó el ultra liberal y bocazas de tradición Milei. Sánchez, que no parece respetuoso con los usos diplomáticos, no le felicitó, un desaire que se agravó rompiendo la costumbre de que el Rey, en representación del Estado no fuese acompañado a la toma de posesión por un miembro del Gobierno.

Los agravios personales ya no se aplacaron. Oscar Puente, el ministro en agraviar, acusó a Milei de drogadicto y Milei respondió con agravios múltiples al Gobierno de España, que retiró a la embajadora en Buenos Aires. Milei, que presume de haber sido votado por los argentinos, viene a España cuando le place, animado por grupo ultras y aprovecha para interferir en la política española y agravar la tensión. No es un conflicto serio, más bien un odio entre clientes de taberna.